jueves, 9 de mayo de 2013

RAFAEL REIG. ESCRITOR.

Blog de Rafael Reig

Rafael Reig, blog, escritor, novelista, literaturaPues aquí pondré lo que se me vaya ocurriendo. Poca cosa, en general. Lo primero que se me pase por la cabeza. Lo que lea por ahí y lo que me cuenten en la barra de los bares o los amigos. Y si alguien quiere poner algo también, estupendo: no censuraré ningún comentario. Corrijo: sólo permitiré que se publiquen los comentarios que a mí me dé la gana y no daré ninguna explicación al respecto

El albatros y la ballena

Mi amigo Ricardo Gómez me ha enviado una foto de la lucha-libro en la que Ángela Vallvey me descalabró y me descabalgó y me hizo morder el polvo.
Eso duele.
Aunque, en cierto modo, también suena erótico y tentador.
Aquí estamos frente a frente:


En la pantalla el público va leyendo lo que escribimos y ve lo mismo que cada uno de nosotros ve en su pantalla.
Esta semana he andado presentando libros, entre otros el de mi amigo Guillermo Aguirre, Leonardo.
Una gran novela.
El protagonista es un personaje que no consigue adaptarse a la vida que los demás llaman normal, alguien que puede ser desde el Dangling Man, de Bellow hasta el Holden Caulfield, de Salinger.
Un tipo al que ya conocemos, sabemos quién es y nos hemos quedado con su cara, entre otras cosas porque este “homme revolté” tan contemporáneo es el beneficiario de una larga herencia decimonónica: el que escribe las Memorias del subsuelo, de Dostoiévski, el Oblómov, de Goncharov; y por supuesto, a beneficio de inventario, con rasgos de  todos los neurasténicos, egotistas, hiperestésicos y genialoides desde el “mal du siécle” hasta las vanguardias, con parada en el spleen de Baudelaire.
Lo que nunca se me había ocurrido es que un bisabuelo de nuestro hombre es aquel tipo que quería que le llamáramos Ismael, el protagonista de Moby Dick.
¿Por qué decide Ismael embarcarse en un ballenero?
Al leer el libro de Guillermo volví al primer capítulo, “Espejismos”, y allí lo encontré:
Llamadme Ismael. Hace años, no importa cuántos exactamente, hallándome con poco o ningún dinero en la bolsa y sin nada de especial interés que me retuviera en tierra, pensé que lo mejor sería darme a la mar una temporada y ver la parte acuática del mundo. Es una manera mía de combatir la melancolía y de regular la circulación de la sangre. Siempre que siento que empiezo a hacer mohínes y a enfurruñarme y noto las húmedas brisas de noviembre en mi espíritu; siempre que me sorprendo parándome ante las funerarias, o incorporándome al cortejo de cuantos funerales encuentro y, sobre todo, cuando mi hipocondría prevalece de tal manera sobre mí que tengo que echar mano de todos mis principios morales para evitar salir a la calle deliberadamente, y a golpes y de modo metódico, quitarle a la gente los sombreros de la cabeza, entonces es cuando comprendo que ha llegado el tiempo de volver al mar con urgencia. Este es el sustituto que uso para el suicidio.
¿A que lo reconoces? Antes de embarcarse, Ismael era nuestro hombre.
Guillermo, en su novela, convierte a Lorenzo en Ismael antes y después de embarcarse, en persecución, no de la ballena, sino de “la teta blanca” que imanta su voluntad y su imaginación, y que no es sino otro absoluto despiadado y ambiguo.
La cita es una traducción de Juan Gómez Casas, que encontré en la habitación de mi hija, en una colección de libros de aventuras. ¿Será de Anusca el lápiz que ha subrayado esto: “ningún hombre puede sentir su verdadera identidad como no sea con los ojos cerrados, como si la oscuridad fuese el elemento indispensable en que se realiza la esencia del ser”? ¿Me tiene tan engañado? ¿Me hace creer que no lee, pero a escondidas se traga a Melville?
Con tal de llevar la contraria a un padre, los hijos hacen lo que sea, hasta fingir que no leen, por mucho que les guste leer, si saben que a su padre le haría ilusión que leyeran.
Mi conjetura es  que al terminar de leer Moby Dick a Guillermo se le ocurrió una pregunta muy sensata: si en el Pequod murieron todos menos Ismael, ¿cómo sabemos que lo que nos cuenta es cierto? ¿No pudo, por ejemplo, haberlos matado a todos Ismael, el devalijador de cadáveres?
En ese momento, me figuro yo, tuvo Guillermo una de esas asociaciones que provoca el primer sorbo del tercer whisky y se preguntó: ¿Y no podria ser Ismael el Viejo Marinero?
En el poema de Coleridge, La Canción del Viejo Marinero, el Viejo Marinero importuna al invitado a una boda, le tira de la manga y le obliga a escuchar su historia, que acaba igual que la de Ismael: él es el único superviviente del barco.
Al obligarme a releer en mi cabeza en estéreo, con Melville en un altavoz,, el de los graves; y Coleridge en el otro, el de los agudos; me obligaba Guillermo a comparar la muerte del blanco albatros con la caza de la ballena blanca, y a ver el motivo central de ambas creaciones (la culpa) con una luz nueva, que a su vez me permitía comprender mejor su novela, Leonardo.
A mí ya me gustó la primera novela de Guillermo, pero Leonardo me ha parecido mucho más lograda. Te la recomiendo.


Así he leído yo la novela de mi amigo Guillermo y así es como me vio él a mí hace unos años  (porque Guillermo también es pintor):

Nada más terminar su novela, la escondí en el últimos estante, para que Anusca crea que no quiero que la lea, que es un libro prohibido y peligroso.
Seguro que ya se la ha leido bajo las sábanas, a la luz de una linterna.


-------------------------------------------------------------------------------------------------

AÑADO ESTADÍSTICA DEL BLOG HOY, ES MUY CURIOSA

Páginas vistas por países

Gráfico de los países más populares entre los lectores del blog
EntradaPáginas vistas
Estados Unidos
23
Rusia
19
India
15
Alemania
8
España
4
Brasil
2
México
2
Turquía
1

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...