Ese capitalismo evangélico
Cuanto más delincuente sea uno, más posibilidades tendrá de
acceder a altos puestos, y altísimas pensiones. Esa es la moraleja del
actual sistema. ¿Cómo vamos a confiar en los Bancos, y grandes
empresas, donde suelen ser accionistas los Bancos? Ilustre Fregona.
Como un Robin Hood hasta las trancas de ácido lisérgico, el Gobierno,
en su sabiduría y bondad, decidió vaciar nuestros bolsillos para
agenciarle a Bankia una ayudita de más de 22.000 millones. Mientras
tanto, el número de parados y desahuciados seguía aumentando a diario.
Puede parecer un dislate, un delito de lesa humanidad o simplemente una
conducta criminal, pero no es más que otro ejemplo de lo que en economía
(capitalista) se conoce como el Efecto Mateo:
“Pues al que tiene se le dará, y andará sobrado; pero al que no tiene,
aun lo que tiene se le quitará” (Mateo 13, 12).Palabra de Dios. Te
alabamos, Señor.
Una política económica (capitalista) inspirada nada menos que en el Evangelio por fuerza tiene que ser virtuosa, ¿verdad?
El resultado a la vista está. En menos de un año, los parados suman ya
más de seis millones, mientras que Bankia acaba de dar beneficios en
2013 (213 millones hasta marzo).
Conclusión del enajenado Robin Hood: los banqueros son hombres honrados
y con capacidad de esfuerzo, la sal de la tierra; en cambio, con los
trabajadores no hay quien pueda, son un hatajo de holgazanes y lo mejor
es dejarlos en la cuneta, ¡sólo serían un estorbo para nosotros!
Por tanto, en un conflicto entre un banco y un trabajador, ¿de qué lado
hay que ponerse? ¡Bingo! Siempre de parte del honrado banquero, jamás a
favor del hipotecado que tiene una deuda con el banco, a quién se le
ocurre.
Veamos el caso práctico que usted comenta. No se trata de Bankia, sino
de otra de las bandas o familias del sector, la del Santander: se
distinguen porque los del Santander siempre llevan corbatas rojas.
Un banco reclama una deuda a tres empresarios, pero como la justicia es
tan lenta, el jefe del banco, Alfredo Sáenz, decide dejarse de
chiquilladas y pasa a la acción, mascullando tal vez que ahora se van a
enterar de quiénes somos y que les va a apretar un poco las clavijas.
Je, je, je. Para agilizar el cobro de su deuda, les pone una querella
criminal falsa por estafa y alzamiento de bienes.
Eso sí que funciona, no sin la ayuda de jueces corruptos, siempre a
disposición de los capitanes de empresa: los tres deudores van a la
cárcel en prisión preventiva. Ahora ya saben con quién están hablando y
entre rejas tendrán tiempo para meditar. Je, je, je. Así se hacen los
negocios y ya nos lo advirtió Nuestro Señor: “No penséis que vine a
traer la paz a la tierra; no vine a poner paz, sino espada” (Mateo, 10,
34). Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Por supuesto: la acusación era más falsa que un duro de madera, pura
extorsión, pero pasaron años antes de que se lograra demostrar.
Una vez condenado el tal Sáenz por denuncia falsa, el Gobierno,
entonces en manos del PSOE, le indultó. Así, sin más y por la puerta de
atrás.
El problema es que, puesto que se trata de un delincuente probado,
conserva sus antecedentes penales, lo cual es un verdadero engorro
porque, aunque aquí estemos acostumbrados, en Europa hay mucho mojigato
que se la coge con papel de fumar.
El siguiente Gobierno, en manos del PP (pero al servicio de los mismos
amos), decide que, si ha sido perseguido por la justicia, por eso mismo
tiene que ser un bienaventurado honorable, ¿verdad?: “¡Felices los
perseguidos por causa de la justicia, porque el reino de los cielos es
suyo!” (Mateo, 5, 10). Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
La
contumacia de los malvados no tiene límite: el Banco de España seguía
“revisando” si el tal Sáenz era honorable o no, ¡como si no fuera
evidente! Esas cosas duelen y al final Sáenz ha tenido que dimitir,
cargado de razón, porque es una ofensa poner en duda la honradez de los
honrados.
Sin embargo, cuando se han prestado servicios a la Familia (Botín, en
este caso), uno recibe cierta ayuda: 88 millones de euros para su
honorable (y austero) retiro. Con el riñón bien cubierto y la cabeza muy
alta, y con el propio ministro de Economía echándole incienso, se va a
su casa quien, igual que Bruto, es un hombre honrado.
Por lo demás, aquí no ha pasado nada y todo queda en buenas manos: la próxima secuela de El Padrino está garantizada.
Así las cosas, hermanos (y hermanas), ¿no sería mejor abandonar la fe? A
misa nos obligarán a ir, y a abrir cuentas en sus chiringuitos, y a
rescatarles, pero ¿además tenemos que creer en ellos y su capitalismo
evangélico? Démonos fraternalmente la paz y dejémosles solos.
(La traducción del evangelio de Mateo es la de la Biblioteca de Autores Cristianos, a cargo de F. Cantera y M. Iglesias)
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