La noche del día treinta y nueve, al ver que las aguas comenzaban a retirarse, Noé comprendió que una ramita de olivo no sería suficiente, así que antes de echar el ancla, por si acaso, cocinó a la paloma.
La verdad, es que los poetas somos una panda de hijos de la gran chingada. Claro que creo que también son los que más arriesgan, los que más se exponen.
Tomás,Tomás, pobre palomita jajajajajajja, que bueno el cuento, me has sorprendido, no sabía que además de poeta eras cuentista. Besitos.
ResponderEliminarLoli, los poetas somos todos unos cuentistas.
ResponderEliminarLa verdad, es que los poetas somos una panda de hijos de la gran chingada. Claro que creo que también son los que más arriesgan, los que más se exponen.
Un beso.