martes, 21 de mayo de 2013

UNO NORTE. SARCOLANGE

y aún estaba allí
odiando hablar de tumbas
para no nacerme en obituario

para seguir
de alguna forma vivo
entre las ramas atroces
de una arcada
que se hace frenética
indomable
saliva y puro vendaval

rodeado de ánforas, cenizas, barrenderos
¿Poeta, has muerto en mi hijo?
¿recuerdas, mujer
cuando una antorcha
me hizo cielo el rostro
sólo para beberte las campanas
que reventaban mustias entre las piernas
de una manicomia madrugada?

dicen que hubo luces
martirios
y un baile que no desfallecía
el licor corría por las bocas
como la savia maldita
que fecundó este mundo de versos y paraguas

después el cielo que se abría
dejando caer cráneos y candados 
tajo abierto entre la multitud

una explosión
que ensordeció la gula
el espasmo
las manos llenas de semen, tu humedad
dándole forma
a la criatura de la noche

el karma odioso
de la cruel fascinación

por eso los suicidas
son tan gallardos
porque aman la vanidad de su propia muerte
porque hacen de un poema
el desfalco bendito de un vértigo de sal

y porque antes que el reloj de las seis tú te vas a levantar a costa del enjambre de premuras que atosigan tus puertas cerradas en el malabar, pájaro bien amado entre la hierba, la misma  que me fumo por las noches sólo para hacer circulitos en el aire y pintarles la boca de un rojo igual al que te vio Dios antes de irse a exorcizar, porque la suma de la resta es igual a la humedad del siglo que supo hacernos medallas y alacranes, ahí, en la justa tribu de unos ojos en sepia queriendo abrazar el horizonte mientras todo vuelve a encajar, salvaje, feroz, las vidas y la simpleza de un café con leche en la sombra elemental de una familia que nunca dejó de pertenecerte y a la que también yo amé.

verbenas, agua de ojo y tu pelo, opio
rodeo el cuello para hacerte dormir
tu insomnio
es la vigilia cruel de un país
sumido en la cuenca vacía del orgasmo

porque pese al aborto de la noche
me gusta pensar que estás despierta
mirando sobre tu hombro
el sol que se asoma impuro
como un diablo que goza reteniendo tanto mar

pero caigo
y también
me duermo

la sombra en el discurso
palabras que son como acordeones
y la magia, la misma magia
que saca conejos de mis ojos
porque si no me mató el silencio
menos me matará el grito.

S.

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