miércoles, 2 de abril de 2014

NEORRABIOSO

martes, 1 de abril de 2014

52


El amor sigue siendo un neologismo

La poesía de amor DAÑA. La poesía de amor
MIENTE y CONTAMINA. El amor no existe,
el amor sigue siendo un neologismo
con barba de tres días, una rata peluda
que ríe la bomba y se come los víveres,
un polizonte que causa el naufragio
y roba los chalecos salvavidas

mientras tú llorabas, te recuerdo
saliendo del súper tus bolsas llenas
de daño, saltaste de nuevo la valla de lágrimas

y ni siquiera un cactus, ni siquiera un grifo
porque tu amor era el novio amor,
el maldito amor que se inventan los poetas de amor

para no mancharse, para
evitarse las rúas del querer verdadero a cambio
de unos versos, de un “te amo” de tres alfileres,

los farsantes como yo, los poetas de amor como yo,

deberían fusilarlos a todos antes del gallo,
entre parterres de rosas sus brazos en jarras,
la luna frotándose el clítoris a cada disparo,
muerte a los que solo quieren dentro del verso,
las manos atadas, sus ojos blancos, muerte a
sus yemas y teclas frías, que aman a nadie.


BATANIA / NEORRABIOSO, El amor es un ave sin nido que pone huevos en el aire, 2014, fotografía de MERCHE CLOVER, modelo VERO VILLARES, pág. 85

Siempre dudando entre salvar el mundo o salvarnos de él (42)


lunes, 31 de marzo de 2014

51


Estaba dispuesto a arrodillarme mucho más

¿Os acordáis de aquella chica peligrosa y peligruesa que aparecía besándome ante una pintada de esas que hizo el gilibufono neorrabioso, hace tres meses, en la noche de Palma de Mallorca? Pues bien: esa chica me dejó hace un mes sin ningún motivo, pues salvo mi crueldad desaforada, misantropía en grados celsius, resentimiento con ali-oli, complejo de superioridad, recaídas continuas en Iratxe, travestismo ocasional, miedo infantil al sexo y síndrome de Diógenes, por no hablar de los versos malos que escribo y que pronto serán peores, por lo demás soy el hombre con anillo de Saturno por el que suspiran las mujeres de ojos limpios y el predilecto que sueñan todas las madres para sus hijas. Pero el caso es que su abandono me dejó desesperado y desde entonces he tenido que hacer unas cosas tan insólitas que parece de broma lo que hizo Ulises para regresar a Ítaca, aprovechando que ella me dijo que su decisión podía ser revocada “en el caso de que me portara bien”. Decidí portarme bien, por tanto.

Lo primero que hice, pido disculpas por adelantado, fue doblar la rodilla y acudir por primera vez a su casa, cuando había prometido que jamás, j-a-m-á-s iba a pisar la casa de una pija relamida como ella, pues en el ideario neorrabioso todo el que luzca un hogar de dos plantas y doscientos metros cuadrados debe pedir perdón y donarlo al Estado. La segunda cesión: le compré por su cumpleaños un ramo miraquelindo de veintitrés rosas, una por cada año cumplido, la primera vez en mi vida que regalo flores a alguien, unas rosas tan rojigordas y cursiflores que la dependienta me debió adivinar mi bolsillo carpantero y me dijo:

–Las rosas blancas son mucho más baratas, te salen a tres euros cada una.
–Ya, pero tienen que ser rojas.

Con las rosas recuperé un poco del terreno perdido pero no tanto, y eso que eran rojas y tan rojas que por culpa de su rojo llevo una semana a dieta de pasta y patatas, por lo que tuve que volver a la carga: le ofrecí un gato pequeño para nuestro pisito Creta, yo que odio los gatos y mi casera me los tiene prohibidos. Lo del gato no cuesta dinero porque ya lo robaré o conseguiré de regalo en algún sitio, pero llevaba tiempo pidiéndomelo y siempre se lo había negado. Hasta la semana pasada.

También he aceptado acudir en Nochevieja a su cena navideña, con sus padres, sus tíos, sus hermanos y la órdiga, a los que conoceré por primera vez. Contra la familia como institución no tengo más que todo; opino como Gide y Breton que el escritor que se precie debe librarse de ella, pero he aquí que también en esto ha llegado el momento de retractarse (con mi familia no tengo ningún contacto, ni siquiera sé si están vivos, y a los padres de Iratxe no los quise conocer jamás, y eso que con ella duré diecisiete años). Por si fuera poco, a esa cena tengo que ir con zapatos y camisa, como me ha subrayado Natalia, yo que jamás me he puesto una camisa en los últimos veinticinco años (tengo que comprármela en cuanto cobre la paga extra, también los zapatos). Y tengo a Natalia de un subidísimo y crecidísimo que no veas:

–Ahora que he tomado el poder –me dice–, quiero que barras Creta todos los días y tires las sábanas a lavar una vez cada quincena. Y tienes que dejar de comer como un guarro, ¿eh?, porque vas a hacer el ridículo con mis padres si no aprendes a comer.

En fin. Qué decadencia. Montar el tinglado neorrabioso para esto. Menos mal que anteayer dejó los segunes y dependes de otros días y, ya con ojitos de corza, me dijo:

–Vale. Volvemos a salir al ciento por ciento.

Con lo que he respirado como un pomelo o como un aguacate, feliz de la vida, pues cuánto frío si pierdo a esta chica y me quedo a solas con la literatura, lo ancha que se me va a hacer la noche, para quién voy a escribir si no está ella. Lo de mis renuncias y autotraiciones, además, qué más me da. Ella no lo sabe, pero estaba mucho más desesperado de lo que suponía. No estaba luchando solo por mi novia sino por mi vida.

Que lo sepas, Natalia. Te rendiste demasiado pronto.

Estaba dispuesto a arrodillarme mucho más.


BATANIA / NEORRABIOSO, El amor es un ave sin nido que pone huevos en el aire, 2014, fotografía de MERCHE CLOVER, modelo VERO VILLARES, pág. 82

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