Sonó el teléfono de casa y en la pantalla apareció iluminado el número
de mi propio móvil, el cual había dejado en el lugar de costumbre hacía
apenas dos minutos cuando llegué. Descolgué extrañado y pronuncié un
cauto “¿Dígame?”…
Era yo mismo, devolviéndome la llamada. Y es que el día anterior creí
haber perdido el móvil y desde el fijo me hice una llamada para
localizarlo por el sonido.
Al rato, todavía con el susto en el cuerpo, di de baja ambas líneas de teléfono.
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