miércoles, 11 de diciembre de 2013

LA MONSTRUACIÓN

Miércoles, 11 De Diciembre De 2013
Memorias de Léopold, amo de llaves de Cabrónidas.
Abro el pórtico; el pestillo suena suave como el olor de un recién nacido y me muestra un umbral sumergido en penumbras. Cierro tras de mí, con un chasquido apenas perceptible como un parpadeo. Camino por un corredor que huele a solemnidad, flanqueado por columnas que se pierden en la oscuridad del techo. Mis pasos son lentos como una oración. Abro la puerta a un salón confortable y lo encuentro a él.

-Cábronidas.
-¿Sí, mi querido Léopold?
-Aquí le traigo el porno de última generación en 3D que me solicitó por encargo. ¿No preferiría el erotismo y su belleza? Esto es un montón de basura. Por cierto, como que llevaba tres meses desaparecido, me tomé la libertad de activar los dispositivos de búsqueda que tenemos contratados. Tras su pista iban Iker Jiménez, Paco Porras y Rappel removiendo cielo y tierra. También había en movimiento efectivos del CESID, FBI, CIA, DEA, el MI6, los Brothers trotters, los Village People y el coro de la tercera edad del Tirol.

Con gesto ausente, casi despectivo, agita el recio mosto que reposa en una copa que despide destellos. Alza la mirada que se clava en mí como si quisiera atravesarme y quedarse con algún trozo de mi fuerza vital.

-¡Pero qué coño! ¡Léopold, no me toques los cojones! La pornografía no tiene que esforzarse por ser bella. Es sexo explícito y el sexo forma parte de nosotros. Así que es bella en sí misma. El erotismo, sin embargo... ¡Ah, el erotismo...! El erotismo no es explícito y solo sugiere, y como cualquier sugerencia, si no viene respaldada de una acción real... es humo, nada de nada. Léopold, el erotismo se burla de nosotros, y nada hay más grotesco y vergonzante que simular un polvo cuando realmente no se está follando. Como bien sabes, mi buen Léopold, no estaba desaparecido: me adueñé de las llaves de la ciudad y decidí probar los orificios de todas las putas de todos sus burdeles.
-No es algo que me sorprenda, sinceramente. Además, es usted un hedonista y un depravado. No hace falta más que ver su colección de vídeos y DVD. ¿Dígame, ya ha confeccionado una lista con propósitos a realizar para el nuevo año?

Afuera, corrientes de aire arremolinan en volandas la inmundicia que infectan las arterias de la ciudad. El viento aúlla como un animal prehistórico y los ventanales crujen con su furia. El fuego calienta la estancia y el crepitar de la leña me causa un escalofrío. Vuelve a llenar su copa y me pregunto cuánta cantidad es capaz de beber antes de ladear la cabeza desmayado.

-Léopold, ¿es que has tomado alguna sustancia que no has compartido conmigo? -Su voz parece contener una carcajada y escupe un soterrado deje de displicencia. -¿Acaso tengo la palabra mediocridad pintada en la jeta, Léopold? ¿Acaso follo dos veces con la misma mujer? ¿Acaso soy alguien que le busca un razonamiento lógico a todo e incluso me atrevería a escribir un post kilométrico sobre los mecanismos del organismo que hacen que se relaje el esfínter si nos introducen un supositorio? ¿Acaso crees que puede llegar a llamar mi atención alguna jodida lista de ese tipo, a cada cual más lastimosa? ¿Acaso, cuando escribo en algún blog, mis comentarios acaban con alguna frase tipo "vive y deja vivir", "jode menos y folla más" o "la vida son tres días y dos pasaron ya"? ¿Acaso, mi querido y siempre correcto Léopold, durante algún brevísimo instante de tu vida me has considerado más gilipollas que ellos?

Le miro y es ahora cuando, quizás, debiera sentir lástima u odiarle por esa falta de tacto de la que tanto carece y de la que presumen otros. No obstante, siento un afecto por él difícilmente explicable. Al fin y al cabo, él lo sabe: es uno más entre tantos, pero no está atrapado porque nunca permanece más tiempo del debido en este lugar. Porque su vida está en otra parte.

-Está usted realmente desquiciado, Cabrónidas. Acabará solo y prisionero de sí mismo entre las paredes de esta mansión, torturado por sus propios demonios y ahogándose en el fondo de las copas que vacía una y otra vez. Jamás podrá cambiar nada. Si acaso, será usted el que cambie.

Entonces se levanta como si hubiera estado sentado en una nube. Arroja leña a la chimenea y el fuego parece apagarse para cobrar renovado vigor momentos después. Pulsa un botón y una música que huele a blanco y negro llena la estancia. Huele a Cary Grant, a Glenn Ford y a todos aquellos callejones donde los gánsteres ajustaban cuentas. Da un nuevo sorbo a su copa y su voz suena calma y sosegada.

-Léopold, ahora recuerdo, entre otras cosas, el porqué de nuestra amistad: haces que quiera ser mejor persona -otra vez esa carcajada que no acaba de producirse-. Pero todo cambia y nosotros cambiamos al ritmo del cambio. Al menos, cambiaron los hábitos de los fumadores, que desde hace un tiempo tienen que fumar en la calle o en su puta casa. ¿Recuerdas lo que me costó dejar de fumar, Léopold?
-Claro que me acuerdo. Por aquella época, estaba más intratable que de costumbre, y para contener su adicción, desarrolló la extraña afición de coleccionar esporas, moho y hongos y luego se iba a agotar las existencias de alguna licorería. De hecho, Cabrónidas, debo aplaudir, aun en contra de mi voluntad, su enorme fuerza de voluntad.

Entonces se ríe estentóreo, probablemente por lo redundante de mis palabras, o es posible que ni siquiera él lo sepa, y su carcajada se esparce hasta ocupar el último rincón de aquel cálido salón atiborrado de libros polvorientos. Hay una sinceridad descarnada en esa manifestación de alegría, y comprendo que jamás cambiará puesto que es feliz y no espera nada salvo las sorpresas que depara el vivir día a día como si fuera el último.




Publicado Por Cabronidas @

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