miércoles 21 de marzo de 2012
Persecución
Una pantera macho me ronda, me persigue:
un día de estos al fin me matará.
Su avidez ha encendido los bosques,
su incesante merodeo es más altivo que el sol.
Más suave, más delicado se desliza su paso,
avanzando, avanzando siempre a mis espaldas.
Desde la esquelética cicuta, los grajos graznan estrago:
la caza ha comenzado; la trampa, funcionado.
Arañada por las espinas, ojerosa y exhausta,
atravieso penosamente las rocas, el blanco ardiente
mediodía. En la roja red de sus venas,
¿Qué clase de fuego fluye, qué clase de sed despierta?
La pantera, insaciable, escudriña la tierra
condenada por nuestro ancestral delito,
gimiendo: sangre, dejad que corra la sangre.
La carne ha de saciar la herida abierta de su boca.
Afilados, los desgarradores dientes; suave
la quemante furia de su pelaje; sus besos agostan,
dan sed; cada una de sus zarpas es una zarza;
el hado funesto consuma ese apetito.
En la estela de este felino feroz,
ardiendo como antorchas para su dicha,
carbonizadas y destrozadas, yacen las mujeres,
convertidas en la carnaza de su cuerpo voraz.
Ahora las colinas incuban, engendran una sombra
de amenaza. La medianoche ensombrece el tórrido soto;
el negro depredador, impulsado por el amor
a las gráciles piernas, prosigue a mi ritmo.
Tras los enmarañados matorrales de mis ojos
acecha el ágil; en la emboscada de los sueños,
brillan esas garras que rasgan la carne,
y, hambrientos, hambrientos, esos muslos recios.
Su ardor me engatusa, prende los árboles,
y yo huyo corriendo con la piel en llamas.
¿Qué bonanza, qué frescor puede envolverme
cuando el hierro candente de su mirada me marca?
Yo le arrojo mi corazón para detener su avance,
para apagar su sed malgasto mi sangre, porque
él lo devora todo y, en su ansia, continúa buscando comida,
exigiendo un sacrificio absoluto. Su voz
me acecha, me embruja, me induce al trance,
el bosque destripado se derrumba hecho cenizas;
aterrada por un anhelo secreto, esquivo
corriendo el asalto de su radiación.
Tras entrar en la torre de mis temores,
cierro las puertas a esa oscura culpa,
las atranco, una tras otra las atranco.
Mi pulso se acelera, la sangre retumba en mis oídos:
Las pisadas de la pantera lamen los peldaños,
subiendo, subiendo las escaleras.
Sylvia Plath, 1956
viernes 2 de marzo de 2012
Hormigas
A la cálida vida que transcurre canora
con garbo de mujer sin letras ni antifaces,
a la invicta belleza que salva y que enamora,
responde, en la embriaguez de la encantada hora,
un encono de hormigas en mis venas voraces.
Fustigan el desmán del perenne hormigueo
el pozo del silencio y el enjambre del ruido,
la harina rebanada como doble trofeo
en los fértiles bustos, el Infierno en que creo,
el estertor final y el preludio del nido.
Mas luego mis hormigas me negarán su abrazo
y han de huir de mis pobres y trabajados dedos
cual se olvida en la arena un gélido bagazo;
y tu boca, que es cifra de eróticos denuedos,
tu boca, que es mi rúbrica, mi manjar y mi adorno,
tu boca, en que la lengua vibra asomada al mundo
como réproba llama saliéndose de un horno,
en una turbia fecha de cierzo gemebundo
en que ronde la luna porque robarte quiera,
ha de oler a sudario y a hierba machacada,
a droga y a responso, a pabilo y a cera.
Antes de que deserten mis hormigas, Amada,
déjalas caminar camino de tu boca
a que apuren los viáticos del sanguinario fruto
que desde sarracenos oasis me provoca.
Antes de que tus labios mueran, para mi luto,
dámelos en el crítico umbral del cementerio
como perfume y pan y tósigo y cauterio.
sábado 25 de febrero de 2012
Mundo de siete pozos
Se balancea,
arriba, sobre el cuello,
el mundo de las siete puertas:
la humana cabeza...
Redonda, como dos planetas:
arde en su centro
el núcleo primero.
Ósea la corteza;
sobre ella el limo dérmico
sembrado
del bosque espeso de la cabellera.
Desde el núcleo
en mareas
absolutas y azules,
asciende el agua de la mirada
y abre las suaves puertas
de los ojos como mares en la tierra.
... tan quietas
esas mansas aguas de Dios
que sobre ellas
mariposas e insectos de oro
se balancean.
Y las otras dos puertas:
las antenas acurrucadas
en las catacumbas que inician las orejas;
pozos de sonidos,
caracoles de nácar donde resuena
la palabra expresada
y la no expresa;
tubos colocados a derecha e izquierda
para que el mar no calle nunca,
y el ala mecánica de los mundos
rumorosa sea.
Y la montaña alzada
sobre la línea ecuatorial de la cabeza:
la nariz de batientes de cera
por donde comienza
a callarse el color de vida;
las dos puertas
por donde adelanta
-flores, ramas y frutas-
la serpentina olorosa de la primavera.
Y el cráter de la boca
de bordes ardidos
y paredes calcinadas y resecas;
el cráter que arroja
el azufre de las palabras violentas,
el humo denso que viene
del corazón y su tormenta;
la puerta
en corales labrada suntuosos
por donde engulle, la bestia,
y el ángel canta y sonríe
y el volcán humano desconcierta.
Se balancea,
arriba,
sobre el cuello,
el mundo de los siete pozos:
la humana cabeza.
Y se abren praderas rosadas
en sus valles de seda:
las mejillas musgosas.
Y riela
sobre la comba de la frente,
desierto blanco,
la luz lejana de una muerta...
Alfonsina Storni, 1934.
domingo 8 de enero de 2012
Querer morir
Girl poses on ruins. African
Me preguntas pero casi nunca puedo recordar.
Yo camino con mi ropa, impoluta de ese viaje.
Luego, el deseo casi innombrable vuelve.
Incluso entonces nada tengo contra esta vida.
Conozco bien las briznas de hierba que mencionas,
los muebles que has puesto bajo el sol.
Pero los suicidas tienen un lenguaje especial.
Como carpinteros, quieren conocer con qué herramientas.
No preguntarán por qué construir.
Me he afirmado dos veces con facilidad,
he poseído al enemigo, he comido al enemigo,
he aprendido su arte y magia.
De esta forma, densa y reflexiva,
más caliente que el aceite o el agua,
he descansado, baboseando por la boca de la máscara.
No pensaba en mi cuerpo ante la aguja.
Incluso había olvidado la córnea y aquellos restos de orina.
Los suicidas ya han traicionado al cuerpo.
Nacidos muertos, no se matan siempre,
pero deslumbrados, no olvidan una droga dulce,
tan dulce que hasta los chiquillos mirarían y sonreirían.
¡Toda esa vida escondida en tu lengua!-
eso, se convierte en pasión.
La muerte es un triste hueso; magullado, me diríais
y, no obstante, ella me espera, año a año,
para deshacer con sutileza una vieja herida,
para extraer mi aliento de su horrible cárcel.
Allí, en equilibrio, los suicidas se encuentran,
arrasando fruta, una luna hinchada,
dejando el pan que equivocaron por un beso,
dejando abierto el libro por descuido,
algo no hablado, el teléfono descolgado
y el amor, no importa lo que fuera, una infección.
Anne Sexton
3 de Febrero de 1964
miércoles 28 de diciembre de 2011
La cantora II
The Sleeping beauty. Burne-Jones
In memoriam A. Pizarnik
In memoriam A. Pizarnik
Hoy la euforia me ha sacado a respirar las calles.
Sombra de lo que fui.
Peregrina sin rumbo.
Pero la muchacha que duerme
bebe siempre del cántaro oscuro de la misma fuente.
Ella cumple una promesa
a pesar de la niebla gris en los ojos
y la náusea perenne en su cuerpo:
ella continúa cantando.
Canta a la vida y a la muerte
en una melodía antigua.
martes 27 de diciembre de 2011
Don Sebastián. Rey de Portugal
Loco, sí, loco, por querer grandeza
cual la Suerte no da.
En mi no cupo toda mi certeza;
por eso donde el arenal está
quedó aquel ser que tuve, no el que hay.
De mi locura, que otros se apoderen
con lo que en ella había.
¿Qué es sin locura el hombre
más que un animal sano,
cadáver aplazado que procrea?
Fernando Pessoa
domingo 25 de diciembre de 2011
Alguna de esas noches
Cuadrado negro. Malevich
Recuperar de golpe la inocencia primera,
regresar a la calma del no ser
o comenzar de nuevo en cualquier otro mundo
(siempre será mejor).
No ser nadie o ser otro.
Cerrar los ojos y no abrirlos
nunca jamás o abrirlos a otra luz.
regresar a la calma del no ser
o comenzar de nuevo en cualquier otro mundo
(siempre será mejor).
No ser nadie o ser otro.
Cerrar los ojos y no abrirlos
nunca jamás o abrirlos a otra luz.
Esta noche sin luna, por ejemplo,
mientas las balas de la vida silban
y en el balcón ondea inútilmente
una bandera blanca.
mientas las balas de la vida silban
y en el balcón ondea inútilmente
una bandera blanca.
Javier Salvago
miércoles 21 de diciembre de 2011
Cuando a la casa de noche llega el silencio...
No joists! Martinaem.
Cuando a la casa de noche llega el silencio
cuando llega la noche a la casa
y siento latir la emoción y me quedo quieto
y en la cárcel de mis vísceras se vomita arraigado el
grito
Cuando existir es sólo una herramienta del alma
y se alcanza la certeza de que hacen el amor o lo crean
los planetas y las lunas oscuras
allá el universo insoldable entre agujeros negros
y vivir es tan grande que no se cabe dentro de la piel
y la belleza es tan inasible que sólo la define el llanto
y el llanto es tan ridículo como un castillo de uñas
y las uñas aún tienen el sabor de tu sangre
Cuando llega a casa el silencio de noche
cuando viven acumulados en un suspiro
infinitos recuerdos deseos y traumas
cuando laten
cuando pelean
cuando se mezclan y caen exhaustos y se hace por fin
el silencio,
entonces,
sólo quiero soñar como ensayando la muerte
y que todo vuelva a su orden sagrado.
Daniel Herrera
lunes 19 de diciembre de 2011
No he matado a la luna
No he matado a la luna;
deglutido a puñados sus toscos pedazos
he comido el vómito del último mendigo
y al silencio sordo he implorado llorando su clemencia.
Impasible, luna llena.
Espiral de ebriedad maltrecha. Huracán de
temblor dirigido al vértice. Espasmódica
autodestrucción que arrastra a un cuerpo
físico. Mente disociada.
Blanco cegador del amanecer,
Blancas preguntas, níveos químicos y agujas.
Percibo cómo la epidemia ya está aquí,
me infecto, me posee:
la culpa.
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