lunes, 25 de octubre de 2021

la negra no soltaba el puto marlboro ni cuando cagaba


tenía un cenicero en el buró junto a la cama

otro cenicero en el baño

otro en la cocina y otro en el pretil del balconcito;

y fumaba todo el puto día

yendo de un lado a otro con el jodido cigarrito entre los labios

y dejando un rastro de ceniza allá donde fuera


fumaba en la cocina haciendo la comida

fumaba en el teléfono sosteniendo con sus hermanas

esa interminable cháchara sobre las cuñadas, los maridos y las putas suegras

a la que las mujeres dedican el 90 % del tiempo de su vida;

fumaba mientras yo le metía la verga por detrás cuando la sorprendía

inclinada a medias y acodada sobre el parapeto del balconcito

y en tanto que yo sujetaba sus caderas para poder empujarle más adentro el mazacuate

ella se ponía a formar anillos de humo con la boca 

y a meterles el dedo por el centro antes de que se alejaran

arrastrados por la corriente de aire cálido que recorría la avenida frente al depa


también fumaba echada en la cama, viendo en la tele los ricos también lloran 

-o alguna otra de aquellas telenovelas de mierda que salieron en los noventas-

con una actitud de gran concentración

y cuando yo me echaba a su lado y le bajaba las bragas y la hacía girarse de costado

antes de abrirle las piernas y metérsela

ella le daba las últimas desesperadas caladas al pitillo que trajera en la boca

y con el mismo encendía otro que dejaba sobre el cenicero

disponiéndose luego a la cópula animada por la perspectiva

de que el humeante tabaco estaría listo allí

para poder remachar el eventual orgasmo con un profundo inhalamiento nicotínico 

-nunca llegamos a hablar del asunto 

pero tengo la leve sospecha de que

si bien no mostraba nunca la menor reluctancia

a meterse mi verga en la boca y chupármela

prefería en todo caso tener en ella un puto marlboro que mi verga-


después de coger se encerraba en el baño con una cajetilla entera

porque el sexo le daba ganas de cagar y, según su propia teoría

mientras más fumaba más cagaba y por lo tanto

más flaca y buenota se ponía incluso sin hacer ninguna maldita dieta;

nunca supe si se limpiaba el culo con la misma mano que cogía el cigarro o con la otra

ni si realmente cagaba o solo fumaba como una desquiciada allí dentro del puto baño

pero la veía salir transfigurada y con el aspecto de una juana de arco

que acabara de contemplar la sagrada visión que infundiría a su vida

el sentido divino y grandioso con que alcanzaría la inmortalidad y la gloria

o una pendejada parecida


no me queda ninguna foto de ella

pero recuerdo bien su estampa

una noche cualquiera sentada en el sillón de la sala:

de piernas cruzadas y la mini arremangada dejando ver un buen pedazo de culo,

sosteniendo un vaso de brandy con coca con la misma mano que

sujeta entre dos dedos el sempiterno marlboro a medias

-un delgado hilillo de humo ascendiendo hacia el techo-

y proyectando cierta expresión de tristeza apenas discernible detrás de la media sonrisa

que le ponía siempre en la boca poder acabar otro jodido día

chingándose media botella y la tercera cajetilla en 12 horas


ay, negra, qué pronto te cargó la verga

qué fugaz fue tu paso por esta jodida tierra de miseria, derrota y aflicción;

tu vida, sin embargo, no fue un desperdicio: 

mira, ahora he escrito este poemita inspirado en tus hábitos de empedernida fumadora

-¿cuántas que vivieron vidas semejantes a la tuya

podrían vanagloriarse de ocupar los afanes de un poeta?-

un poemita sencillo, práctico y limpio

como el cielo de una mañana de abril

un poemita desenfadado, ligero y que no aspira a nada


sino a ser otro más del jodido montón de poemas que a nadie le importan una mierda





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