La Púnica, Bancaja y otros asuntillos similares
Estaba escuchando en la radio las novedades sobre la trama Púnica,Bancaja, y otros asuntillos similares mientras me comía mis tostadas con mermelada de fresa y mi café con leche. Al final, pensaba yo, todo se reduce a lo mismo: una cuadrilla de listos que se apropian del patrimonio público o del ajeno -que, en realidad, es lo mismo-. Y eso está mal.
Pero a mí, personalmente, lo que me jode hasta el infinito no es que me hayan robado sino que me hayan hecho creer durante años que ellos eran ricos y triunfadores porque eran muy listos, muy capaces y muy buenos ejecutivos. Y que eso tenía su causa y su consecuencia en una superioridad moral.
Es esa supuesta superioridad moral, ese caminar dos palmos por encima del suelo, lo que les ha permitido operar con total impunidad, lo que ha permitido que los viéramos como triunfadores y no como criminales. Porque actuaban por derecho. Por el derecho que les daba ser mejores que la chusma y el populacho.
Es ahí, pensaba yo, mientras me terminaba la tostada, donde tenemos que hacer el mayor esfuerzo: en cambiar nuestra sumisión inconsciente y reverencial hacia las élites extractivas. Las condenas judiciales y los juicios públicos son sólo un paso en ese cambio de paradigma. Pero no estaría de más que comenzáramos a tener nuevos referentes culturales y éticos que trastocaran esa concepción de lo que es el éxito y el fracaso, lo bueno y lo malo, lo venerable y lo reprobable.
Ya véis, queridos inexistentes lectores, qué movidas llevo en la cabeza por las mañanas. Por eso, hasta que no termino de desayunar, no hablo mucho. Ando ajustando cuentas con el mundo.
Pero a mí, personalmente, lo que me jode hasta el infinito no es que me hayan robado sino que me hayan hecho creer durante años que ellos eran ricos y triunfadores porque eran muy listos, muy capaces y muy buenos ejecutivos. Y que eso tenía su causa y su consecuencia en una superioridad moral.
Es esa supuesta superioridad moral, ese caminar dos palmos por encima del suelo, lo que les ha permitido operar con total impunidad, lo que ha permitido que los viéramos como triunfadores y no como criminales. Porque actuaban por derecho. Por el derecho que les daba ser mejores que la chusma y el populacho.
Es ahí, pensaba yo, mientras me terminaba la tostada, donde tenemos que hacer el mayor esfuerzo: en cambiar nuestra sumisión inconsciente y reverencial hacia las élites extractivas. Las condenas judiciales y los juicios públicos son sólo un paso en ese cambio de paradigma. Pero no estaría de más que comenzáramos a tener nuevos referentes culturales y éticos que trastocaran esa concepción de lo que es el éxito y el fracaso, lo bueno y lo malo, lo venerable y lo reprobable.
Ya véis, queridos inexistentes lectores, qué movidas llevo en la cabeza por las mañanas. Por eso, hasta que no termino de desayunar, no hablo mucho. Ando ajustando cuentas con el mundo.
(me he dado cuenta de que últimamente estaba lanzando mis reflechisissements profonds profonds por facebook, y no por el pobre blog, que estaba muy abandonadico. Así que he pensado hacerles un huequecillo aquí, meterlos en el cajón de facebookerías, y echarles un vistazo de vez en cuando. Espero que no os importe).
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