sábado, 4 de enero de 2014

RAFAEL REIG, ESCRITOR Y LIBRERO DE LA LIBRERÍA FUENFRÍA.

Carta con respuesta

Conducta y conciencia

Hay muchas personas que también tenemos ganas de venganza contra los hijos del franquismo (que los hay y muchos en España) y no por ello deseamos la muerte a nadie del PP. Ddinamic
Quizá la “pequeña” diferencia entre justicia y venganza estriba en dejar fuera de plano a las víctimas, porque la justicia es política, sólo la puede ejercer la polis, la comunidad; mientras que la venganza es particular (y por ello mismo creo que en general opuesta, si no contraria, a la justicia). La justicia es legítima en la medida en que es objetiva o por lo menos el resultado de un acuerdo intersubjetivo que se hace explícito (mediante leyes, etc.) con ciertas garantías (por ejemplo, la no retroactividad). La venganza es ilegítima porque es subjetiva. Y por cierto, a cargo de sujetos bastante insaciables: por ellos, cumplirían mil años, aunque hubiera que poner rejas en la lápida.
El otro filo para mí preocupante en este debate es la presencia de entelequias tales como el arrepentimiento. Como bien dice Antonio Orejudo, eso no pertenece a la ley. Es más bien una cuestión ética que, desde el punto de vista social o político, sólo puede interesar a la religión. Examen de conciencia, arrepentimiento, propósito de la enmienda, decir los pecados al confesor (o emitir un comunicado público)… Da la impresión de que estamos poniendo a la ETA en manos de curas, que son los que siempre se empeñan en legislar conciencias. Así nos va, claro. No soy partidario de encharcar con aspectos de ética religiosa nada, pero menos aún cuestiones tan civiles como el aborto o el terrorismo.
Una cosa es la conducta y otra la conciencia. La ley regula conductas. Allá cada uno con su conciencia, salvo quienes se resignen a ponerla en manos de los curas.  Se castiga el asesinato, pero me parece peligroso (sobre ser un disparate) castigar el que un asesino no sienta suficiente dolor por los pecados cometidos o exigir pruebas de arrepentimiento.
A mí, que usted desee asesinar a alguien del PP, me importa un rábano, con el debido respeto. A la ley tampoco le importa, ya que no tiene nada que decir acerca de sus deseos. Que se sepa, querer matar a tu suegra no es delito. Ni siquiera tomarte un whisky por la tarde mientras fantaseas planificando el asesinato de tu suegra es punible. Los poco piadosos deseos de las famosas víctimas tampoco delinquen. Otra cosa es comprar veneno y ponérselo a tu suegra en las tortitas con nata.
Lo que quiero decir es que, si no distinguimos bien entre conciencia y conducta, acabaremos convertidos en una sociedad clerical. Que un etarra o Mario Conde estén o no arrepentidos no se puede probar. Basta con que se comporten como si lo estuvieran. Lo demás es patrimonio del alma, no de la justicia.
Si seguimos así, acabaremos volviendo a poner en vigor la única prueba pericial admisible y de eficacia garantizada para legislar sobre la conciencia: el juicio de Dios. Es fácil: antes de poner en libertad a un banquero o a un etarra, se le obliga a meter la mano en agua hirviendo. Si se quema es que Dios no le apoya, porque no siente verdadero arrepentimiento, así que se le lleva de vuelta a la mazmorra durante otros dos o tres mil años.
Lo mismo, por supuesto, como señala Orejudo, para el amor. Si dudas  del amor de tu pareja, pon agua a hervir. Dios hará visible su (negra) conciencia en cuanto meta la mano en el caldero. Si el Señor permite que se queme, será porque no te quiere. Al menos, no te quiere lo bastante sub specie aeternitatis.
Como solía decir Vicente Verdú: nuestra patria es la Edad Media.
A ver si el 2014 nos trae una más hospitalaria y menos áspera. Por ejemplo, la de Eugenio de Andrade, que decía: “Mi patria va de junio a septiembre”. Feliz año a todos.   

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