sábado, 19 de abril de 2014

SARCO LANGE

el pueblo de pedir perdón




todos somos
cómplices de algo

de absurdas velas que nunca se encendieron
de pesados candelabros
que se nos clavaron en los ojos
cuando el mundo
amordazó tu noche
y tu sudor

cómplices
del maldito cáncer
que nos arañará
trágica y dolorosamente
el poema
de la vida

somos cómplices
en el medio de la madrugada feroz
cuando nadie
y todos te persiguen

cómplices de llegar a casa después de las diez
absolutamente hechos mierda y derrotados
y ya no te quedan más bolsillos
donde poder masticarte
la democracia ácida
de tu carnal desprecio

tampoco
te quedan más pastillas

túmbate en mis ojos
te grita la distancia
que yo te acojo/ vicaria e impura
en la república del daño

y también te garantizo
un boleto de ida/ y quizás regreso
allá donde los críos son de espuma
y el hombre y la mujer
se confunden a través de la hiedra
cuando respiras agitado
y con las manos sucias
de tanto labrarte el abandono

pero llevas una viscosa flema
que te atora la palabra
en el fondo
yo no sé a qué estamos jugando

porque si esto no es un jodido y triste juego
entonces dónde se incendiaron las cunas
que nacieron/ para ser pesebres

dónde los padres
que se levantaron en la medianoche de las tumbas
para follarse las fotografías
en donde nunca aparecimos

en qué puto milagro
nos cerramos de pieles
vomitando el precipicio
como ruidos de tenedores
contra vidrios
que no entendieron nunca nada

¿o fue que salivamos la coca del desprecio
en vanas estrategias de luna llena
antes que los fantasmas del dolor
se tragaran el zumo de tanta cobardía?

¿o acaso levantarse
a las 5 de la madrugada
sólo para ver
si aun nos late el velcro de la angustia
nos hace sentir menos inocentes?

yo justifico la belleza
cuando me olvido
de temblar

después la huida

el animal torcido
que se desata
lúcido y enfervorizado
coceando manicomios/ y hospitales

horda pagana de visiones
en cada centímetro de la calle Nataniel
fumando

enciendo cigarrillos
me toco los dientes con la lengua
para ver si todavía están en su lugar
le miro el culo a las señoritas que pasan por mi lado
y me pregunto qué olor tendrá
la polla estéril de ese tipo que recoge la basura

y me empieza
a flaquear el pulso

me astillo la calma
y cada paso
es como levantar trenes con los labios
dormidos

el lucro de mi lluvia
tu recuerdo

la sal
donde me escapé
los ojos

la moraleja

cruzo las avenidas
confundiéndome de rostros
"qué me miras hijo de puta"
yo no te miraba
y tú sabes que es mentira
pero tu cabello

entro en cafés
donde hay sectores para fumadores
porque me gusta ponerme brasas
en la misma boca
por donde alguna vez
me brotaron pájaros/ y nidos

hago la fila

pido un mokacino
con leche descremada

en Starbucks te preguntan cómo te llamas
y ponen tu nombre
en esos desabridos y torpes vasos de cartón blanco con verde
(a mí me divierte cambiarme la identidad todos los días)
luego te llaman
te lo pasan
te muestran una sonrisa de campos elíseos/ y altavoces
te dicen que eres una persona maravillosa
la mejor de las almas
que ha pasado por allí esa mañana
pero tú no les crees nada

apenas sabes
si aún sigues con vida

me siento en cómodos sillones de cuero natural
saco el teléfono
abro el wasap
"última vez ayer a las 12:43"
fuiste yo
cuando fui más/ yo

me entretengo
rompiendo con los dedos las servilletas
dejo los pedacitos en el cenicero
como la vida

y pocas veces
me termino el café

por costumbre
antes de irme
entro al baño
y si hay suerte
la arcada
se convierte en vómito
la delicadeza
de un incendio/ su anorexia

y me voy

nuevamente me arrojo de calles

aquí es donde
debería decir
que entro a un bar
me siento en la barra
pido un whisky y deje la botella
que me quiero alcoholizar los bosques

pero no

no entro a ningún bar

al menos
no en este poema

tampoco me saco los mocos de la nariz
ni me rasco el culo
por debajo de los pantalones

menos voy a putas
ni le prendo inciensos
al tormento innato/ de verte volar

no me voy a fumar marihuana
adentro de galpones abandonados
ni a realizar extraños exorcismos
en los patios desolados
de antiguas fábricas que se murieron de pena

no
no hago nada de eso

hago otra cosa

busco la multitud
más tortuosa de mi ciudad
me voy a los paseos peatonales
más groseros que pueda hallar
esos donde habitan calamares y peruanos
esas calles infestas de miles de personas
regresando a sus casas
después de haberle lamido la herida a la pobreza durante ocho horas
allí, allí donde apenas se puede respirar/ donde todo te sofoca/ y te sientes preso
allí, en un tráfico indecente de chaquetas bipolares
allí donde el olor a rata
es el perfume sagrado de la muchedumbre
allí, justo allí me dirijo
allí me meto
allí me sumerjo

allí entro

y me dejo tragar
lentamente por la masa humana
por el nefasto puterío bullicioso
de cientos de cuerpos
que te apretaron sin piedad aquella tarde
y jamás te pidieron perdón
porque la vida no está hecha de perdones
ni de vendas ni de rocíos ni de nada
la vida no te da la mano
ni te seca el sudor de la entrepierna
la vida no te muestra los colores
los colores te los montas tú mismo
cada vez que te miras al espejo
y juras que lo imposible
es como dormir adentro de automóviles dados de baja
y por eso te hiciste fuerte
el día que nos apagaron la luz

luego las calles
comienzan a vaciarse
de pieles

cada vez
voy quedándome
más solo

llega la noche

recién aquí
es donde comienzo a barajar
la posibilidad
de entrar a un bar

y de rascarme el culo
por debajo de los pantalones
mientras al lado mío
a un anciano le da un ataque cardiaco
y se derrumba sobre el pavimento
con la boca abierta

una paloma se le posa en el pecho

se acurruca

luego sube por su cuerpo
hasta su cara

comienza
a picotearle
los ojos

se los arranca
con violenta ternura

los escupe

y alza nuevamente
el vuelo

quizás
como todos nosotros

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