"El pulso del azar", historia de dos manuscritos
Conozco a Ana Rodríguez Fischer en dos espacios y tiempos diferentes: primero como profesora en la Universidad de Barcelona y muchos años después - tantos que mi cabeza mudó de color- gracias a la blogosfera.
Vi su blog en la lista de la página web de Enrique Vila-Matas, y un buen día se me ocurrió escribirle un comentario. Por respetar las normas de cortesía bloguera, Ana hizo lo propio en el mío. En aquella época, el contenido de ‘El Pobrecito Hablador del Siglo XXI’ lo dictaba la voz de Larra resucitado, y Ana me bautizó como Mariano. Desde entonces es asidua de éste y yo del suyo.
Hace unos cuantos meses Ana me escribió un e-mail. Me dijo que había terminado el borrador de su quinta novela y que, si no me importaba, había pensado en enviarme el manuscrito para que lo leyese y le diese mi opinión. Accedí encantado, emocionado, e ilusionado, porque era la primera vez en mi vida que iba a poner mis ojos sobre las letras de una obra literaria de verdad, destinada a su publicación, antes de ver el mundo. Me van a perdonar los duros de pelar, el fiscal de la sala de lo sentimental, y los genocidas de paletos pero, qué quieren que les diga: para mí, vivir una experiencia como ésa supuso toda una aventura, excitante y única, que voy a recordar siempre.
El manuscrito completo estaba distribuido en dos sobres, y en total sumarían cerca de 500 páginas. Para su lectura me reservaba los fines de semana y, así, podía destinar periodos continuos con los que sumergirme en la obra. No quería defraudar a Ana. Quería leer su novela con los cinco sentidos. No podía desperdiciar una experiencia igual y tampoco quería ni debía leer el manuscrito de cualquier manera, por respeto y afecto sincero hacia su autora, que había confiado en mí como lector.
La primera página del manuscrito titulaba la novela: “El pulso del azar”. Recuerdo que me detuve durante unos instantes porque me pareció un título sugerente. Después, toda la lectura resultó ser un apasionante viaje al pasado, y a la memoria; un ajuste de cuentas con el destino; un alegato inútil de justicia y el lamento por el tiempo perdido para dos existencias de las que el lector participa gracias a la audaz disposición estructural por la que apuesta la autora. Porque Ana Rodríguez Fischer distribuye lo que acontece a través de dos voces que narran, lamentan y recuerdan desde tiempos y espacios diferentes en busca de una imposible convergencia afectiva, reclamando presencias y reprochando ausencias producidas por los efectos de la frivolidad con que el azar decide sobre el destino de los hombres.
En esta novela uno descubre personajes de carne y hueso, tan vivos sobre el papel como pudieran serlo sobre la tierra; reflexiones que alumbran las motivaciones trazadas en el camino por el que discurre el devenir de las personas en una situación de pura supervivencia. Ante esta propuesta el lector no puede evitar convirtirse en testigo del desarrollo de la naturaleza humana en condiciones extremas, en las que la solidaridad, el heroísmo, la cobardía y el egoísmo se cruzan, se enfrentan e intercambian poderes dentro de criaturas convertidas en guerrilleras de su tiempo y de sus existencias; hombres y mujeres que dirimen en el interior de sus almas las batallas que se les plantean, más allá de su bondad o de su maldad, del terror de bombardeos interminables, de la fatalidad propiciada por decisiones ajenas y de la pérdida de la propia vida. Y el azar; el arbitrio del destino que, aprovechándose de la estupidez del género humano, caprichosamente ubica, separa y destruye, para siempre, lazos y horizontes.
“El pulso del azar” (Ed. Alfabia-2012), además, también es una novela sobre nuestra Guerra. Cuando escribí a Ana explicándole lo que me había parecido, recuerdo que le dije que la suya era la novela sobre la Guerra Civil española que le hubiese gustado escribir a Antonio Muñoz Molina en lugar de “La noche de los tiempos” (Ed. Seix Barral-2009). Ella me contestó que gracias por el piropo, que lo tomaba como un cumplido, pero que, vamos, que tampoco exagerase (El verbo y la expresión son estrictamente míos).
A pesar de su modestia, mantengo lo dicho. La novela de Ana Rodríguez-Fischer se centra en la intrahistoria, en el devenir de las gentes del pueblo, en su cotidianeidad, para lo cual ha realizado previamente un extraordinario ejercicio de documentación del que surge gran cantidad de material histórico que pone al servicio de la obra, honestamente, adecuándolo a la forma y a los temas de los que nos habla; un material histórico, parte del cual permanecía inédito. De este modo, sin trampas melodramáticas, y con sinceros arranques de lirismo en la última parte del libro -surgidos probablemente de la memoria personal y de su naturaleza melancólica de genética celta- la novelista asturiana logra que todo lo que acontece en sus páginas resulte creíble, emocionante, aleccionador y bello. Es decir, una experiencia auténticamente literaria, humana e histórica.
No enfrento la novela de Muñoz Molina a la de Rodríguez Fischer de manera gratuita, con la intención de denostar una en beneficio de la otra (Muñoz Molina es un autor que me ha regalado grandes momentos). Lo hago, primero porque creo sinceramente que el estilo, el oficio y el cuidado por el tratamiento del lenguaje y de los recursos de que hace gala Ana Rodríguez Fischer está a la altura del autor de Úbeda, y porque me da la sensación (personal y subjetiva, como casi todo en literatura) de que dentro de la literatura que trata la Guerra Civil, éstas dos novelas surgen del mismo linaje, de la misma capa atmosférica, pero con resultados absolutamente dispares. Entre otras cosas porque creo que el objetivo de Ana Rodríguez Fischer no ha sido el de juzgar a la Historia y a los que la protagonizaron; ni siquiera pintar un fresco del conflicto español, sino hablarnos de la vulnerabilidad del ser humano cuando se convierte en objeto de apuesta de un partida de cartas que juegan el Azar contrael Destino, caprichosamente, con los ojos vendados.
De ahí que “El pulso del azar” no se pueda ni se deba encuadrar como un libro de La Guerra Civil, porque lo que les sucede a quienes nos relatan sus historias puede estar sucediendo ahora mismo, en cualquier otro lugar, en circunstancias históricas totalmente diferentes.
El pasado mes de diciembre Ana Rodríguez Fischer presentó su novela en la librería Laie de la calle Pau Clarís, en Barcelona. Era una tarde lluviosa, como muchas de las que se deben dar en su tierra natal; aun así, la sala estaba a rebosar. Ana me dedicó mi ejemplar en la última página, justo en el lugar donde, muy amablemente, agradece la lectura previa a la publicación. Probablemente algún día relea la novela. Si lo hago, no utilizaré la edición de Alfabia; rescataré del armario los dos sobres que contienen el manuscrito, y volveré a experimentar el placer de sumergirme en una apasionante historia, y de recordar la sensación de excitación, responsabilidad e ilusión que me acompañó durante los fines de semana en los que disfruté de sus páginas. Sensaciones de naturaleza diferente a las que invaden a la valiente y desdichada Elisa al escuchar atentamente, tarde a tarde, a la sombra de los muros de la cárcel de Wad Ras, el contenido de otro manuscrito, universo y materia de la ficción creada por Ana Rodríguez Fischer en “El pulso del azar”.
Vayan y háganse con ella. No se van a arrepentir.
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