martes, 17 de septiembre de 2013

LA LIBRERÍA FUENFRÍA...DEL ESCRITOR RAFAEL REIG, AHORA TAMBIÉN LIBRERO.

domingo, 15 de septiembre de 2013

¿Olvidaste una carrera de chapas?

No le desagrada al librero informar de que, una semana más, las ventas de Antonio Orejudohan triplicado a las de Julia Navarro. Otros best-sellers de la semana han sido Victor Hugo, la Historia de la escritura, de Luois-Jean Calvet y Cartas de cumpleaños, de Ted Hughes.

Cuando Borges hablaba de Tolstói, cree recordar el librero, le daban ataques agudos de pereza. Che, decía, una obra total, este... que pelmazo, ¿no? Abarcar la totalidad de la experiencia humana, cuánta avaricia, ¿viste?, ni un gallego en su almacén. Estos tipos se deben de despertar sobresaltados en plena noche, porque recién se acordaron de que faltaba algo: ¡Maldición, olvidé meter en la novela una partida de truco! ¡Qué desastre, che! ¡Qué fracaso! Y sin detenerse ni para hacer pis se pondrán en pijama a añadir un capítulo con la partida de truco o con una regata, porque olvidaron también una regata. ¿viste?

Al librero le hace gracia, pero en sus ratos de novelista tarambana, a veces se despierta de pronto a medianoche como si hubiera sonado una alarma: ¡se me olvidó una escena en que se pincha un balón de reglamento en el patio del colegio, estoy perdido!


Borges haciendo buena letra



¿Y qué pensaría Borges si leyera las cuartas de cubierta de algunos libros que envían a laLibrería Fuenfría?

¿Tolstói, el novelista total?

Ja.

Ja, ja.

Tolstói es un para poco al lado de un tal Santiago Posteguillo, que, según dice la editorial, consiguió meter en una sola novela, Los asesinos del emperador, nada menos que todo esto:

Una guerra civil, las fieras del Coliseo, la guardia pretoriana, traiciones, envenenamientos, delatores y poetas, combates en la arena, ejecuciones sumarísimas, el último discípulo de Cristo, el ascenso y la caída de una dinastía imperial, locura y esperanza, la erupción del Vesubio, un puñado de gladiadores, la amistad inquebrantable, Marco Ulpio Trajano, el mito de las amazonas, una gladiadora, nueve emperadores, treinta y cinco años de la historia de Roma. 

Ahí queda eso.

Vale, es cierto, puede que olvidara meter un repartidor de butano y una oblata del Opus Dei felatómana y tartamuda, pero, en conjunto, Posteguillo sin duda durmió bien, satisfecho, con la paz que da el deber cumplido: más no se podía meter.

¿Para qué seguir leyendo otros autores si, una vez leído Posteguillo, poco podrán añadir?

Eso le decía al librero Borja Segovia, después de leer la contraportada:

-Pues igual me llevo éste... ¿Tú has visto? Te lees esto y estás apañado para una buena temporada, trae cuenta.

¡Buen trabajo, Posteguillo!

¡Espabila, Tolstói, que no las pías!

Compare, y si encuentra algo mejor: ¡lea!

Tolstói: olvidó meter una partida de canicas


Posteguillo: no se dejó nada en el tintero
           

martes, 10 de septiembre de 2013

El jueves, tertulia en Peña Pintada

Los jueves, milagro y tertulia.

Es costumbre que, cuando viene un autor invitado a la tertulia, le pidamos consejo sobre nuestra siguiente lectura.

Luis Mateo Díez no titubeó: "Deberíais leer el libro de Juanín", dijo de inmediato.

Pues dicho y hecho, maestro, el jueves 12 de septiembre nos reuniremos a comentar Un amigo en la ciudad, de Juan Aparicio Belmonte.

El regalo es que el autor vendrá a la tertulia: un amigo en Cercedilla.

Es un regalo porque Juan es una de las personas más divertidas y con más afición a discutir (con razón o sin ella) que conoce el librero tarambana.

Juan Aparicio Belmonte


El librero tarambana conoció a Juan hace muchos años, en un viaje en autocar a la Semana Negra de Gijón, en compañía de Ana Merino. O eso cree recordar. Llegaron los tres afónicos y con agujetas de tanto reírse a mandíbula batiente. Luego siguieron viéndose con asiduidad, porque el librero disfruta del humor ácido y lúcido de Juan y agradece su amistad. Ambos comparten muchos principios fundamentales (evitar en cualquier acto hablar antes del amigo Lorenzo Silva, para no ser eclipsados; pedir algo de picar siempre; no cambiar el tono de voz par dirigirse a los niños; mirar sin disimulo a las mujeres; no contar chistes, etc.), pero Juan tiene además una envidiable capacidad para ver el lado ridículo de lo que todos aceptamos sin oponer resistencia, una mirada flaubertiana, diríamos si quisiéramos ponernos estupendos.

Para asombrarse, no hay más que seguirle en twitter, @superantipatico.

Las novelas de Juan siempre son comedias y, en opinión del librero, Un amigo en la ciudades la que le ha salido más redonda. Comedia, sí, pero con trastienda.

En realidad la novela trata de algo simple de enunciar, pero muy difícil de construir a través de una narración: la perplejidad ante el curso normal de los acontecimientos.

Como muchos de sus protagonistas. Andrés está perplejo ante lo que todos damos por sabido, y se subleva contra la vida cotidiana. Una insurrección tan inevitable como destinada al fracaso.

Siempre me hizo gracia la perplejidad de Juan al publicar su primera novela, que no sabía cómo firmar. Juan Aparicio aún suena (a quienes tenemos cierta edad) a escritor fascista. Juan Belmonte, a matador de toros. ¿Y Juan Aparicio Belmonte? Pues me temo que a ganador de Juegos Florales o del concurso de relatos de una población rural con un concejal de cultura emprendedor. ¿Qué hacer? ¿Inventarse un seudónimo? ¿No es acaso una excentricidad imperdonable publicar con seudónimo? Me consta que Juan se devanó los sesos durante semanas, hasta que decidió aceptar su nombre y dos apellidos, que ahora ha convertido ya en nombre de excelente novelista.



Vente el jueves a charlar con Juan de su novela y de todo lo demás.

Por cierto, nuestro menú inglés se ha agotado, ya estamos preparando otro.

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