miércoles, 2 de julio de 2014

LA MONSTRUACIÓN

Viví una infancia idílica muy coloreada: de mañanas bañadas en oro, largos atardeceres verde esmeralda, crepúsculos de magma que encogían el habla y noches azabache de leyendas y sueños. De este modo lo sentí y late en mi recuerdo. Una tarde, en el jardín de casa, capturé tres mariposas y las privé de su libertad en un tarro de vidrio. Las mariposas aleteaban frenéticamente chocándose unas con otras en una especie de taquicardia incesante, produciendo un incómodo repiqueteo contra el cristal apenas audible. Aquellas criaturas, pequeñas y hermosas, sufrían. Mientras las observaba sin compasión, se me ocurrió que si las ataba juntas quizá volaran al mismo tiempo como si fueran tres seres en uno y hasta sería bonito. Pensado y hecho: me hice con un pedacito de hilo de coser y lo anudé con paciencia y gran cuidado alrededor del cuerpo -justo debajo de las alas- de cada una de las mariposas. Acto seguido, deposité el singular trío de lepidópteros presos sobre el descampado, y tumbado con mi mirada a ras de suelo, palmeaba cerca de ellas una y otra vez en un fútil intento de que levantaran el vuelo.


El aleteo de las mariposas era débil, desacompasado y torpe, debido, con toda seguridad, a las mermas infringidas de manera inconsciente durante la operación de atado y a la propia atadura. Aquella ocurrencia cruel fracasó, con lo cual y sin dudarlo un instante, y esta vez sí, de manera consciente, tiré de ambos extremos del hilo de coser hasta tensarlo, cerrando los nudos y destruyendo así sus órganos vitales ocasionándoles la muerte. Fui a un ricón del jardín dispuesto a cavar tres tumbas y darles sepultura. Mi madre me vio desde la parte más alejada, y me preguntó qué estaba haciendo ahí de rodillas con tanta dedicación y silencio. Alcé la vista hacia ella y sin titubeos respondí: "entierro a tres mariposas muertas". Equivocada respecto a la bondad de mi gesto, afloró en su mirada un brillo inequívoco de afecto y ternura. Aquella tarde de un pasado que me parece más que remoto, comprendí junto con mi arrepentimiento por aquel triple asesinato, que fui demasiado humano. Y creedme que desde aquel día, por no matar, no mato ni el tiempo.







Publicado Por Cabronidas

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