se dispersa la vida como la arena al viento

la pendeja de mi ex

a la que llevé a vivir conmigo cuando ella apenas tenía 16
a la que yo quería tanto como para consentir en renunciar
a mis añejas costumbres de putañero alcohólico degenerado y sustituirlas
por las de un hombre fiel y apegado a su hogar;
a la que le compré una toyota tacoma último modelo sólo porque se me hincharon los huevos
a la que le echaba todos los días un buen palo porque en ese entonces
yo todavía era capaz de echar un palo diario -y ella tenía un culazo de puta madre-
a la que alguna vez le dije
que nunca la dejaría;
a la que de un día para otro su mejor amiga
logró meterle en la puta cabeza la idea
de que el fin del mundo estaba a la vuelta de la esquina
y la única opción para evitar que la tremenda lluvia de fuego
que caería del cielo te calcinara hasta los huevos
era unirse a los putos testículos de jehová

la pendeja esa

que después de todos los nobles sacrificios y privaciones
en que yo había incurrido para que ella pudiera sentirse contenta a mi lado
un día de pronto, estando los dos ya metidos en la cama
-yo con la verga ya bien aceitada para clavársela en el coño-
me dijo "ya no pienso coger más contigo a menos que aceptes
unirte a la honorable congregación de los testículos de jehová"
-y que, en efecto, dejó de aflojarme el culo de buenas a primeras
cuando yo me negué a unirme a su puta secta
porque soy ateo desde niño y para mí en realidad
todas las putas religiones y todas las putas criaturas divinas asociadas a ellas
son equivalentes a un enorme pedazo de mierda seca-

la tarada de la tipa esa

que después de 17 años de vivir juntos me mandó a la mierda
alegando que no podía vivir con "un cerdo incrédulo que blasfemaba de jehová"
-y por cuyo abandono yo me convertí de inmediato
en un jodido y pobre hombre con el corazón deshecho
al que no se le quitaría la nostalgia por aquel culo perdido
sino hasta después de transcurridos varios años-
que fue la causa indirecta de que a mis cuarentaitantos
yo cometiera la estupidez de volver a entregarme
a mis destructivas pasiones alcohólicas y prostibularias
como si aún tuviera treinta años y toda la vida por delante
-y el hígado completo y dinero en el banco-
error que me condujo, al término de poco tiempo
a terminar en la bancarrota y a convertirme en la patética parodia
del espléndido tipo que en tiempos había llegado a ser
y unos años más tarde -todavía sin haber cumplido los 50-
en un marginal muerto de hambre, amargado y alcohólico
que durante los últimos diez años, aparte de empinar el codo
no ha hecho otra cosa más que escribir unos putos poemas para el culo

y bueno, pues esa estúpida subnormal,
asomó su pinche jeta hace una semana en el jodido cuchitril donde vivo y me dijo:

"oh, villa, no sabes lo arrepentida que estoy
no sabes lo sola y triste que me siento
y el dolor tan profundo que produce en mi corazón
recordar los maravillosos momentos que pasé a tu lado
-y las culeadotas tan ricas que me ponías con tu poderoso taladro-
en aquel ayer esplendoroso y soleado de mi juventud
(la hija de la chingada parece que también tiene aptitudes poéticas);
he venido a pedirte perdón y a rogarte que me des una oportunidad
de volver a estar juntos para intentar restablecer
la mágica conexión emocional que en su día existió entre tú y yo"

eso vino a decirme a mi casa el otro día la pendeja de mi ex

que quiere regresar conmigo
que a sus cuarentaitantos está dispuesta a volver a intentarlo
que con su culo para el arrastre y sus tetas colapsadas
sus arrugotas en toda la cara y el cuello y detrás de los antebrazos
su papada de guajolote y sus bolsas grises debajo de los ojos
sus piernas flácidas y manchadas y varicosas
sus estrías y pellejos y pliegues carnosos y su cadera descuadrada y ancha
su aliento rancio y descompuesto
su coño que ya no aprieta ni lubrica ni succiona ni nada
quiere volver conmigo
quiere revivir la magia y el éxtasis y la felicidad
quiere traspasar el umbral que lleva de regreso al paraíso perdido

yo le dije "deberías de verte en un puto espejo, pinche adefesio de mierda"

y cerré la puerta en sus narices y me senté a escribir esta cagada