jueves, 26 de junio de 2014

LA MALQUERIDA


martes, 24 de junio de 2014

Casi poesía de caracolas insumisas

El miedo tiene instinto maternal, no te abandona del todo por más que intentes esconderlo bajo tus rizos.

Tal como lo había pensado, el domingo me dispuse a ir -¿así se dice?, necesito una maestra de redacción- a comprar la maceta. Tomé la pastilla ¨del buen caminar¨ esperando que hiciera efecto mientras me arreglaba. Pasada cerca de una hora crucé el bolso en mi pecho, tomé el bastón y emprendí el camino pero sólo pude llegar a la puerta de la casa.

Bienaventurados aquellos que caminan sin ayuda porque de ellos será el reino de las hazañas infinitas.

Me entró un ataque de pánico. Por mi mente pasó el temor de que mis pies no me obedecieran y quedaran anclados al piso. Sin el brazo seguro de Barry, mi vida afuera vale lo mismo que un poeta sin musa.
Me vi parada a mitad de la calle con los pies pegados al piso, convertidos en dos pesadas piedras me impedían dar el paso dejándome clavada a mi propia desventura. No no no no.

Dando marcha atrás dejé la audacia de apenas unos minutos antes colgada del perchero. Diluida entre el querer y no, aventé el bolso en el sillón escondiéndome tras la ventana.

Caracol caracol caracolito,
caracol caracol, saca tus cuernos al sol.

Veía a la gente pasar solos o acompañados caminando felices sin más nada que la dicha de poder ir a donde les plazca. Los envidié y no no fue envidia de la buena -esa no existe- sino que... Cuiden sus pies y sus manos y su todo. No lloren después de lo que advertido queda.

Como caracol tímido guardo mi cuerpo en mi casita y asomo las antenas sólo para dar fe de mi existencia.

Barry me recordó mi frase de batalla, la que olvidé desde hace tiempo: El mundo es de los audaces. ¿Dónde quedó esa audacia que me permitía no temer a nada?
Quizás debajo de mis pies, aplastada por esas dos piedras en que se convierten cuando olvidan que el mundo era mio y el que ahora transito con la ayuda de Barry. Por siempre Barry.

Apoyada en el bastón de la abuela -que ahora es mio- recorro el camino que algunos creen que es de espinas pero no saben que el mio está lleno de risas y de flores. Yo también sé querer pero tengo el defecto de no saberlo expresar. Herencias bordadas con sangre en la piel de los que han llegado.

Otro día, quizás el viernes lo vuelva a intentar. Cuando me sienta con suficiente valor para verme al espejo y reconocer a la Flor de María -no olvides mi nombre- que siempre ha estado ahí con esa audacia que la llevó a buscarse la vida donde nadie nunca imaginó. La que no se detiene sólo porque sus pies son de piedra vil y que espera un mañana para ser mejor, cliché barato pero verdad al fin.

El tiempo sólo te sana lo que no importa ya.











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