miércoles, 29 de febrero de 2012

Neorrabioso, escritor y poeta. Blog amigo.


Sobre la decadencia del turno de preguntas en las conferencias

.
El preguntador antañón, aquel que esperaba al final de las conferencias para formular alguna duda o pedir alguna matización al autor, declina ante los nuevos usos contemporáneos. El jueves, en La Casa Encendida, tras la lectura que nos ofreció Juan Goytisolo, pude asistir al penúltimo capítulo de nuestra derrota. Fue cuando una chica pidió el micrófono y dijo:

–Bueno, la verdad es que yo no voy a preguntar nada a Juan. Sólo quería decir que el sábado día 13 de marzo hemos organizado un acto por la despenalización del top manta y queremos cubrir de manteros el trayecto desde Callao hasta Sol. Os invitamos a todos a que os suméis a la convocatoria.

Tócate los huevos. Te viene Goytisolo desde Marrakech a Madrid y tú aprovechas el acto para convocar una manifa. Aunque claro, pensé más tarde, y por qué no. Por qué no iba a convocar esta chica una manifa, que al menos no escondía ningún interés personal sino al contrario, cuando muchos turnos de preguntas, hoy en día, parecen una mesa de debate entre Coto Matamoros y Belén Esteban.

Entre la fauna que está acabando con el preguntador de toda la vida figura el preguntador de dónde vienes manzanas traigo, llamado así porque te puede salir en una conferencia sobre el cultivo de la sandía con qué opina usted del escudo antimisiles de la OTAN. Existe también el preguntador transiberiano, que debe su nombre a que nunca sabes cuándo termina su pregunta, entre otras cosas porque jamás se ha planteado hacerla y se trata de un rodeo para el lucimiento personal. Y luego está el preguntador combate, que es de traca.

El preguntador combate parte de un resentimiento incurable: no se explica por qué han llamado a fulano como ponente, y su único propósito es demostrar delante del público que él lo merecía mucho más. El preguntador combate ni siquiera hace un amago de pregunta, sino que entra a discutir directamente con el conferenciante. Lo más bochornoso que he contemplado yo en este tipo de preguntador me ocurrió en una reunión de poetas jóvenes en el Puerto de Santa María, después del visionado de un documental sobre Antonio Machado, cuando un chico le saltó al director:

–Usted se ha equivocado. Debería haber utilizado la voz en off. Sobran planos largos y faltan cortos, sobre todo al final.

Toda esta ralea de preguntadores apócrifos han puesto al preguntador de toda la vida en una situación tan desesperada como la del tigre del Pacífico o el oso cántabro-astur. A día de hoy, el que hace una pregunta correcta y nada más queda como un perfecto analfabeto. Aunque ello no quiere decir que nos hayamos rendido. Somos pocos pero tenemos las ideas muy claras. Algunos todavía preferimos abrir un blog para mantener alta nuestra vanidad antes que utilizar las conferencias para medirnos con el ponente y demostrar lo larga que la tenemos. Seguimos acudiendo a las ponencias porque respetamos y hasta admiramos al que las imparte. No hacemos preguntas o, si las hacemos, las formulamos con brevedad y con propósitos solamente dilucidatorios. Y cuando termina el acto no consideramos obligatorio acudir con adherencia de lapa a orillas del escritor para darle nuestros correos, libros autoeditados y las santas pascuas. Que esa es otra.
..

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...