miércoles, 2 de noviembre de 2016

siempre nos quedarán las pajas


que te rompan el jodido corazón
una suave noche de abril
poco antes de las 12 pm
mientras sopla una ligera brisa que
mueve apenas las hojas de los árboles
y desplaza a veces un poco
hacia la izquierda
un mechón del pelo de ella, dándole un pretexto
para pasarse la mano por la cabeza y, de esta manera
hurtar sus ojos de los tuyos y
dejar de contemplar siquiera unos segundos
la estúpida cara de idiota que, como otras veces
has puesto ahora, probablemente
porque piensas que al verte así ella quizás decida
a última hora cambiar de idea y
suspender tu ejecución y darte una nueva oportunidad
de demostrarle que tú
eres la persona correcta o una cosa parecida
si bien tú sabes perfectamente
que no lo eres, no eres ni de lejos
lo que ella busca
-y no podrías, por mucho esfuerzo que hicieras
llegar a serlo- porque lo que ella busca
-al igual que la mayoría de las mujeres no completamente feas
no completamente estúpidas o menores de 29 y por lo tanto
no demasiado viejas todavía para ponerse sus moños-
lo que busca no es un hombre sino un cajero automático
del que disponer las 24 horas con crédito ilimitado
(algunas se conforman con un crédito de 20 millones)
y en la plaza ya no queda nadie excepto
tú y ella y un par de borrachos
sentados algunas bancas más allá
que beben vino de una garrafa que
se pasan uno a otro cada tanto
y la temperatura está empezando a bajar
y poner tu cara de estúpido no ha servido de nada
y ella por fin ha terminado de arreglarse el pelo y ahora
se está poniendo de pie y diciendo
"mejor ya no me busques, villa"
para luego dar la vuelta y empezar a alejarse dejando dibujada en tu retina
su figura con aquellas largas piernas rematadas en tacones y embutidas en una minifalda

y que después de rompértelo tú te quedes allí sentado en la puta plaza vacía pensando

"adiós sexo de primera gratis; hola otra vez, putas pajas de mierda"




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