viernes, 3 de agosto de 2012

MI HÉROE NEORRABIOS@ se llama ALBERTO.


viernes, 3 de agosto de 2012

EL HIJO DE PUSKAS: Todavía sueñas con Victor Hugo


Siempre quise ser un héroe de galaxia y portada planetaria, un titán intrépido y brillante que además fuera amable y honrado y también fuera bueno, pero no me di cuenta hasta los diez o doce años de que el héroe está mal visto por todos y el solo hecho de decirlo en voz alta suena ridículo y pretencioso y predispone a los demás en tu contra, pues la mayoría se conforma con sus realidades de mínimos y siente como una acusación que existan personas que sigan insistiendo en sus sueños de máximos. La gente ataca al héroe y lo prohíbe y lo persigue, y sólo en una etapa de la vida te lo consiente como cosa de broma:

–¿Y qué quieres ser de mayor?
–¡Futbolista!

Te permiten que quieras ser astronauta o presidente o actriz o premio Nobel o cantante de rock porque eres muy pequeño y no te toman en serio y piensan que el mero paso de los años irá corrigiendo y vaciando los sueños de tu cabeza. Por eso todo el mundo me sonrió y me animó cuando les dije por primera vez y muy en serio que me veía capacitado para ser futbolista:

–¿Y qué futbolista te gustaría ser?
–Maradona.

Pero ya entonces noté un detalle que me hacía dudar de las verdaderas intenciones de mi familia. Si realmente deseaban que fuera futbolista y confiaban en mis posibilidades, que por aquel tiempo no se conformaban con menos que ser una estrella, ¿por qué nunca me regalaron un balón? Mis sospechas se acrecentaron cuando tenía siete u ocho años y mi primo y padrino José Antonio se creyó obligado a hacerme un regalo que justificara su padrinazgo:

–¿Qué quieres de regalo?
–¡Un balón de fútbol!
–No –dijo mi madre–, un balón de fútbol no porque vas a romper todas las macetas de flores que tiene la vecina.

Mi madre y mi padrino me miraron muy serios y me explicaron muy despacio la diferencia entre los regalos “de fuste” y los regalos “de tontería”, y aunque no me convencieron de ninguna manera, al día siguiente mi padrino vino a buscarme al caserío y me llevó a una joyería de Erandio. Volví con un reloj magnífico de cuatro mil pesetas.

–Menudo reloj –decía mi tío Hilario–. ¡Elegante!
–Tienes que guardarlo –me dijo mi madre–. Ese reloj sólo te lo puedes poner en las grandes ocasiones. ¡Cuatro mil pesetas!

Pero yo seguía insistiendo con Maradona y no paré hasta hacerme con tres balones pinchados que conseguí en la ikastola de Lauro. Hacía porterías con jerseys o entre los troncos de los cerezos o avellanos y comencé a darles una patada detrás de otra. El único problema de mi pasión futbolística es que se me iban las horas jugando y a veces se me escapaban las vacas que mi padre había puesto a mi cuidado. También comenzó a suceder que apuntaba mal y rompía algunos geranios o cactus o cóleos de mi vecina Felipa. 

–Piedad –le preguntaban mis tías–, ¿qué tal Alberto?
–¿Alberto? ¡Las ganas que tengo de mediomatarlo! ¡Es un terremoto, una calamidad, estoy desesperada! No sé dónde ha conseguido tres balones de porquería y se pasa las horas jugando y armando ruido y rompiendo los tiestos de la vecina. ¡Dichoso fútbol!

Tenía por entonces ocho o nueve años y ya había empezado a notar un empeoramiento de la opinión familiar con respecto a mi héroe, pues la familia comienza a preocuparse cuando nota que lo sigues persiguiendo con ocho, nueve o diez años, y se preocupa definitivamente cuando ve que tienes trece años y sigues queriendo ser futbolista. Entonces empezaron los reproches generales:

–Con eso no vas a ningún lado.
–Futbolista sale uno de un millón.
–Mira Clemente, tuvo una lesión y adiós.
–Abogado o médico es lo que hay que ser. O ingeniero.
–Los estudios. Lo importante son los estudios.
–Futbolista es pan para hoy y hambre para mañana.

Así comenzó a fraguarse una de las mayores tristezas de mi vida, mucho antes de que yo mismo me diera cuenta en el Urdaneta de que mi héroe no alcanzaba para tanto como Maradona. Sucedió que mi madre comenzó a desquiciarse con los tiestos rotos, mis balonazos a todos los lados y mi ocupación casi a tiempo completo en una tarea que no reportaba nada contante y sonante. Ocurría además que mi madre acostumbraba a echar la siesta porque se levantaba todos los días a las cinco de la madrugada para acudir al Mercado de la Ribera, por lo que solía enfadarse mucho y darme grandes tortazos cuando mis ruidos le despertaban o no le dejaban conciliar el sueño.

–Alberto, no se te ocurra hacer ruido, que me voy a echar una siesta de tres a seis.

Un día di un mal balonazo y mi madre se despertó en medio de la siesta. Estalló. Los pasos que dio desde que abrió la puerta los recuerdo todavía. Tenía los ojos inyectados en sangre; cómo estaría de poseída que pasó a mi lado y ni siquiera me pegó. Fue a por Bala, Rayo y Trueno, que así se llamaban mis tres balones, y fue metiéndolos y quemándolos en la chapa uno detrás del otro, uno, dos y tres.

Los quemó.

Qué hijadeputa. A veces pienso que sólo me han pasado tres tragedias de verdad en mi vida, la muerte de mi padre, el abandono de Iratxe y los tres balones que me quemó mi madre. Sí, ya sé que os estaréis riendo, pero me pasé todo el día llorando y a partir de ese día estuve un año entero odiando de raíz a mi madre, odiándola a tenaza y con un odio como no he logrado mantener nunca, pues aunque soy un hombre al que se le ocurren odios nuevos casi todos los días, luego no soy nada consistente y acabo dejándolo porque el odio me mina y se me hace fatigoso.

Me quemó los tres balones. Aún me iba diciendo en las semanas posteriores que algún día le agradecería lo que había hecho, porque “así se te van a quitar todos los pájaros de la cabeza”. ¿Pájaros en la cabeza, ama? ¿No te das cuenta, no te diste cuenta nunca de que los pájaros de mi cabeza son lo más verdadero que tengo, que soy un fabricante innato de pájaros en la cabeza? ¿Crees aún que voy a ser el hombre de provecho que tú querías, que soy lo suficiente idiota como para conformarme con eso?

Asco de existencia. Te cercan y te acusan al héroe, te lo calumnian y hacen todo lo posible por matártelo hasta que dejes de decir de una vez que quieres ser Maradona o Victor Hugo. Pero... idiotas... ¿no os dais cuenta de que no necesito alcanzar a Victor Hugo y mucho menos sobrepasarlo, que me basta con perseguirlo como si fuera cierto y tenerlo ahí, al alcance de nunca? ¿No os dais cuenta de que todo lo que hago y hacía, igual cuando iba detrás de mis balones pinchados que ahora que insisto minucioso en los libros, no lo podría hacer sin Maradona ni Victor Hugo, sin ese eterno imposible que me motiva y me acrece y me emociona?

Algún día encontraré de nuevo a mi padre y haremos planes increíbles para salvarnos de vosotros. Inventaremos un Astobieta lleno de balones de fútbol gratis donde no habrá tiestos ni flores ni dinero ni gente seria ni nadie que duerma la siesta. Todos desearemos ser Gandhi o Nadia Comanecci o Garrincha o Maria Callas y pondremos una advertencia en la entrada, SOLO SE ADMITE A LOS NIÑOS Y A MAYORES CON HÉROE, con el único fin de que no podáis entrar vosotros. Vosotros no, que lo envilecéis todo. Vosotros no porque me sacáis de quicio y sois unos conformes y hacéis daño y además os odio.
.

2 comentarios:

  1. Maradona, aparte de coquero, tiene un par de cosas por las que merece morir...:

    a) Puto argentino (lo peor)
    b) Suegro del Kun Aguero (pequeño gran cabrón)
    c) Evita Perón, que era más puta que las gallinas.

    Buuuuuuuuuuuuuuuuu¡¡¡¡¡

    Ah, y Kirchner era bizco...

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  2. No seas cabrón Tripi, Maradona es DIOS reencarnado en futbolista, igual que tu eres Dios reencarnado para follar.

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