sábado, 7 de julio de 2012

RAFAEL REIG. ESCRITOR


 EL paro como unidad didáctica
Un día cualquiera, como hoy, abres el periódico y te encuentras dos noticias cualesquiera que no tienes más remedio que leer en estéreo:

El PP plantea que los parados que rechacen un trabajo no cobren prestación


Elvira Rodríguez dice que los dempleados “deben formarse” y si no aceptan una oferta de trabajo, se quedarán sin prestación.
Quizá quien “deba formarse” un poco sea esta señora Rodríguez, presidenta de la Comisión de Economía y Competitividad en el Congreso, porque, como aclara la noticia, a los parados ya se les obliga a recibir formación y a aceptar ofertas de trabajo:
La Ley de Infracciones y Sanciones del Orden Social (LISOS) ya determina que si el trabajador rechaza una oferta de empleo adecuado a su perfil será penalizado con una pérdida de tres meses de prestación; si se rechazan dos ofertas, se pierden seis meses de paro; y si rechazan tres ofertas, se pierde el total de la prestación. Además, los desempleados que se nieguen a recibir cursos de formación también pueden ser sancionados.
El razonamiento del Gobierno (que  es oxímoron, como la inteligencia militar) debe de ser que tienen que aceptar cualquier empleo aunque no sea “adecuado a su perfil”.
¿Qué más da la adecuación? La prueba: el propio Gobierno. Un tipo de Lehman Brothers, la empresa cuya quiebra disparó la crisis, ¿es acaso adecuado como ministro de Economía? Claro que no, eso no se le ocurre ni al que asó la manteca, pero Guindos, a pesar de que el puesto no se adecuaba a en absoluto a su perfil, aceptó para dar ejemplo: el que quiere trabajar trabaja.
En verano, ya se sabe, abundan los y las Rodríguez , convertidas en serpientes de verano.
Si tienes dos hijos y vives en Sevilla, y eres informático, pero rechazas irte a trabajar como sexador de pollos al Bierzo, te quitarán de inmediato la prestación (que has costeado tú mismo cuando trabajabas, por supuesto).
Evidentemente, lo que quiere la señora Rodríguez es convertir el paro en una unidad didáctica, para que nos vayamos formando: que nos enteremos de quién manda (y de lo que vale un peine), quiénes son los dueños de los medios de producción, en qué consiste el capitalismo y cómo debemos someternos.
El paro es positivo, es docente, es una enseñanza básica para los trabajadores en un sistema capitalista.
Y por supuesto, para que aprovechen bien la lección, el brazo tonto del Gobierno deja sentir su fuerza, no en los defraudadores a Hacienda (amnistiados y casi galardonados), no en los banqueros criminales (premiados y rescatados, además de con jubilaciones multimillonarias), no en los empresarios que han provocado millones de parados para aumentar su beneficio… que va, todo eso son asuntos menores y además forman parte de la ética del trabajo capitalista (también oxímoron, si es capitalista no será muy ético): el brazo tonto del Gobierno descarga toda la fuerza de su puñetazo en los parados, ¡la mayor amenaza a la que nos hemos enfrentado jamás!
La señora Rodríguez, como Torrente, es en verano el brazo tonto de la ley.
Al lado esta otra noticia, para que podamos leer en estereo, nos ponen hoy esta otra:

Ikea recibe 55.252 currículos para 380 empleos en la tienda de Sabadell


No son currículos para consejero delegado o para presidente de la Comisión de Economía y Competitividad, que va: “Las ofertas son para cubrir los puestos de trabajo ofrecidos en las áreas de ventas, restaurante, cajas, logística y atención al cliente“.
55.252 es más o menos una cuarta parte de la población total de Sabadell. O toda la población de Ávila: Ávila entera, niños y abuelos incluidos, dispuestos a ponerse en la caja de un Ikea en Sabadell.
Así estamos, pero para el PP el problema es la holgazanería de los parados, porque “el que quiere trabajar trabaja”.
¿Que no?
Mira Guindos o la propia señora Rodríguez. Toma ejemplo.
Hay 55.252 personas dispuestas a irse a Sabadell para deslomarse en Ikea por cuatro duros. Sólo lo conseguirán 380. Los otros 54.872 seguirán en el paro.
Ésa es la realidad del paro, aunque la señora Rodríguez viva en su propio mundo, en el cual los parados rechazan un empleo porque no les gusta el despacho que les toca o porque en el minibar del coche con chofer no hay su marca de whisky favorita. Por puro capricho, como todo el mundo sabe.
Esta señora Rodríguez toma como sujeto ejemplar  a Luis de Guindos, un tipo que era un archimandrita de Lehman Brothers hasta que quebró (con las consecuencias que sabemos) y entonces ¿qué hizo? ¿Cobrar el paro, como otros holgazanes? Qué va, él prefería trabajar, él aceptó cualquier cosa, hasta asesorías financieras e incluso… ¡un puesto como el de ministro de un Gobierno de Rajoy!
Hay que tener estómago.
Pero cuando se necesita trabajo, se acepta lo que sea. He aquí un tío con cuajo, un parado que de verdad quería trabajar, no como otros, esos 55.252 holgazanes que mandan currículos a la tienda de Ikea en Sabadell. Esos sí que son unos vagos redomados.
Este es el prototipo de parado que tiene en mente (bueno, en la cabeza, tampoco hay que exagerar) la señora Rodriguez, brazo tonto de la ley.
En cambio, el otro día estuve yo con parados normales y corrientes, los que conocemos los demás españoles.
Les habían sometido a un curso del INEM, uno de esos cursos punitivos, que no tienen más utilidad que hacer la vida imposible a los parados (hasta seis horas de clases diarias) y llenar los bolsillos de esos amiguetes de la Administración que tienen una oportuna empresa de formación.
Porque la única formación que interesa darle a los parados es la que les suministra el propio paro: quién manda aquí y a qué tienen que someterse para sobrevivir. Ése es el paro didáctico, que las autoridades han conseguido elevar cada día más, porque todavía necesitamos mucha formación para aceptar sin quejas la explotación.
Era un curso de edición y, ya que estaban obligados a estar allí, y ya que su profesora era mi amiga Virginia Rodriguez, decidieron hacer algo en lugar de inspeccionar musarañas, como querría la ministra.
Decidieron hacer un libro.
Escribieron los textos, los corrigieron y editaron, buscaron las ilustraciones, eligieron el papel, compusieron las páginas, vigilaron la impresión, etc., hasta que consiguieron editar un libro con una editorial que se inventaron, El Andamio:
El libro se llama Autología.
Los trabajadores, para exigir sus derechos, hacen huelga, porque lo único que hace visible el trabajo es la huelga, dejar de trabajar. Sólo se percibe que alguien recoge las basuras cuando deja de hacerlo.
La lógica capitalista exige la invisibilidad del trabajo, como contó a través de la novela La mano invisible mi amigo Isaac Rosa.
Estos parados, entonces, decidieron responder de forma paralela: la única forma de hacer visible la realidad del paro es trabajar.
Señora Rodriguez: ¿de verdad piensas que estos tipos capaces de montar una editorial y editar un libro en unos pocos meses “deben formarse”?
En una película americana (o sea, capitalista) esto hubiera acabado con los quince parados-editores haciéndose millonarios, ¿verdad?
Moraleja: no hay lucha de clases, el esfuerzo y el entusiasmo reciben premio, el sistema funciona a pesar de todo, etc.
Pues no: ellos se negaron a vender el libro.
Porque lo que querian, en mi opinión, era otra cosa: impugnar el trabajo alienado bajo el capitalismo.
No se trataba de salvarse ellos y conseguir ellos un empleo, sino de lanzar una enmienda a la totalidad. El problema no es el paro: es el capitalismo.
El problema es la propiedad privada de los medios de producción.
Lo que quiere manifestar, a mi modo de ver, la Autología no es que “el que quiere trabajar, trabaja”, como piensan los que sólo trabajan cuando quieren y en lo que quieren, sino algo mucho más importante: se puede trabajar de otra manera.
Un trabajo libre de explotación y de alienación.
Pero para trabajar de otra forma hay  que acabar con el capitalismo.
El libro Autologia lo puedes descargar (gratis) aquí, donde encontraras mucha más información.
El martes fui a la presentación de ese libro y nos divertimos mucho.
Enrique Flores lo dibujó en uno de sus cuadernos:

Aquí estoy a la izquierda, seguido de Chavi AzpeitiaJosé Vicente Catalán y Helena.

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