viernes, 13 de septiembre de 2013

UNO NORTE. SARCO LANGE





Las Horas Mías II




I

- Conchita, esta noche acuéstate temprano...
- para qué, ¿para sentir más miedo Sarco?

II
tenemos miedo
todos tenemos miedo
yo tengo miedo


                             Sarco tienes miedo
III
Conchita es un pájaro que vive arriba de un árbol que la traicionó siendo semilla. Se miró las manos después de los 70 años y se dio cuenta que su vida se le escapó por la ventana mientras servía el almuerzo día a día con los hombros cansados.
Supo del veneno del hastío, y aun así decidió inmolarse. Se despojó de su vida como si fuese una mortaja de malas estrellas y levantó la vista al norte.

aunque la acabara poseyendo el sur.
IV
luego estuvo tres años completos postrada en una cama de mierda porque no hubo psiquiatra alguno en este jodido país que le arrancara la depresión y la angustia en su vivir
V
Conchita llegó a pesar 45 kilos
estaba desnutrida
se quería morir
se estaba muriendo
se apagaba
un día le compré un vestido lleno de flores y la obligué que se lo pusiera, que se levantara de esa puta cama que la estaba devorando viva y se lo pusiera
se lo puso
y se fue a sentar al living
después volvió a acostarse
VI
ahora le pido que se acueste temprano y me responde que tiene miedo
sigo recitándole poemas y me dice Sarco tú tienes más miedo que yo
VII
que tengo miedo
madre, tengo miedo porque no sé vivir
tengo miedo porque la vida madre
tengo miedo desde la nieve

y hasta el olvido
VIII

no sé si hay muertes elegantes, no sé en qué túnel extraño se pierden las vidas, no sé y no lo quiero saber, el árbol, el famoso árbol del que tanto hablo lo sabe de memoria, el árbol al que le narré la novela que abarca la más grande de las caricias, tan grande incluso que a veces parecía bofetada

el árbol que le besé su cuna
y llegué hasta el otro país
yéndonos
IX
de tanto avanzar desprecio
me sumergí en la euforia de las distancias
conocí el vuelo que hay detrás del vuelo
y me embriagué con el olor fugaz de las terrazas
X
hay una especie de manicomio fabuloso
adentro de mi cráneo
porque vivimos en otras personas
nuestra existencia no es nuestra
es de otros
estamos presos
somos los convictos sagrados de la humedad
y escribimos en el sopor mustio de las noches abandonadas
XI
Mi madre le decimos Conchita, pero su nombre es María Concepción, y su padre era Catalán. Su hermana menor, no la menor, la del medio, bueno, tiene una hermana que sufre de esquizofrenia, de esas feas, todos tenemos una tía loca en el anuario fatal de nuestra familia, en este caso la hermana loca no sigue tratamiento alguno y yo sé que uno de estos días va a terminar suicidándose.
Cree que está embarazada de Jesús.
Vive con su hermano, mi tío, hombre que sufrió un exilio político en Ecuador en los años 80 y donde se bebió todo el dinero que le enviaba mensualmente la Facultad de Sociología de la Universidad de Chile. Si bien no tiene esquizofrenia pienso que está mucho más demente que ella. Creo que cuando se suicide la hermana se va a matar él. Una vez soñé, hace mil años, que llegaba justo al departamento donde habitan ahora (y que en ese tiempo no tenía cómo yo saberlo) y abría la puerta a golpes después de haber tocado el timbre una infinidad de veces y entraba y lo veía colgando del techo, con la boca abierta de donde se le asomaba una terrorífica y enorme lengua azulada. Estaba ahorcado. Estaba muerto. Era un péndulo macabro. Dios mío. Y tenía, además, los ojos muy abiertos, tú me entiendes.
Si vamos un poco más atrás, mi bisabuelo enloqueció de pronto y le regaló todo su dinero a los pobres y se dedicó a vagar por las calles, no sin antes haber dejado en la ruina a su familia. El viejo era escultor y vivía en Barcelona. No te diré dónde trabajaba allá porque no me creerías. Pero el bisabuelo era un loco. Mi tía es una loca. Mi tío es un loco.
XII
tengo los genes
malditos
XIII
hijo, no te preocupes, pudiste tener muchos defectos, pero nunca intentaste asesinarme
XIV
hijo
la noche
es mi agresora
          madre
          la noche es larga
XV
y tengo la boca seca
repleta de crucifijos
juré no caer nunca hacia la tortura de las chimeneas
pero suelo despertar rodeado de navíos
fantasmas
XVI
madre
tú tienes miedo de la noche
afuera hay un sortilegio de fantasmas
queriendo entrar
yo los detengo
pero vuélveme a morir
XVII
y también está la otra edad, la del viento, la que ampara el sueño debajo de colchas multitudinarias, el calor que entumece la vigilia hasta el recuerdo de las garras
sufrí siendo lluvia
sin la lágrima
que se abrió en el mar
o el desierto
impío de los aeroplanos
la miel en el veneno
y el cuerpo que tembló
donde los gritos dejaron de ser gritos
para convertirse en un suave rostro de pañuelos
violenta marcha
en el drama privado de un poema
o la sutil intromisión
de una mano que busca
que encuentra
que aprieta
que mata
que desaparece
que es eterna
que mana
que escribe
que borra
que se borra
que lo borra
vibrante sonido
de almas abiertas
plural el orgasmo
cayéndose de la cama
soldados de sangre
perdiéndolo todo
XVIII
Conchita está en un estado de coma con la rutina, su esposo la mira desde su silla de ruedas, el hijo a su vez los mira a ellos, Conchita le pide que deje el cigarrillo, el esposo, el padre, le pide le lleve golosinas y dinero, el hijo ya no los mira, que se ha ido lejos quedándose cerca, que se fija en el cosmos que habita en la pelusa que invade la lástima, Conchita escucha a Gardel en la radio pequeña que tiene siempre a su lado, afuera se sienten disparos, perros que le ladran a sus propios ladridos, el hijo que lo único que quiere es ponerse a llorar
llorando
XIX
simulemos un reflejo de soles
y cerremos nuevamente los ojos
hasta mañana
prendámosle un nuevo silencio
al grito amargo de la tierra
suicidemos la muerte
que nos rondó
cuando creíamos
en la vida
y volemos
como los mares locos









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