viernes, 5 de julio de 2013

UNO NORTE. SARCO LANGE




psicoterapia breve



Te voy a dar una receta para esos días en que crees que la angustia te carcome por dentro y aún así piensas que queda alguna esperanza.

Es ir al matadero del pueblo y hablar con el del aseo, generalmente se llaman Anselmo y siempre han perdido un hijo en un accidente automovilístico. Antes la gente moría de enfermedades más nobles pero hoy se ha perdido la elegancia en el partir. Bueno, ir al matadero y darle un par de billetes para que te consiga una rata, no una grande, más bien una pequeña. Esperar un tiempo razonable, podrás ir a fumar a la esquina o, si hay por ahí cerca un carrito que venda café, comprarte un capuccino y hacer como que estás esperando a alguien. Pero no estarás esperando a nadie, sólo el encargo maldito que le las hecho a Anselmo (el del hijo atropellado). Y el encargo es la terapia maldita que te librará la angustia del vivir, el tramo macabro de una existencia con gusto a soledad. Que te golpean el hombro y que es Anselmo (el del hijo) y te dice señorita aquí está lo que me pidió, la hallé detrás de un árbol tan quieta como un paraguas que fue olvidado en un velorio al que sólo fueron tres personas. Gracias Anselmo, salúdeme a su hijo vivo, si es que le queda alguno. Coger el paquete, subirte al coche, poner primera y tomar la autopista central que te llevará a casa. En el camino abrir la ventanilla para sentir el viento jugar con tu cabello, mirar de reojo la bolsa de color café donde ahora habita la rata y verlo moverse como si adentro hubiese una plegaria que jamás creyó en su fatal destitución. Llegar a casa, correr como una loca con la bolsa entre las manos, subir las escaleras, entrar, quitarte el abrigo (es invierno y hace frío), poner una de los Pixies y comenzar el rito de la sanación. Siéntate cómoda en el suelo, respira profundo, piensa en tus antepasados, en los antepasados de tus antepasados, piensa en el primer amor de tu primer antepasado y luego olvídalo, no vale la pena, siempre has estado muerta. Y ellos también. Pero de otro modo. Vuelve. Abre el paquete y deja que la rata se quede a 30 centímetros de ti. Mírala fijamente, las ratas cuando las miras a los ojos se paralizan. Vas bien. 10 minutos, 11, 12...ya está, es tuya, estira tu mano derecha y levántala, levántala hasta la altura de tus ojos....y abre la boca. Ábrela bien grande, como cuando tenías 6 años y gritaste esa noche porque habías visto al diablo pero nadie fue a verte, nadie despertó, y no despertó nadie porque en las casas fantasmas los gritos son parte de la oscuridad. Ábrela grande, piensa que estás en el dentista del infierno, piensa que el hijo de Anselmo te está masturbando y tú sólo quieres correrte suplicando te mee en la cara. Ábrela. Como una O grotesca, y hazlo... ponla dentro de tu boca. A la rata. Si la tomas por la cola te juro se va a resistir, así que cógela desde el cuerpo y empújala hasta que puedas cerrar bien tus labios como una guarida elegante y húmeda que refugia la lepra de su sentirse mal. La sentirás histérica revolcarse en tu paladar, es parte del juego, déjala que sea tu amiga, tu presa, el ángel que te salvará de todas las muertes. Y ahora, usando tu lengua ubica su cabecita, ponla entre tus dientes y aprieta mierda!, aprieta muy fuerte hasta que tus molares sean la guillotina macabra que entonará el dulce himno de la esperanza. Si sientes algo tibio es su sangre, cuida que no se salga por la comisura de los labios. Y empieza a masticar. Tranquilamente, eres tú y tu beneficio, eres tú y los volcanes violentos que te agitan la locura, eres tú y tus padres y tus abuelos y tu enorme y fatídica familia que te dice querida, mañana nos vamos a morir y tú te vas a quedar sola con toda la angustia de los bosques rompiéndose en tu corazón. Ya casi hemos terminado, digiérela pausadamente, con garbo, con tino, con la eterna vigilancia de los astros que te conducen hasta el precipicio. Y trágatela. Que vaya río abajo por la pendiente pedregosa de tu bella  tráquea, no te vayas a atorar mi amor, tómate todo tu tiempo hasta que la sientas depositarse enmudecida en el desierto amplio de tu estómago. No lo puedes creer. Pero lo has hecho. Por ti. Luego anda a la despensa y saca la botella de Mezcal, tómate las copas necesarias hasta que sientas las piernas flaquear. Y cuando llegues a ese estado saca un cigarrillo de tabaco negro y quítale el filtro, fúmatelo hasta que tosas de asco...y parte al baño. Despójate de toda la ropa y mastúrbate de la manera más indecente y escalofriante que te puedas imaginar, métete el cepillo con el que te desenredas el cabello, usa el tubo de pasta dental, cualquier cosa que encuentres a mano, la cosa es que es preciso que te corras violentamente, pero no por calentura, sino para propiciar el temblor ancestral que le pondrá fin a esta cruel psicoterapia. Y cuando te hayas corrido siéntate en el váter (ya el tabaco negro y el tequila estarán haciendo su parte en todo esto), abre bien las piernas y puja, puja, puja hasta el sacrificio de las flores que son arrancadas en las noches de luna llena, puja hasta la culpa que siente el padre por mirarle el culo a sus cuatro hijas, puja la miseria absurda de tener que trabajar para poder vivir, puja mi vida, puja hasta que sientas que la mierda roedora va cayendo desde tu ano y que al caer al agua te salpica las nalgas de infiernos y azucenas. Si quieres vomitar hazlo, no te lo digo porque me da asco escribirlo. Antes de tirar la cadena levántate y mira lo que has parido, míralo bien porque es tu privilegio, míralo, míralo bien y luego olvídalo, jala la cadena y también mira cómo se va por el conducto, mezcla de mierda, rata, angustia, chatarra, sangre y desesperación.
Luego vete a acostar, enciende la tele, pon HBO, dan unas pornos muy buenas, o si lo prefieres, comienza a escribir una poesía, una bella, una llena de mariposas y libélulas, o lee, lee uno de Whitman, eso te hará bien, o bien llámame por teléfono pero no hagas que yo hable, sólo cuéntame de tus días, de tus noches, cuéntame del porqué tuviste angustia y el motivo por el cual me obligaste a descuartizar una rata.

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