miércoles, 13 de febrero de 2013

CRÓNICA NADA. Advenedizo.


13/02/2013

Vale tudo


El alcohol bajaba tranquilo por la garganta de Goldstrap. Aquelas zorritas de 17 y medio le habían sonreído. Mierda. Él tenía casi 40. Aquello era una puta burla del destino. Siempre se ponían a huevo ninfas de edad no aconsejable o matronas más allá de sí mismas. No había modo, hostia. No había modo.

El bar daba a una plaza mugrienta iluminada por farolas rotas. Goldstrap estaba demasiado bebido como para calcular la repercusión de sus actos. Goldstrap había pasado de los conocidos prostíbulos porque quería acción real, por eso empezó a cagarse en voz alta sobre el ciudadano medio, fiel e hipotecado.

El préstamo naranja. El préstamo de tu vida. Vamos, capullete, compra nuestra mierda bancaria. Tu aval será tu hija. Deja que te demos por culo con el poder incuestionable de las entidades financieras. Cuando el mercado quiebre nos reiremos en tu cara.

De repente, un calvete inconsciente se le encaró diciendo algo así como ¿te pasa algo?, a lo que Goldstrap respondió con un guiño de ojo y una patada en los cojones. Me pasa de todo. Nos vemos fuera, baldy.

El chaval salió del local tambaleándose aún por el dolor escrotal, mientras Goldstrap empezaba a sentir ese agradable sabor a bilis en lo más profundo de su ser. Cuando Goldstrap intuía sangre solía encender un cigarro. El calvete bufaba atemorizado e indignado. Tenía la certeza de que en el cine le habría correspondido una victoria rápida y humillante, pero aquello era esa dolosa realidad que no te contaban en el cole.

Goldstrap jamás perdía sus peleas callejeras porque no creía en el juego limpio, así que antes de que el montón de mierda pudiera reaccionar le propinó una patada en los riñones. No le gustaba a Goldstrap joder dientes. Era demasiado consciente del precio de las ortodoncias.

Baldy resopló sobre el asfalto y la mierda de perro que descansaba bajo sus labios, pero acabó levantándose. Su novia con exceso de peso y cero gramos de cerebro estaba asistiendo a la pelea. Goldstrap apuró otra calada y volvió a sonreír. Goldstrap tenía un excelente sentido del humor.

- Ríndete, anormal, dijo en tono conciliador.
Norgf!, bramó el calvo antes de conectar un golpe ilegal de valetudo en el tórax de Goldstrap.

Aquel fue el último movimiento de una partida de ajedrez entre dios y un borrego. Goldstrap, cabreado, cogió un casco de cerveza, lo rompió contra el bordillo y practicó con él un certero movimiento circular sobre el rostro enemigo. Sólo se detuvo cuando sintió que la cobertura ósea de Calvete empezaba a oponer resistencia. A Goldstrap le excitaba sentir la pulpa sanguinolenta de sus antagonistas. La mayoría sólo aprendía de ese modo.

Sólo se trataba del eterno diálogo socrático. La educación hecha sangre y ejemplo. El dolor como mágico signo de camaradería y deferencia. Los rascacielos podían esperar. Lo primero era el respeto que surgía entre víctima y atacante cuando la supervivencia se volvía paroxismo sin ganador ni perdedor necesario.

Al regresar al garito se le acercó a Goldstrap una zorra de edad media, bastante atractiva. Ambos se emborracharon rápido, en proporción directa a su predecible charla. La clave estaba en el punto medio. Los sexos ya habían fijado su objetivo de la noche. Coño y polla con el grado justo de grosor e ilustración más allá de la palabra, más allá de los prolegómenos establecidos desde tiempo inmemorial, desde la cuna, desde siempre.

Ella andaba a la caza de una polla y él estaba de suerte. Goldstrap era solidario por naturaleza. Las jóvenes ninfas decaían en sus infiernos de bollería industrial. Las maduras señoras del sexo languidecían en sus infiernos de soledad y nada. Una vez más hizo uso de su empatía y se marchitó nuestro Goldstrap implorando fellatios mecánicas en mitad del trueno, en mitad de la casa de putas que es el mundo.

Era hora de follar sin contemplaciones.
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Música: Thus spoke Zarathustra (Richard Strauss)

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