miércoles, 3 de mayo de 2017

años felices al pie de los apalaches


a mediados del 97 mi madre tuvo que dejar de prostituirse
porque le salió una verruga gigante en el coño
una de las gemelas, peggy ann, tenía 6 meses de embarazo
y la otra, clarabelle, a pesar de la perfección de su rostro
y su cuerpo de estatua griega
repelía a los hombres por ser albina
mi padre vendió la vieja pick up y el collar de perlas de mi madre
y cambió el jack daniel´s por el infecto brebaje de fabricación local
pero aun así no tardó en quedarse sin blanca:
era jodido verlo temblar como un puto escarabajo atrapado en una telaraña
resintiendo los efectos de la abstinencia
sentado en la mecedora de madera en una esquina del porche
con el winchester de mira telescópica sobre las piernas
y la vista fija en las distantes vertientes boscosas de aquel paisaje desolado
donde sólo de vez en cuando asomaba el hocico de alguna mofeta
"tú sabes que necesito el puto whisky, johnny boy"
me dijo mi padre una noche de finales de agosto
"vete a ver al reverendo maccormick y explícale la situación"
peggy ann parió un feto muerto tres meses después
al que una tarde de noviembre metimos en una caja de cartón vacía de canadian mist
y luego enterramos debajo del viejo olmo al fondo de la yarda trasera
y pusimos una cruz de madera forrada con papel dorado de envolturas de kisses
que clarabelle había hecho para la clase de manualidades
y el reverendo maccormick leyó un pasaje de la biblia que dejó a la mitad
porque de pronto empezó a caer agua con nieve del cielo
y tuvimos que correr a refugiarnos en el porche
y mi padre nos pasó de buena gana su botella para que echáramos un trago
y antes de irse el reverendo maccormick quiso que yo le enseñara mi colección de cromos de futbol
pero como mi madre ya se había extirpado la verruga gigante del coño
y peggy ann había anunciado esa misma mañana mientras desayunábamos
que pronto volvería a trabajarse la interestatal 17
yo le dije al reverendo maccormick que se fuera a tomar por culo

y luego me encerré con clarabelle en el baño a contemplar la intacta membrana en mitad de su cuerpo
rodeada por aquella inmaculada blancura que parecía no tener fin




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