domingo, 6 de abril de 2014

JOSE VILLA

domingo, 6 de abril de 2014

carta de un muerto a su cadavérica amante



querida aurora


me alegró mucho que quisieras verme en aquel café
y volver a reunirnos para hablar de los viejos tiempos
lástima que los dos estemos ya hechos unas ruinas
y aunque el café se veía delicioso no haber podido tomar siquiera un trago
pues hubiera sido grotesco comprobar cómo al ingerirlo
el líquido habría terminado resbalándonos adherido a las vértebras
hasta caer al piso y acabar formando un charco alrededor de la mesa;
en realidad fue una mala idea escoger ese lugar para vernos
desde que llegué tuve la impresión de que los demás comensales 
no parecían hallar normal ver a dos muertos sentados a una mesa
con las falanges entrelazadas y mirándose
a las cuencas vacías de los ojos como si aún los tuvieran;
menos mal que el mesero andaba a todas luces medio ebrio
y en todo momento se comportó amablemente
dándonos la bienvenida con aquella radiante sonrisa
apartándote la silla para que tú pudieras sentarte
y dejándonos la carta como si no se diera perfecta cuenta
de que aquellos dos esqueletos difícilmente podrían
meterse en la boca algo más que una simple goma de mascar;
en todo caso poder volver a verte fue fantástico
mi amor por ti no ha cedido un ápice ahora que estoy muerto
respecto al que siempre te tuve mientras vivía
-¿recuerdas que te decía que mi debilidad son las flacas?-
cuando te vi aparecer bajo la luz dorada del atardecer en la terraza del café
lamenté no tener ya un corazón que latiera en mi pecho
y al estrechar tu mano sentí añoranza de mi antigua piel 
y por un momento recordé tu suave tacto
las caricias que en algún lejano ayer me prodigabas
los abrazos que nos dimos y los besos;
hubiera querido poder echarme a llorar en ese instante
pero desde que estoy muerto ya no soy capaz de hacerlo
-me hubiera podido morir tal vez de un ataque de nostalgia 
pero morirse más de una vez sólo les resulta a los gatos-
a pesar de no haber hablado gran cosa aparte
de la monotonía y el tedio que entraña estar muerto
sentí que te quedaste con ganas de tocar el tema
de los motivos que nos llevaron a romper cuando fuimos mortales
yo no hice ningún esfuerzo por sacar a colación el asunto
porque total, para qué, ya da lo mismo
la vida pasó, mordimos el polvo y nos quedamos en los puros huesos
contigo perdí la oportunidad de ser feliz
y después de ti viví amargado y me volví un cínico descreído
que jamás pudo recuperar la confianza en las mujeres;
por lo poco que me dijiste ahora sé que tú
te quedaste sola el resto de tu vida
moriste a los 70 recluida en un asilo
una anciana solitaria, taciturna y melancólica
a la que nadie nunca iba a ver ni siquiera en su cumpleaños
supongo que al final no te quedó más que el maldito orgullo
de no haber mostrado jamás un sólo signo de debilidad emocional;
ahora que hemos vuelto a retomar el contacto
y que al parecer los dos sentimos todavía ese enorme vacío
que quizás en vida no supimos cómo hacer para atenuar
espero que no te importe si de vez en cuando
me tomo el atrevimiento de ir a visitarte a tu tumba
si mal no recuerdo siempre le tuviste fobia al sexo
y una de las causas por las que tronamos fue mi vehemencia sexual
el hecho de que yo quisiera cogerte a cada rato
y tocarte las tetas y meter la nariz entre tus piernas
-me fascinaba aquel olor ácido persistente aun bajo el perfume-
dado que ya no hay forma de que podamos tener
más que un intrascendente toqueteo hueso a hueso
y no quedan ya fluidos raros para intercambiarnos
ni oquedades oscuras que explorar ni miembros turgentes
aumentando de tamaño y apuntando a meterse en tu boca
-ni siquiera hay bocas propiamente dichas-
me imagino que ya no sentirás tu antigua aprensión
a que verme a solas contigo pueda derivar en un encuentro carnal;
quizás querrías que pasara a visitarte la próxima semana,
si no tienes ningún inconveniente házmelo saber
si te molesta igual no tengas reparo en decírmelo:
desde que estoy muerto ya no hay nada que me afecte
me aburro, eso sí, metido día y noche en este puto cajón
y escribo poesía para llenar con algo los enormes huecos de la eternidad
pero tampoco pienses que si ya no quieres verme
me voy a morir ni nada que se le parezca

un beso

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