domingo, 25 de marzo de 2012

Algo de historia.



 Heliogábalo: la demencia gastronómica del joven emperador


El perteneció a una familia aristocrática de Siria, sacerdote hereditario del dios fenicio El-Gabala, este bonito muchacho con un atuendo exuberante sacerdotal le gustaba entre los legionarios de Siria, y gracias al oro y las intrigas, fue proclamado emperador a los catorce años de edad. Durante el corto reinado del joven emperador se observaron manifestaciones de despotismo oriental, la corrupción y la búsqueda de todo tipo de placeres.Marco Aurelio Antonino Heliogábalo vivió una vida muy corta tan sólo dieciocho años, y siendo emperador romano de la dinastía menos aún, entre 218 y 222.

A Heliogábalo decían que él daba órdenes para dispersar en las fiestas rosas, lirios y violetas. Dicen que algunos de los invitados, morían a causa de la asfixia. Le encantaba reunir en la mesa a personas muy similares. Debían ser exactamente nueve, según el numero de musas, invitaba a ocho calvos, ocho tuertos u ocho gordos.

La imaginación del emperador no conocía límites. Heliogábalo organizaba fiestas sirviendo la mesa de diferentes colores, así, un día todo de color verde. El día siguiente un verde pálido, el tercero de azul y así sucesivamente, durante el verano, cambiaba los colores a diario.

Una vez organizando una fiesta a la que cambiaba los platos según el lugar de donde vivían sus amigos, y ya que todos ellos viven en diferentes partes de Roma, festejaban de casa en casa.

Heliogábalo además podía un día comer sólo faisanes, el otro día pollos, luego pescados, cerdos, avestruces, verduras, frutas, dulces, productos lácteos.

Durante diez días a Heliogábalo podían ofrecer la ubre de los cerdos salvajes, guisantes con cuentas de oro, ojos de gato con lentejas, frijoles con ámbar y perlas con arroz blanco. Según los autores antiguos, el emperador echaba al pescado y trufas perlas en lugar de pimienta.

A menudo comía platos más exóticos: los tacones de los camellos, las crestas de los gallos y lenguas de los pavos reales y los ruiseñores. Se creía que estos alimentos protegian contra la peste. Una vez para el almuerzo fueron servidas seiscientas cabezas de avestruces para comer sus cerebros. Él ue el primero en comenzar a preparar jalea de pescado, ostras, langosta y cangrejo. El emperador comía pescado ervido con condimentos azul, como si estuviera en el agua de mar.

Se dice que fue él quien llegó por primera vez con el vino de especias perfumadas con resina, y el vino, con sabor a rosas, que era conocido antes, lo hizo más fragante.

Para sus compañeros de mesa, Heliogábalo ordenaba inventar nuevos platos para condimentos, si le gustaba el plato premiaba al inventor, si no, tenía que comerlo hasta que invente algo mejor.

A menudo entregaba a sus compañeros de mesa toda la plata que estaba n la mesa,  todas las copas.

Al mismo tiempo, a veces delante de sus invitados, ordenaba colocar en la mesa platos hechos de cera, de marfil, y en ocasiones de arcilla, de mármol o de adoquines.

Nunca comía pescado al lado del mar, y en lugares muy distantes al mar, siempre tenía tipo de mariscos, a los campesinos simples de estas zonas, les invitaba  probar leche de anguilas morenas y meros. El emperador mezcla en el baño de agua vinos con sabor a ajenjo, y rosas, e invitaba a la gente corriente a beber, y el propio emperador bebía con el pueblo.

A los soldados del Palacio del Emperador servian un gran plato lleno de cerebros de flamencos, los huevos de las perdices, cerebros de los zorzales y cabezas de loros, faisanes y pavos reales. Incluso alimentaba a perros con el foie gras.

Los autores antiguos escriben, que la cena nunca costaba menos de ciento mil sestercios, es decir, treinta libras de plata, y el almuerzo a veces, si contamos todo lo que se gastaba hasta tres millones de sestercios. A parte de que a Heliogábalo le encantaba cuando exageraban el y declaraba que esto aumenta el apetito durante la fiesta.

La locura, no sólo gastronómica llevaron al joven emperador a que los soldados se amotinaron contra Heliogábalo matándolo.

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