martes, 23 de septiembre de 2014

LA MONSTRUACIÓN

La verdad es que nunca he creído demasiado en lo que hago, en lo que soy. De veras te digo que aborrezco todo aquello que me obligan a hacer y una vez realizado no me reconozco. Me cuesta mirarme a mí mismo y no reventar en mil pedazos de la risa. Sigo sin entender mi afán por entenderlo todo, y a veces me pregunto qué carajo es esa pastosidad anaranjada que llevan las albóndigas enlatadas. Ruge la taza del váter cuando pulso el botón cromado y todo me parece rotundamente cotidiano y vulgar. Y a ratos me gusta y a ratos me disgusta. Y ahí me quedo de pie con los calzoncillos en el azulejo, taciturno, en un estúpido sentimiento de ambivalencia hasta que me invaden las preguntas. ¿Cómo crear de esta suerte grandes cosas? ¿O escribir algo digno de ser leído? ¿Cómo eludir esta bagatela? ¿Cómo creerse alguien en este vodevil virtual de coños y mamadas si cada mañana, ante el espejo, me dan ganas de abofetearme la cara y de prenderos fuego? Me aburren los trovadores de esta edad contemporánea. Me apenan los eruditos de medio día que se emborrachan con la séptima cerveza y hace ni se sabe que no digiero a los que reparten el pan y los peces sin probarlos antes de endosarlos a media ciudad.


Lo mejor siempre es salir e incluso salirse de uno mismo. Si acaso salirme tanto que mi modesta presencia sea el origen más hirviente y primitivo de tu irritabilidad. Y en el intento quién sabe si quemando los pies de tanto que habré de correr o acabando con los pies por delante. ¿No finaliza así todo proceso? No soy un ser humano sino un Playmobil. Un Madelman articulado que ya agotó todas sus expresiones. Tú también aunque lo niegues. Aunque te resistas a desmoronar de un soplido ese palacio de naipes sobre el que te exhibes orgulloso y bobalicón cada vez que te abandona la lucidez, si es que alguna vez la tuviste. Lo único trascendental es la fricción genital, todo lo demás parece un chabacano procedimiento encaminado al mero movimiento pélvico; rítmico, incansable, húmedo, pertinaz. Por eso es preferible dar de tacón al cortejo y al protocolo y decirte, mujer, que voy a follarte como nunca nadie lo ha hecho antes, para luego una vez acabado el baile, retozar allí donde me encuentre y rociar mis cojones con el cava más caro.


Mañana saldré a la calle con resaca y con una sonrisa cómplice que trataré de cruzar contigo que me lees y estás de acuerdo. O contigo. O contigo. Nos encontraremos en oscuras esquinas donde los pecados son mudos e inadvertidos. En los bares donde el último trago siempre es el siguiente y en comisarías donde la arrogancia va armada y sabe cómo matarte. Y ya todo estará dicho si fuimos capaces de contárnoslo. Y sonará esa musiquita de tu infancia que viene de algún rincón de tu corazón que ahora suena a culminación y sinergia. Nos saludaremos; quién sabe si con un abrazo, una palmada en el hombro o un apretón de manos, pero será de verdad. Comeremos juntos sin dejar de mirarnos y no nos parecerá incómodo. Y concordaremos disertaciones ante la justicia que resultarán inútiles porque nunca va a creernos. Después, seguiremos jugando hasta que nos cansemos de verdad. Y entonces, justo al límite de nuestras fuerzas, saltaremos al abismo cogidos de la mano.


La decadencia es el Edén de los infelices, y tú y yo que aún nos reímos aunque ellos jamás alcanzarán a entenderlo, hace tiempo aprendimos a sobrevivir en este paraíso de zarzas que nunca fue nuestro. Tampoco de ellos. Ni de nadie.




Publicado por Cabronidas 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...