viernes, 18 de enero de 2013

EL PULSO DEL AZAR, LIBRO DE ANA ROGRIGUEZ FISCHER, ESCRITORA, AMIGA DEL POBRECITO HABLADOR DEL SIGLO XXI, QUE NOS RECOMIENDA LEER ESTE LIBRO QUE SEGURO ES UN GRAN LIBRO. COMPRARLO ANTES DE QUE SE AGOTE.


"El pulso del azar", historia de dos manuscritos

Conozco a Ana Rodríguez Fischer en dos espacios y tiempos diferentes: primero como profesora en la Universidad de Barcelona y muchos años después - tantos que mi cabeza mudó de color- gracias a la blogosfera.
Vi  su blog en  la lista  de la página web de Enrique Vila-Matas, y un buen día se me ocurrió escribirle un comentario. Por respetar las normas de cortesía bloguera, Ana hizo lo propio en el mío.  En aquella época,  el contenido de  ‘El Pobrecito Hablador del Siglo XXI’  lo dictaba la voz de  Larra resucitado, y Ana me bautizó  como Mariano. Desde entonces es asidua de éste y yo del suyo.
Hace unos cuantos meses  Ana me escribió un e-mail. Me dijo que había terminado el borrador de su quinta novela y que, si no me importaba, había pensado en enviarme el manuscrito para que  lo leyese y le diese mi opinión.  Accedí encantado, emocionado, e ilusionado, porque era la primera vez en mi vida  que iba a poner mis ojos sobre las letras de una obra literaria de verdad, destinada a su publicación, antes de  ver  el mundo.  Me van a perdonar los duros de pelar, el fiscal  de la sala de lo sentimental,  y los genocidas de paletos  pero, qué quieren que les diga: para  mí, vivir una experiencia como ésa supuso  toda una aventura, excitante y única, que voy a recordar siempre.
El manuscrito completo estaba distribuido en  dos sobres, y en total sumarían cerca de 500 páginas. Para su lectura  me reservaba los fines de semana y, así, podía destinar  periodos continuos con los que  sumergirme en la obra. No quería defraudar a Ana. Quería leer su novela con los cinco sentidos. No podía desperdiciar una experiencia igual y tampoco quería ni debía  leer el manuscrito de cualquier manera, por respeto y afecto sincero hacia su autora, que había confiado en mí como lector.
La primera página del manuscrito titulaba la novela: “El pulso del azar”. Recuerdo que me detuve durante unos instantes porque me pareció  un título sugerente. Después, toda la lectura resultó ser  un apasionante viaje al pasado, y a la memoria; un ajuste de cuentas con el destino; un alegato inútil de justicia  y el lamento por el tiempo perdido para dos existencias  de las que el lector participa gracias a la audaz disposición estructural por la que apuesta  la autora. Porque Ana Rodríguez Fischer distribuye lo que acontece  a través de dos voces  que  narran, lamentan y recuerdan desde tiempos y espacios  diferentes en busca de una  imposible convergencia afectiva, reclamando presencias y  reprochando ausencias producidas por  los efectos de la frivolidad con que el azar decide sobre  el destino de los hombres.
En esta novela uno  descubre personajes de carne y hueso, tan vivos sobre el papel como pudieran serlo sobre la tierra; reflexiones  que alumbran las motivaciones trazadas  en el camino por el  que discurre el devenir  de las personas en una situación de pura  supervivencia. Ante esta propuesta  el lector no puede evitar convirtirse en testigo  del desarrollo de  la naturaleza humana en condiciones extremas, en las que la solidaridad, el heroísmo, la cobardía y el egoísmo se cruzan, se enfrentan  e  intercambian poderes dentro de criaturas convertidas  en guerrilleras de su tiempo y de sus existencias; hombres y mujeres   que dirimen en el interior de sus almas  las batallas que se les plantean, más allá de su bondad o de su maldad,  del terror de bombardeos interminables, de la fatalidad propiciada por decisiones ajenas  y de la pérdida de la propia vida. Y el azar; el arbitrio del destino que, aprovechándose de la estupidez del género humano, caprichosamente ubica, separa y  destruye, para siempre, lazos y horizontes.
“El pulso del azar” (Ed. Alfabia-2012), además, también es una novela sobre nuestra Guerra. Cuando  escribí a Ana explicándole lo que me había parecido,  recuerdo  que le dije que la suya era la novela sobre la Guerra Civil española que le hubiese gustado escribir a Antonio Muñoz Molina en lugar de “La noche de los tiempos” (Ed. Seix Barral-2009). Ella me contestó que gracias por el piropo, que lo tomaba como un cumplido, pero que, vamos, que tampoco exagerase (El verbo y la expresión son  estrictamente míos).
A pesar de su modestia, mantengo lo  dicho. La novela de Ana Rodríguez-Fischer se centra en la intrahistoria, en el devenir de las gentes del pueblo, en su cotidianeidad, para lo cual ha realizado previamente un extraordinario  ejercicio de documentación del que surge gran cantidad de material histórico  que pone al servicio de la obra, honestamente, adecuándolo a la forma y a los temas de los que nos habla; un  material histórico,  parte del cual permanecía inédito. De este modo, sin trampas melodramáticas,  y con sinceros arranques de lirismo en la última parte del libro -surgidos probablemente de la memoria personal  y de su naturaleza melancólica de genética celta-   la novelista asturiana logra que todo lo que acontece en sus páginas resulte creíble, emocionante, aleccionador  y bello. Es decir,  una experiencia auténticamente literaria, humana  e histórica.
No enfrento la novela de Muñoz Molina a la de Rodríguez Fischer  de manera gratuita, con la intención de denostar una en beneficio de la otra (Muñoz Molina es un  autor que me ha regalado grandes momentos). Lo hago, primero porque creo sinceramente que el estilo, el oficio  y el cuidado por el tratamiento del lenguaje y de los recursos de que hace gala  Ana Rodríguez Fischer está a la altura del autor de Úbeda, y  porque me da la sensación (personal y subjetiva, como casi todo en literatura)  de que dentro de la literatura que trata la Guerra Civil,  éstas dos novelas surgen del mismo linaje, de la misma capa atmosférica, pero con resultados absolutamente dispares. Entre otras cosas porque creo que el objetivo  de Ana Rodríguez Fischer no ha sido el de  juzgar a la Historia y a los que la protagonizaron; ni siquiera pintar un fresco del conflicto español, sino hablarnos de la vulnerabilidad del ser humano cuando se convierte en objeto de apuesta de un partida de cartas que juegan  el Azar  contrael Destino, caprichosamente, con los ojos vendados.
De ahí que “El pulso del azar” no se pueda ni se deba  encuadrar  como un libro de La Guerra Civil, porque lo que les  sucede a quienes nos relatan sus historias puede estar sucediendo ahora mismo, en cualquier otro lugar, en circunstancias históricas totalmente diferentes.
El pasado mes de diciembre Ana Rodríguez Fischer presentó su novela  en la librería Laie de la calle Pau Clarís, en Barcelona. Era una tarde lluviosa, como muchas de las que se deben dar en su tierra natal; aun así,   la sala estaba a rebosar. Ana me dedicó mi ejemplar en la última página, justo en el lugar donde, muy amablemente, agradece la lectura previa a la publicación. Probablemente algún día relea  la novela. Si lo hago, no utilizaré la edición de Alfabia; rescataré del armario los dos sobres que contienen el manuscrito, y volveré a experimentar el placer de sumergirme en una apasionante historia, y de recordar  la sensación de  excitación, responsabilidad e ilusión que me acompañó durante los fines de semana en los que disfruté de sus páginas. Sensaciones de naturaleza diferente  a las que invaden a la valiente y desdichada Elisa al escuchar atentamente, tarde a tarde, a la sombra de los muros de la cárcel de Wad Ras, el contenido de otro manuscrito, universo y materia  de la ficción  creada por  Ana Rodríguez Fischer en “El pulso del azar”.
Vayan y háganse con ella. No se van a arrepentir. 

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