Preludio a la aparición en escena de Thoreau o semblanza de los estados aparentes

Se teme lo peor. El canto rodado anda en piquetes de agua, el río no llega encharcar la ciénaga nocturna para indignación de las ranas. Los sauces pactan con el viento el cese permanente  del vaivén de sus látigos. Las flores de achicoria, dispuestas como escudo vegetal empleando la resistencia pasiva, impiden la libre circulación de hormigas y otros insectos menores a través del campo. El clima anda revuelto y la tensión es palpable, gruñe el roble como no se lo había escuchado nunca. Un ejército de nubes se reúne a calibrar la pertinencia de un estado de excepción en el que tomasen el poder los elementos primarios, sin llegar a consenso. El fuego declara su disposición a cortar por lo sano, apela a un plan de austeridad y ceniza. Desde abajo, una horda incontrolada de topos y musarañas va tejiendo una red de redes. Se califican como fuerza libertaria en busca de la disolución de las cadenas del tránsito. Imposible detenerlos, siquiera identificarlos estando como están enmascarados por la misma entraña de la tierra. Se teme  lo peor, la situación es crítica, el lomo de la pradera tiembla. De miedo. O de frío. O de furia.
Cruza un hombre solo que no ve estallar la guerra.
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