domingo, 26 de noviembre de 2017

raymond villa, domador de osos y culebras


lo mejor del programa del puto circo
-hasta que la cosa se jodió aquella noche en charlottesville-
era el número de ricitos de oro
donde los 3 osos grizzly y la hermosa natasha
-con colitas en el pelo y vestido de niña-
recreaban el cuento infantil cada vez que tocaba dar función
ajustando la secuencia de sus movimientos en la pista
al rollo grabado que emitían las bocinas:
"alguien se ha comido mi puta sopa"
gruñía la voz por los altavoces
mientras papá oso se erguía sobre sus patas traseras
y soltaba al aire un par de manotazos
que provocaban unos cuantos chillidos entre los asistentes
y hacían recorrer por la espalda de muchos de ellos
un escalofrío de terror al contemplar los dos metros de altura que alcanzaba la bestia
e imaginar su potencial de destrucción y muerte;
más de 800 funciones a lo largo de 2 años y medio
recorriendo europa, china, australia y república dominicana
hasta que la cosa se salió de madre aquella noche en charlottesville
y los putos osos, en lugar de saludar a la concurrencia
como hacían siempre al terminar el número
y meterse luego dócilmente en la jaula
se abalanzaron enfurecidos sobre la inocente natasha
-allí de pie entre ellos, con su maravillosa sonrisa siberiana-
y se dieron concienzudamente a la tarea
de despedazar su bellísimo cuerpo en cosa de un minuto
como si se tratara de una muñeca de trapo
que hubiese sido succionada por la turbina de un puto avión de pasajeros

"será mejor que saques tus cosas de aquí, ray"
me había dicho natasha unas pocas noches antes
-el mismo día que el circo había llegado a charlottesville
y se había instalado en aquel descampado junto al río-
luego de haber echado una cogidita en su caravana
y mientras fumábamos tirados en la cama:
"tengo ganas de pintar esta pocilga y cambiar el mobiliario"

"esa perra me ha mandado a tomar por culo
con el pretexto de querer remodelar su jodido carromato"
le conté afligido esa misma noche a papá oso
recostado en su lomo, con la botella casi vacía en la mano
mientras regaba con mis lágrimas calientes
la paja reseca del piso de la jaula:
"seguro ya se la está cepillando el puto payaso nuevo"

metieron en un par de bolsas negras
los pedazos de lo que, en tiempos más felices
había formado el magnífico cuerpo de la hermosa natasha;
dos días más tarde la enterramos en el holly memorial gardens
y el payaso nuevo pronunció una oración junto a la tumba
y luego se acercó a mi lado y me cogió una mano con la suya
y murmuró a mi oído "creo que me gustas, ray"
y otra cosa que ya no entendí muy bien
porque la sangre se me había bajado de repente a los pies

y la cabeza me había empezado a girar como un puto remolino enloquecido





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