viernes, 19 de diciembre de 2014

LA MONSTRUACIÓN

De acuerdo con lo que somos y echando un vistazo atrás y otro en el presente, si tuviera que imaginar un futuro en el cual no nos exterminamos, este sería muy lejano y no sería otro que el que atendiera, básicamente, a las leyes de la robótica que nos diera a conocer Isaac Asimov. Dicho de otra manera: los androides y cualquier vida artificial que fuéramos capaces de crear, sería destinada, en principio, a realizar todos los trabajos: los buenos, los malos, y los que no son ni una cosa ni otra. Nosotros, al no tener que vender nuestro tiempo, dispondríamos de él en su totalidad y cualquier actividad, incluso las básicas como nacer, cagar, comer, beber, mear, dormir, follar y morir, adoptarían insospechados matices de creatividad nunca antes experimentados.


Algunos humanos seguirían invirtiendo su tiempo en el progreso de la medicina, la ciencia y la tecnología, pero está claro que la mayor parte de la humanidad continuaría cultivando la necedad, la incuria, la inactividad y la autocomplacencia, que como ya se sabe, son unos de sus rasgos más característicos e inalienables. A saber: escribir mierdas eróticas en un blog, masturbarse con el número de visitas, pasar el día frente al espejo como acto de autoafirmación, dibujar circunferencias con el índice entorno al ombligo, mirar las esquinas de los techos, babear, mascar chicle por inercia como única muestra de vida, explotar burbujas de plástico de embalar, rascarse los genitales sin que piquen, observar un punto imaginario hurgándose la nariz, etc.


Naturalmente, tal planteamiento poco desarrollado, apunta a la filosofía trasnochada y a la ciencia ficción cutre, pero tan solo responde a una convicción decimonónica gestada desde la observación de hechos contrastados. Para todos existe un ideal de vida o un cierto futuro imaginario. O al menos existe para todos aquellos que tenemos más que cubiertas nuestras necesidades vitales. Mi ideal de vida sería mayormente quimérico y concretando mucho también contemplaría la absoluta disponibilidad de mi tiempo. Pero no tengo suerte en las apuestas del estado y tengo que seguir vendiéndolo. Además de que por el momento, tampoco podemos hacer viajes espacio-temporales. Ah, el tiempo... ese despiadado insolente con el que ya casi hemos quemado otro año. Y tampoco sabemos cuántos años viviremos en el futuro; las bolas de cristal no sirven y la manipulación de hortalizas tampoco.


Así que como el pasado ni se cambia ni se olvida, y el futuro es incierto y a menudo trunca nuestros planes, mejor vivir el presente tanto como nos dejen y podamos. Es lo que deseo para todos vosotros.




Regurgitado por Cabronidas @ 16:11

3 comentarios:

  1. Gracias a Cabrónidas que lo ha escrito, yo sólo he robado su entrada jjajaja. Besitos, Amapola.

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  2. Brindo por nuestra amistad y quiero que sepas que estoy muy feliz de tenerte entre mis amigos bloggeros.

    Muchas gracias por un año más a mi lado.

    Felices fiestas!

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