sábado, 4 de agosto de 2012

NEORRABIOS@ FUTBOLISTA. EL HIJO DE PUSKAS.


sábado, 4 de agosto de 2012

EL HIJO DE PUSKAS: ¡Árbitro, cambio!


Los tres balones que me había quemado mi madre fueron el primer contratiempo en mi hasta entonces bien encaminado proyecto de héroe futbolístico, pero no vi frustrados del todo mis sueños maradonianos hasta dos temporadas después, con quince años, cuando me sucedió algo cuyo solo recuerdo aún me subleva y me llena de resentimiento. Fue el mío un fracaso aparatoso y concreto, de partido y fecha fija. Me fracasaron. Seguramente tenían razón pero sigo sin entender la crueldad.

Me habían dicho que el equipo juvenil del colegio Urdaneta necesitaba gente para jugar al fútbol y allí me dirigí más alegre que las cintas de un caballo blanco. Urdaneta es un colegio de chicos dirigido por curas agustinos que se encuentra a unos dos kilómetros de Astobieta; allí estudian muchos de los hijos de las familias más adineradas de Bilbao. Cuando llegué había dos equipos juveniles de hockey sobre patines, el Urdaneta A y el Urdaneta B, y sólo uno de fútbol, al que además le faltaba gente. Pero ya desde el principio mi técnico, que entrenaba además a un equipo puntero de Segunda División B, pareció desilusionarse conmigo:

–¿Pero no me habían dicho que tú eras de caserío?
–Sí, soy de ahí mismo, de Astobieta, justo encima de Munabe.
–Joder, yo pensaba que los de caserío erais más altos y más grandes.

Aquel recibimiento me dio mala espina y esa sensación todavía empeoró cuando se fueron apuntando siete u ocho jugadores nuevos en las siguientes semanas, tantos que la escasez se volvió sobranza y acabamos formando una plantilla de unos veinte jugadores. Era además mi primera temporada en la categoría juvenil y casi todos mis compañeros de equipo me superaban en uno o dos años, con la desventaja que implica esto. Cuando eres muy joven la sola diferencia de un año es decisiva en el deporte: mis compañeros eran más altos, más veloces, más fuertes. Como decía mi profesor de latín, altiuscitiusfortius. Me veía en el banquillo toda la temporada.

Mis previsiones se fueron cumpliendo con más crudeza de la que imaginaba. En los tres primeros partidos ni siquiera fui convocado y en los cinco o seis siguientes alterné el banquillo con la grada. Como mi entrenador jamás me puso a calentar, comencé a temer que no iba a jugar un solo minuto en toda la liga, hasta que un imponderable acudió en mi ayuda: una oportuna gripe dejó fuera de combate a seis o siete jugadores de mi equipo. Sólo quedamos catorce sanos: once para jugar y tres para los cambios. Mis expectativas eran grandes, porque además uno de los cambios era el portero suplente.

Jugábamos ese partido contra el Arenas, uno de los equipos punteros de la categoría. Se me ha olvidado decir que yo era delantero centro y me convenía que fuéramos perdiendo para jugar un poco. Mala suerte: mi equipo lo hizo tan bien que se adelantó en el marcador y el Arenas necesitó casi una hora para empatarnos. Mi entrenador ya había hecho el primer cambio: sólo quedábamos el portero suplente y yo.

–Alberto, calienta –me dijo el míster.

Salté como una ardilla y me puse a correr con la exageración del caso. Hice ejercicios de brazos, estiramientos, abdominales, carrera corta y sprint. Al ver que el tiempo transcurría y el míster no me llamaba, aflojé el ritmo un poco, pues tampoco era cosa de matarse. Quedaban tan sólo tres minutos para concluir el partido cuando me llamó: me quería utilizar para perder tiempo.

–Alberto –me subrayó–, hay que conservar el empate como sea. Quiero que tapes las internadas del lateral izquierdo, el de coleta, ¿eh? Sitúate en la punta por la parte derecha y no le dejes empezar la jugada. 

Salté al campo como un tornado y no me tomé a mal las órdenes recibidas, aunque era un poco humillante que un delantero como yo, que me juzgaba peligrosísimo, fuera el encargado de defender a un defensa, pero por algo se empieza. Mi equipo sacó de banda y nuestro central soltó un zambombazo a zona de nadie; la pelota la recogió el medio centro de los rivales y la colgó al centro del área, donde uno de nuestros marcadores la desvió a córner. Me dio tiempo a correr hacia la izquierda, esprintar hacia atrás en labores de repliegue y, justo después, situarme en la media luna del área a esperar el saque de esquina. Entonces oí voces desde nuestro banquillo:

–¡Árbitro, cambio! ¡Alberto, cambio! ¡Alberto, cambio!

Todos me gritaban lo mismo pero yo me reía. Sin duda era un error. ¿Cómo me iban a cambiar a mí, si acababa de entrar? Además, ¡si sólo quedaba en el banquillo el portero suplente, un tío que había sido defensa pero llevaba mucho tiempo siendo sólo portero!

–¡Alberto, cambio! ¡El número catorce, árbitro! ¡Cambio del número catorce por el trece! ¡Sí, tú, Alberto! ¡El catorce!

El catorce era yo. Alberto era yo. Se me hizo un nudo en la garganta. El capitán de mi equipo se acercó y me dijo al oído que muy buena la comedia, que siguiera fingiendo porque así el equipo perdía más tiempo. El problema es que yo no fingía: yo sólo tenía ganas de llorar.

Aquel fue mi último partido en el Urdaneta. El míster se creyó obligado a decirme “Alberto, entiende que teníamos que perder tiempo”, pero yo había tomado ya una decisión. Esa misma semana pedí la carta de libertad y me fui a jugar al Sondika, que jugaba dos divisiones más abajo y donde mi cuñado era directivo. Allí siempre fui titular y marqué muchos goles, pero ya no era lo mismo. Había interiorizado la sensación de que ya no iba a pisar nunca Old Trafford ni mi rostro iba a figurar nunca en los cromos del colegio. Sabía que ya no iba a ser Maradona y me limitaba a ser el mejor futbolista posible, esa mierda.

Aquel entrenador del Urdaneta que me cambió tres minutos después de sacarme fue el responsable de todo. Fue él quien mató a mi héroe y me enfrentó a mi verdadera calidad como futbolista.

Sigo pensando que había maneras más suaves de decírmela.
.

1 comentario:

  1. Alberto, gracias a que te perdimos como futbolista te ganamos como escritor, EL HÉROE ALBERTO SIGUE METIENDO GOLES CON LAS PALABRAS!!!! GOOOOOOOOL GOL GOl y GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOL Que haríamos sin ti??? eres nuestro héroe y te queremos. Abrazos CAMPEÓN.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...