lunes, 1 de junio de 2015

lástima


la mujer de mi vida nunca llegó a conocerme
no se encontró conmigo, no supo que era yo
el hombre de su vida, y ahora probablemente
aunque nos encontráramos no habría ya nada
que pudiéramos hacer para rectificar quizás
el curso errado que siguieron nuestras separadas vidas
su fracaso, su falta de sentido, el profundo desajuste orbital
de cada uno de sus incongruentes átomos;
ella tendrá unos cuarenta ahora y será medio alcohólica
habrá engendrado un par de hijos, se habrá divorciado hace ya años
estará amargada, tendrá celulitis, algún sobrepeso
escribirá poemas tristes para ocupar sus mañanas
con algo distinto a lavar la ropa y hacer la comida
y tenderá a fingir que le basta y le sobra
con el hecho de ser madre para llenar por completo
todas las expectativas cuyo cumplimiento alguna vez se fijara
como futuro santo y seña de una madurez lograda
-y se engañará pensando que sus hijos ya adolescentes
no tienen la menor prisa por crecer y hacer su vida lejos de ella,
con otra gente, y cuidándose mucho de seguir
los infaustos pasos que sus padres antes recorrieran-
tendrá un amante casado con quien se verá en ocasiones
subrepticiamente, tomarse unos apresurados tragos
meterse un par de horas en algún hotel de citas y luego
correr de vuelta a casa para preparar la cena;
sufrirá de insomnio, sentirá inexplicables
rachas de tristeza, desaliento, baja autoestima
y en las madrugadas sentada junto a la ventana fumando
se preguntará si no habría sido preferible a fin de cuentas
haber aprovechado su juventud, aquel cuerpo como piedra
en buscarse un viejo con dinero y engañarlo acostándose
con cada muchacho guapo que se hubiera ligado
y no haberse contentando con servirle de puta exclusiva a un hombre
que la usó mientras la edad y los partos no le jodieron la línea
y que después se deshizo de ella y sus hijos yéndose a vivir
con una tipa más joven y dejándole a cambio
una jodida pensión y una historia truncada;
"en dos o tres años más entraré en la puta menopausia
se me terminará de agriar el genio y me tendré que acostumbrar
a llenarme el coño de crema cada vez que sienta ganas
de meterme el puto consolador y masturbarme
y ya no despertaré ni siquiera en el puto albañil más mierdoso y jodido
el menor deseo de acostarse conmigo y cogerme"
la mujer de mi vida nunca se cruzó conmigo
y si se cruzó conmigo yo no la reconocí
ni ella a mí, no había ningún halo brillante
envolviéndonos, ninguna estrella en lo alto del cielo
que nos hiciera saber que cada uno era justo lo que le faltaba al otro
para haber podido hacer de una vida juntos algo grande
(creo que se me está saliendo de control el puto poema)
quizás entonces ella aún fuerse una niña
o a lo mejor atravesara en esa época una etapa lésbica
y odiara a los hombres, y al verme haya sentido náuseas
o estuviera ya enamorada del cabrón con que después se casó
o quizás recién violada por un hermanastro
y habríamos por tanto en el mejor de los casos
coincidido a destiempo, y ninguna chispa saltó
-pero es más seguro que no supiéramos nunca nada del otro-
al paso del tiempo cada uno en su desconocimiento recíproco
fue inexorablemente forjando su propia equivocada vida
donde cada eslabón no solo le conduciría en último término
a encontrarse un día finalmente metido hasta el cuello
en ese pozo de mierda que algunos optimistas llaman
el "agridulce desencanto de la edad mediana"
sino a reducir aún más la de por sí deleznable, ínfima
insignificante, casi inexistente probabilidad
que cada ser tiene al nacer, ya sea por destino
simple mala suerte, capricho inescrutable de algún estúpido dios
o cualquier otra razón que se te ocurra

de alcanzar un día la felicidad





2 comentarios:

  1. No te preocupes, la mujer de tu vida habría dejado de serlo al momento de casarte con ella. Ninguna desilusión para los dos.

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  2. ¡Qué descubrimiento este José Villa! Gracias de nuevo.

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