cuando tenía seis años

mi padre me agarró de la mano
y subió conmigo a la azotea de la casa
-había 10 metros hasta el piso-
"es hora de que aprendas a volar" dijo
caminamos hasta el no muy alto parapeto
que rodeaba el perímetro de la azotea
mi padre me ayudó a trepar 
"cuando empieces a caer extiende los brazos, 
y luego echa la cabeza hacia atrás"
entonces me empujó de pronto hacia el vacío
y a continuación yo comencé a caer
al principio sentí una especie de miedo
que se extendía como un relámpago por mis huesos
impidiéndome incluso pensar
luego recuperé cierta ecuanimidad
y traté de abrir los brazos
sin embargo no pude hacerlo;
veía el piso acercándose con rapidez desde abajo;
pude distinguir cada vez más claramente
las líneas de separación entre las losas de la banqueta
y las briznas de hierba que brotaban por ellas
después sentí que mi cabeza se abría
y luego estuve un tiempo indefinido sin saber de mí
sumido en una especie de inexistencia
o en el limbo o en algún lugar vecino
entonces volví a abrir los ojos;
supongo que aquello era un cuarto de hospital
vi a mi madre sentada no lejos de mi cama
en un sillón pegado a la pared
tenía un libro abierto entre sus manos 
pero en vez de leer ella miraba
con cierta aprensión hacia la ventana abierta;

las cortinas estaban descorridas
y una brisa ocasional se colaba del exterior
parecía mediodía y el cielo
era de un color azul intenso
a la distancia había unas cuantas nubes
y más cerca se veían algunos edificios
también pude alcanzar a distinguir
la figura de mi padre surcando el espacio
con su hermosa capa azul restallando a su espalda
al impulso de la aerodinámica supersónica
dos segundos más tarde entró por la ventana
mi madre se levantó y ambos se abrazaron
ella sollozaba en un tono muy bajo
y quizá su actitud implicaba un reproche

él suspiró con cierta impaciencia

"le di las instrucciones correctas, luisa,
pero el muy pendejo no hizo nada"