lunes, 26 de mayo de 2014

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No_Vampiros


Diario, colega, hoy he ido al baño a echar una meada. Todo muy rutinario. Son las tantas, es sábado y tengo veintitantos (aún). Noto un sabor metálico en la boca. Me subo la cremallera. Escupo y veo que mi saliva está teñida de rojo. Vuelvo a escupir. Aún más rojo… Estaba escupiendo sangre, obviamente.
Eso dura unos seis o siete escupitajos. Luego vuelve la acostumbrada y saludable saliva. Abro la boca ante el espejo, saco la lengua. Todo normal. Pero ya estoy acojonado.
Es lunes y sigo teniendo veintitantos (disculpa la aleatoriedad con la que escribo)… Veintitantos Años, quiero decir. Cuando hablas con alguien que ronda los cincuenta, notas cómo te odian. Por fuera sonríen con aceptación y una saludable resignación; dicen cosas del tipo “si yo pillara esa edad..”; pero en el fondo sólo están resentidos contigo. En el fondo te tienen una envidia malsana (si es que existe la sana). Una envidia completamente comprensible.
Las conclusiones médicas, por cierto, fueron que no me pasa nada. Sólo era la garganta, algún tipo de anginas agresivas. Ahora no fumo en el curro cerca de ese detector de co deindsci. No me estoy muriendo (vítores, emoticonos sonrientes…).
Pienso en esas personas mayores justificadamente envidiosas, y creo que si volvieran a ser jóvenes harían lo mismo; quizá incluso peor. Creo que al principio serían muy enérgicos, intentarían hacer de todo, madrugarían con una sonrisa, serían optimistas de ese modo que eres optimista un viernes cuando tienes once años. Pero creo que eso no duraría mucho; tarde o temprano la vida les daría tres o cuatro bandazos, y volverían a la resignación mucho antes de volver a ser mayores. (Es más, probablemente, a las ya clásicas quejas de cualquiera, se uniría la de tener que soportar una vida mucho más larga de lo normal.)
Jueves. Sigo teniendo veintitantos años. Aunque ha pasado la tira de tiempo… El médico se había equivocado. Tenía cáncer. Negligencia (aunque creo que yo tuve parte de culpa). Me rapé la cabeza y sufrí todo el proceso de “limpieza”, la cura, o el intento de cura y demás. Obviamente no me ha ido mal, sigo aquí (por el Dios Pretecnotimes). Resumámoslo así, ha sido una experiencia “interesante”, pero no se lo deseo a nadie. Cuando veía a los niños de once años, pensaba: “si yo pillara esa edad…”. Mis padres me regañaban cuando bromeaba secamente sobre la muerte. Mi hermana lloró por mí…; puede parecer normal, pero para mí fue como ver a una monja follando (y no vale cualquier tía disfrazada de monja). Yo también lloré. Es absurdo intentar describir tal desesperación.
Hace poco vi una entrevista en Youtube (de la era pre-Pretecnotimes) a un supuesto ex enfermo de cáncer; era un actor o algo así, había escrito un libro sobre el tema. Decía que venció la enfermedad con sonrisas y todas esas idioteces, que sacó fuerzas de flaqueza…; sólo le faltó sacársela, medírsela con una regla ante las cámaras, y pedir que todas las mujeres en plató se pusiesen en fila para chupársela. Menudo gilipollas mentiroso.
Martes. Odio los putos martes…
Viernes. Hace dos semanas conocí a Sandra Plof. La llamo así en secreto. Cada vez que le pregunto cómo está me dice que anda un poco «plof». Sandra siempre dice que no quiere vivir más de noventa años. Cuando le digo que en Pretecnotimes están perfeccionando las pastillas para el aspecto exterior, ella me dice que no es ninguna belleza, que por más pastillas que se tome no será más guapa, que hay mujeres –como ella– que no son guapas de jóvenes (y las que menos –señala siempre– las que de viejas dicen que de jóvenes sí eran guapas).
Sandra es muy guapa. Y muy neurótica. En su otro discurso suele hablar de lo muy mona que se siente, de que no le gustaría ser de esas guapitas robóticas, esas tías tan moldeadas para encajar en un cliché que sólo deben poder conseguir conversaciones neutras, orgasmos neutros, todo normal, ni mucho ni poco, como su belleza normal exigida, correctamente guapas, guapas como la moda exige que han de ser guapas. Tías que necesitan encender un par de velas antes de follarse a alguien. Que sólo la chupan diez segundos bajo las mantas; y para las que ir al cine es quedarse plantadas ante la cartelera y elegir indefectiblemente la película que peores críticas tenga. Son esas chicas, dice siempre Sandra, que dicen cosas como: “para gustos los colores”, y luego sólo hacen que imitar a las demás demostrando que no tienen gustos propios.
(Y es cierto, casi puedes ver los hilos que las manejan…)
Domingo. Pretecnotimes y la industria farmacéutica (y la medicina en general) están en tela de juicio. Y lo están mucho más que antes. Las pastillas Iris-complex curan unas enfermedades y otras no. Yo no me quejo, a mí me curaron el cáncer en una fase crítica. Sandra a veces me dice que se siente como una necrófila.
Cada vez que alguna cabeza visible de la firma topa con un micrófono, dice que las pastillas se están perfeccionado para la regeneración completa de células (entre otras cosas). Supuestamente trabajan por la inmortalidad, y eso seguro no interesa a muchos (o al menos no que sea así para todos). La cura de enfermedades ha sido prácticamente una suerte de beneficios colaterales. Esto está haciendo que un enfermo terminal dude mucho más antes de tirar psicológicamente la toalla. La desesperación sube como la espuma para el enfermo y la esperanza es un arma de doble filo para los familiares.
Sandra ha dicho que hoy no se siente ni guapa ni fea. Lo ha dicho con un tono que me ha dado mal rollo…
Viernes. Hoy me siento un poco plof. Sandra me ha presentado a su prima: una treintañera sonriente que se toma una pastilla Iris cada vez que cree ver una arruga en el espejo. Ahora el síndrome de Peter Pan no tiene que ver tanto con problemas de madurez como con la idea de querer tener veinte años siempre. Este problema se da sobre todo entre mujeres que se han pasado desde los trece hasta los veintinueve años pensando que una mujer de treinta ya es vieja. Al parecer se pasan la dosis de pastillas recomendada (dos al mes) por el forro y, básicamente, cada vez que beben algo aprovechan para tragarse una Pretecnotimes. Los efectos secundarios se reducen a nauseas y vomitar una comida de vez en cuando (es el nuevo embarazo, es como si quisieran re-parirse a sí mismas). A todo esto, los ancianos que regeneran células siguen demacrándose superficialmente. Lo cual quiere decir que si tienes ese síndrome de Peter Pan 2.0, eres idiota.
Jueves. Ha pasado mucho tiempo. No encontraba el diario. Me he dicho que si no lo encontraba no seguiría escribiendo un diario. Lo cual me ha hecho pensar en si realmente quiero escribirlo.
Sandra ahora tiene una pistola (ni idea de dónde la ha sacado, no me lo quiere decir). Hace tres semanas la atracaron y no ha conseguido librarse del miedo. Tampoco le ha convencido mi idea del spray antivioladores.
La pastilla Iris ha hecho al final su evolución esperada. Tomada con la regularidad indicada en el prospecto, ya tampoco envejeces superficialmente. La noticia explotó en portadas hace un mes.
Ha entrado en vigor también ahora la nueva ley sobre los matrimonios hetero (¿casualidad?). Cada pareja podrá elegir qué contrato quiere firmar (el mínimo es de seis meses). Los matrimonios gays exigen los mismos derechos para ellos. Estoy pensando en decirle de pasada a Sandra si ella se casaría conmigo. En plan tradicional, “para toda la vida”.
Martes. Asco de día. Sandra me ha insinuado que le gusta el contrato de tres años. Tres años de matrimonio está bien, ha dicho. Que luego podemos renovarlo, que qué me parece.
Ahora por las mañanas desmonta su pistola y la limpia como quien hace una operación a corazón abierto. Me ha dicho que podemos jugar con ella en la cama (siempre disiento cuando saca el tema); descargada, por supuesto, ha añadido. Siento… no sé, cosas, rollos muy chungos por Sandra. Sentimientos contradictorios. No me gusta lo de los tres años (yo quiero el lote completo de autoengaño amoroso eterno).
Ayer soñé que ella me pegaba un tiro en la cabeza y yo iba al paraíso, y allí me recibían mujeres desnudas (todas conocidas). Y es como si Freud me estuviera preguntando algo, como si me preguntara por qué ahora soy monógamo. Justo cuando iba a besar a una de esas mujeres, me he despertado. Sandra roncaba por la mañana. Y nunca la he oído roncar.
Lunes. Al final cedí. Tres años de contrato. Llevamos dos semanas casados. Sandra quería celebrar la ceremonia en la galería de tiro que frecuenta. Yo cedí (a esas alturas estaba tan quemado después de preparativos y gilipolleces que ya no tenía fuerzas para discutir sobre nada). El espectáculo, pues, fue el de ver a una chica vestida de novia disparando su pistola sin parar. Nos casamos “por la iglesia”. Ahora ya todo es muy abstracto, todo está muy pillado por los pelos. Todo es de paso. Ahora morir ya no es ley de vida; sólo es el resultado de haber sido un gilipollas; haciendo cosas como conducir borracho, o como tener una pistola en casa (pero como he dicho, ya estoy cansado de discutir). Con todo, ella tendrá veintiséis años visuales para siempre. Yo, veintiocho. No queremos tener hijos aún. Lo más parecido es la pistola de Sandra.
Martes. Querido puto diario. Todo se descontrola. Los católicos cada vez confirman más lo que muchos sospechábamos (que son una secta.) Ahora muchos consideran la inmortalidad que se ha fabricado el hombre como el mayor pecado. Se reúnen en iglesias y se suicidan para ir al cielo cuando creen que Dios les llama (lo cual traducen en señales, o lo que ellos interpretan como señales…; la última noticia habla de un chico de veinticinco años que –según la carta de suicidio– se desangró en la bañera por haber visto un cartel publicitario; era de colonia, el lema era: Ha llegado tu hora. La marca ha retirado todos los carteles).
No se sabe cuándo el planeta se convertirá en una especie de piso ocupa a reventar de gente reclamando sus derechos. Parece que la ignorancia relacionada con la religión echará una mano. Los dilemas éticos se amontonan en la cabeza de quienes creen en la raza humana (no es mi caso…).
Sandra está comenzando a darme miedo. Ya lo ha conseguido, ahora le gusta follar con la pistola en la mano (y siempre con un dedo en el gatillo). Hace tres días, después, vi que estaba cargada. Aún no me he atrevido a decirle nada sobre el tema (uno de los motivos es que me encanta cómo folla arma en mano). Normalmente nunca la carga, pero temo que ahora comience a cargarla de vez en cuando para convertir el sexo en una especie de ruleta rusa.
Nos faltan dos años de contrato.
Jueves. Querido diario de mierda. La tercera edad se está comenzando a suicidar (ni tan siquiera se limitan a dejar de tomar las pastillas). Se ha disparado la venta de la Guía Tab. La gente joven adora la inmortalidad, las chicas la adoran; pero la gente muy mayor está pasando de ser eternamente viejos. Además se rumorea que en ciertos centros se administra Iris a los enfermos de alzheimer (el alzheimer sigue estancado). Hay manifestaciones por el derecho a la eutanasia vía muerte natural.
Y Sandra se ha comprado otra pistola (no se ha deshecho de la anterior).
Su prima, la adicta a Iris, ha entrado en un programa de desintoxicación de doce pasos. Dice que está encallada en el séptimo: “Sin miedo, hicimos un minucioso inventario moral de nosotros mismos”. Paso que coincide con el cuarto de Alcohólicos Anónimos. Ahora quedo con ella los martes. Tomamos algo juntos siempre en la misma cafetería. Hay un hotel de dos estrellas justo en frente que yo a veces miro de reojo. Se llama Marisa (ella, no el hotel), tiene treinta y dos años visuales, y odia las armas.
Viernes. El buzón está siempre lleno de panfletos verdes. Ahora ya nadie quiere apuntarse al ejercito. (Aunque en Estados Unidos se ha disparado la venta de armas de fuego…) Los conflictos bélicos se han convertido en una colección absurda de videos en Youtube (soldados que se niegan a saltar de un helicóptero, coches blindados que dan la vuelta cuando ven algún otro vehículo de fondo, soldados llorando en oficinas militares porque quieren volver a casa, etcétera). En los periódicos ya nadie quiere ser corresponsal de guerra. La sociedad conservadora (cualquiera de ellas) sigue matándose a sí misma por Dios. El Islam… bueno, el Islam sigue a su rollo. Los budistas también. Y también Sandra…
Sandra ahora solo quiere follar estando ella encima. Se ha comprado un sombrero vaquero. Y ahora ya sé que siempre carga las pistolas… Querido diario de los cojones… No sé qué hacer. Marisa ha superado su séptimo paso. Y la verdad, tengo miedo de cómo pueda reaccionar Sandra si corto con ella.
Domingo de resurrección. Se dice que esta semana santa el índice de suicidios se ha disparado… Han encontrado al cristo de la Iglesia del centro con una Guía Tab, esa guía sobre el suicidio, pegada con cinta aislante al pecho.
He quedado para comer con Marisa. Dice que ya se ha desenganchado del Iris; no toma más que el estrictamente necesario. Sospecho que Sandra me la está pegando con un tío de la galería de tiro. No siento nada especial al respecto; sólo una punzada de alivio (con la acostumbrada sensación de haber estado perdiendo el tiempo en pareja). Nos quedan seis meses de contrato. Dudo mucho que los cumplamos. Hoy ha sido Marisa quien ha mirado de reojo el hotel de dos estrellas. Hemos pagado la cuenta y hemos pillado una habitación. Estaba asquerosa. Olía a algo entre cocido y vestuario masculino. El sexo ha estado bien. No ha sido la explosión parafílica que tenía ya siempre con Sandra; pero ha estado muy bien el no pasar miedo de morir de golpe durante el orgasmo femenino.
Marisa es, digamos, cariñosa. El tipo de mujer que antes los hombres querían como potencial para compartir toda la vida. Ella también le ha puesto los cuernos a su marido (su marido es católico, le ha descubierto una Guía Tab escondida en el piso que comparten; en un sombrerero). Supongo que tendré que arriesgarme a ver qué pasa si le digo a Sandra que sería una buena idea «rescindir» el contrato. Sé que ya existe un programa de doce pasos para adictos a las armas; es fácil reconocer a uno (si por ejemplo folla con una en la mano…). Pero Sandra está cada vez más imbuida en su mundo. Ya no es la chica que quería para una boda tradicional (o eso o es que ahora la estoy conociendo bien…).
Estamos entrando en un colapso espiritual mundial (eso se dice, aunque no sé bien a qué se refieren). Tendré que habituarme a la monogamia en serie (esta vez como único modo de vida sentimental posible, y no el clásico “ya me voy apañando” de toda la vida). Marisa me ha dicho que al menos no somos vampiros…
(Y ya no volveré a escribir nunca más en ti, Diario Personal, porque creo que uno de los motivos por los que Sandra se folla a sus compañeros de armas, es que te ha descubierto. Así que ADIÓS. Así que me voy directo a la cama de matrimonio, me voy a tener mi último trío con Sandra y Gaston Glock, y luego negociar nuestra rescisión de contrato. Deséame suerte.)
pieza

2 comentarios:

  1. Hombre, es un honor que guste por aquí mi texto (supongo que or eso está aquí), pero estaría bien que hubiera un enlacillo a mi blog :)

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