Porque no tenemos un Dwight Howard
que rompa la defensa de púas y policías del gobierno. Solo somos
tiradores solos que nos escondemos en canchas en el bosque donde jugamos
solos, con nuestra pelota y nuestra hipoteca embarazada a cuestas. Pero
somos muchos. Tirando y fallando, tirando y hueso y aro, y perdiendo
el día, los amigos, las oportunidades, siempre perdiendo.
Cómo ganaremos el
partido si no hay quien se deje la piel contra el ogro de la zona, nadie
contra la bestia hambrienta de personales e impuestos, y nosotros con
hambre, cero de doce y no ganamos el partido, sudor de lunes y lesiones y
nadie, nadie llora de lágrimas de victoria.
Pero somos tantos, que no nos hace falta Howard
que saque mineral en la zona. Es cuestión de mover la bola hasta que le
salgan pelusas cansadas de la boca a todos los estrujadores de
tableros, a los que imponen la triste regla que no deja jugar a la
pelota en los bosques, a los besos en los baños sagrados
de la risa y que solo quieren jugar ellos, y ellos, y ellos y para
nadie más la pelota porque se enfadan, cogen su puta pelota, y nos suben
los impuestos, nos aprietan la vida y nos ganan, nos ganan, nos rematan
el partido.
No tenemos miedo. Apretamos los puños
y no, se nos desatan los tobillos pero no, no vamos a dejar que
ganen los ogros de la zona. Somos muchos para tocar el tambor amarillo
de la victoria y nadie podrá parar el mate en la cara de la necesidad y
el deseo.
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