viernes, 6 de septiembre de 2013

SARCO LANGE




una carta en medio de la noche




Me faltó decirte algo.
Aunque siempre te lo dije todo, creo que me faltó decirte algo.
Contarte que el poema se quedó dormido detrás de los matorrales y que la city sigue su curso con total indiferencia.
Que afuera de las cárceles los padres llevan muchos siglos durmiendo en el insomnio demencial de sus retoños malditos. Y que en la visita de los viernes los atosigan con papel higiénico y paquetes de cigarrillos de pésimo sabor.
Que en Santiago de Chile ya está llegando la primavera y que me meto en el culo el sol y las chicas que muestran impúdicamente sus tetas en el metro y que después se quejan porque son violadas a las once de la noche en cualquier estación vacía.
Me faltó también decirte que empecé un nuevo poemario . Uno en el que apareces a cada rato.
Tú sabes que yo no tengo abuelos vivos, que si los tuviera frente a frente les preguntaría si es mejor escribir un poema estando vivo o si es mejor leer un poema estando muerto. Y me gustaría que fuesen ambiguos en su respuesta, que me la contestaran sólo con miradas extrañas, esas miradas de abuelos vivos, esas que no se pueden interpretar a menos que entres en sus campos de ortigas fabulosamente decapitadas, esas miradas presas del pánico. Porque los abuelos son los primeros en sentir pánico cuando se miran las manos y no entienden, o no quieren entender, la orgía monumental de las últimas arrugas. Pero el pánico los salva, ¿has visto a un abuelo matar a un nieto?, NO. Has visto un padre matar a un hijo, SÍ.
Ese piano de mierda que tengo sobre la mesa de centro lo sigo ocupando, lo hago pésimo, pero no tengo demasiados amigos. A veces se me ocurren melodías y te las regalo a través del viento. Cómo será la afonía de los dioses actuales que incluso la otra noche le puse letra a una que tocaba y de tan borracho que estaba se me olvidó dejarla anotada y, además, se me quedó el gato en el balcón.
Continúo con el drama dental, el hueso de la mandíbula me rechazó tres tornillos y me los van a reimplantar en octubre, no sé muy bien qué es octubre, si es un mes, el nombre de un pájaro o un genoma azul que huye despavorido pues lo persiguen dramáticas calaveras. Pero sí sé que es atroz y hasta perverso cuando te meten taladros por las encías y en las calles las putas más gordas se compran bragas pequeñísimas sin siquiera sospechar que en un quinto piso hay alguien que está escupiendo saliva mezclada con coágulos de sangre.
Sigo bebiendo los fines de semana, la otra vez vomité una cosa medio verde y no había comido nada verde, puede haber sido una mezcla de ingredientes, recuerdo haber comido sushi, sólo eso, 8 rolls y demasiadas Coronas, pero vomité y después me sentí más recuperado, de hecho luego de vomitar le mandé un correo al abogado diciéndole que el lunes le llevaría sin falta los papeles que me había solicitado.
El sábado leí un poema en un bar, se me puso traposa la lengua, confundí algunas palabras y se fue todo a la mierda. Hay que saber leer frente a la gente. Yo no sé. Ni quiero saberlo, Ni quiero leer. Ni quiero volver a salir de nuevo. La noche a veces es demasiado adversa. Y el día.
Me sigo masturbando, todos los días, pero ahora me sucede algo extraño que no me había pasado antes. Lo hago mirando zapatillas. Qué curioso, me pone cachondo y muy morboso ponerme a tocar y lamer zapatillas, no importa el color, con o sin cordones, no importa la marca, no importa el modelo. No sabes cómo me excita estar tocando zapatillas. Pienso comprarme unas Converse doradas que vi hace unos días en el centro y que tuve una erección feroz cuando las tomé entre mis manos, el vendedor creo estaba a punto de llamar a un guardia, pero andaba sin pasta así que no las pude comprar. Veremos si me pagan una plata que me deben y me las compro el jueves. Son hermosas. Y ese olor a cuero...
También desacralicé la poesía, hablar de muertes y tragedias sólo se hace cuando estás muy vivo, y yo me estoy muriendo, de a poco o rápidamente, no lo sé muy bien, pero acabando como todos, como toda la puta flora y fauna de lunáticos que un día les da por ponerse collares en las pestañas y al otro se compran el periódico y se sorprenden con el alza desorbitada de las acciones de Yahoo.
Continúo fumando más de lo que aconseja el buen decoro y me estoy demorando más de una semana en corregir poemas. La otra vez escribí uno de quince folios y en la novena corrección me di cuenta que era un mierda de poema y lo borré. Hablaba sobre la filosofía del poeta que se levanta por las mañanas con una esperanza muerta entre los ojos pero que en la noche la quiere escribir y se da cuenta que con las mismas manos que pretendía escribirla se ha limpiado la mierda del culo después del almuerzo y no sabe realmente cuál de las dos cosas es la verdadera poesía.
En fin.
Establezco el simulacro de los versos.
Realizo ceremonias invocando lo que fue.
Tengo el hábito pagano de mirar al Norte.
Me dio por creerme árbol y le tuve terror al otoño de la furia.
Me fumé la otra noche un porro tan malo, pero tan excesivamente malo, que acabé tirado en el sofá hablando puras idioteces, salí al balcón y le grité algo hacia abajo a un tipo que repartía pizzas, lo escuchó, me hizo un gesto obsceno con el dedo y se largó en su moto. Nunca supe qué mierda le grité. Luego me fui a acostar cómo pude. Le echo la culpa al porro, no a la visión que tuve de verte bailar hermosa sobre todos los mares del mundo.

Bueno, espero que estés bien, sé que estás bien, estoy seguro que estás bien, hasta podría jurarlo, pero juré no jurar más.

Mi perro aun no aparece.
Creo que ya no volverá más.
Lo más probable es que haya muerto.

Un beso fuerte.



Sarco.








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