viernes, 25 de noviembre de 2016

hablando de mi funeral


supongo que estaré metido en un cajón
tieso, maquillado, los tres pelos de mi cabeza
aplastados con gel sobre la coronilla
y que tendré los ojos cerrados
para que la luz del techo no me encandile;
supongo que de vez en cuando
alguien se acercará a mi cajón
echará un vistazo a mi cara y pensará
"el hijo de puta se puso todavía más feo
de lo que estuviera ya en vida"
y camuflará un irrefrenable impulso de reírse
de la jeta que se me quedó
pasándose una mano por la cara, como si se santiguara o se espantara
un puto mosquito
si bien me queda el consuelo
de pensar que pocos irán a despedirme
dada la vida de alcohólico solitario que llevo
y el hecho de que mis viejos amigos
mordieron ya el polvo o están locos
o se volvieron idiotas o simplemente se fueron
con rumbo desconocido y ya nunca
volvió a saberse de ellos;
supongo, en fin, que será
uno como tantos otros
donde la poca gente que asiste
sólo tiene en la cabeza un pensamiento
parecido al que induce un poema un tanto estúpido:

ojalá pronto se acabe esta mierda




2 comentarios:

  1. Genial.Hay que reírse de casi de todo, incluso de la muerte,pero siempre con criterio y sentido del humor, como es el caso.
    Un placer

    ResponderEliminar
  2. Genial.Hay que reírse de casi de todo, incluso de la muerte,pero siempre con criterio y sentido del humor, como es el caso.
    Un placer

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