jueves, 28 de agosto de 2014

JOSE VILLA, QUE PUEDE CON TODO.

¿NO puedes simplemente...?


¿no puedes simplemente

coger el teléfono, llamarme
decirme "estoy caliente, necesito verte, que vengas
y me pongas una de esas culeadas que tú sabes"; no puedes
simplemente admitir que el hecho
de estar mojada no te degrada
en tu condición femenina, no significa
que seas una puta, una mujer fácil, una puerca
degenerada que si llegara a saberse
lo mucho que le gusta la verga dejaría de tener 
cualquier posibilidad de hacer un matrimonio decente; no puedes simplemente 
dejar de hacerte la interesante, la difícil
la que está confundida, la que sufre los estragos hormonales
de los días previos a la regla, la ofendida
por mi torpeza para tratar a una mujer, la misteriosa
la intempestiva, la princesita que podría perfectamente
llegar a deshacerse si la tocan, la pizarnik; no puedes sencillamente 
reconocer que tu vagina está hambrienta
muy hambrienta, y abrir de una puta vez
las piernas?



TOMA TU JODIDA JUBILACIÓN, PUTO VEJESTORIO DE MIERDA


uno espera que al llegar a viejo

se aclarará el panorama, la vida
dejará de ser esa especie
de soga apretada al cuello, las cosas
alrededor, la gente, sus palabras, sus gestos,
habrán perdido el acerado filo, su propensión
a herirnos al menor descuido, uno espera
haber hallado el ángulo, la perspectiva a través de la cual
se atisba al final cierto sentido, se llega quizás 
a vislumbrar un orden, una pauta
subyacente al horrendo caos, la sinrazón ilimitada
que parece presidir la gestación de los actos de los hombres
uno se dice "van a dejarme por fin en paz, pasaré los días
a mi aire, no habrá ya nada que me impida
mandar a todos a la mierda, zafarme 
del estorbo de mi mujer, escurrir el bulto, embriagarme 
cada vez que me dé la puta gana, maldecir porque sí, porque 
se me hincharon los huevos, blasfemar a todas horas, quedarme
dormido donde sea, babear, olvidar cerrarme
la bragueta después de mear, tocarle el culo 

a las muchachas y que en vez de enfadarse ellas
se rían de ese simpático ancianito juguetón", uno supone
que sus últimos años serán como un largo verano
de días cálidos y noches tibias y canciones lentas
al atardecer en la playa y que la muerte
vendrá una tarde cualquiera desde el mar y nos llevará
sin aspavientos, sin bulla, remando con lánguidos brazos
hacia el horizonte hasta perdernos a lo lejos, pero ¡ay!
llega de pronto un día y al mirarnos al espejo
descubrimos a esa horripilante criatura de piel marchita
labios temblorosos, mirada trastornada, mejillas colgantes
-esa cosa deforme que hasta ayer todavía se nos parecía-
y el relámpago de la vejez nos golpea salido de la nada como
una enfermedad que ataca de manera fulminante y que ciega
entorpece, hace colapsar, extermina, deshace
arranca de cuajo todo cuanto fuimos, sentimos, pensamos
y deja solo una cáscara vacía y frágil, una jodida piltrafa
un remedo de persona, unos pocos huesos temblequeantes
un triste viejo, en fin, lo que sobra
cuando de la vida ya apuramos hasta el último trago y solo falta
que nos manden a tomar por culo




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