jueves, 9 de noviembre de 2017

nunca sabes qué fuiste en tu pasada reencarnación


luego de correrme una sustanciosa juerga
a base de whisky, montañas de coca y un par de putas
dormí 48 horas seguidas
y desperté convertido en paulo cuello

no me percaté de tal desgracia
sino hasta verme la jeta en el espejo
contemplándome con aquel aire de superioridad moral
y adornada con la clásica barbita de candado

¡su puta madre! -pensé-
logrando apenas reprimir el vómito
¡qué clase de mierda de broma pesada es esta!
me restregué aterrorizado los ojos con las manos
mojé una toalla y me friccioné con fuerza la cara
diez o doce veces hasta casi sacarme sangre;
a fin de cuentas, sin embargo, no conseguí nada con ello:
cuando volví a clavar la mirada en el espejo
el puto engendro de mierda seguía allí enfrente
con una media sonrisa entre irónica y complaciente
dibujada en los restirados labios enmarcados
por los pelos canosos del bigote y la barba

¿y ahora qué mierda se supone que tengo que hacer?
¿cortarme la puta cabeza, acaso?
¿gastarme los ahorros de la jubilación en un cirujano?
¿tragarme todo el jodido bote de valium?

pero lo peor estaba todavía por llegar:
así, de pronto, sin solución de continuidad
mis pensamientos sufrieron una radical metamorfosis
y dentro de mi cabeza comenzó a resonar
el eco brasileiro de una sentencia paulocuellística:

nunca es demasiado tarde para enderezar el rumbo 
de una puta vida dedicada a revolcarse en el fango
y comenzar a realizar pequeños actos de bondad y afecto
hacia las personas que encontramos en nuestro camino
brindar una mano amiga de apoyo al pobre y al jodido
socorrer a los ancianos, los ex convictos, los tragafuegos de los semáforos
y dejar incluso que nos metan mano al culo
aquellos degenerados que nos acosen en el transporte público

al final de aquello sentí cómo mi cuerpo se volvía de gelatina
una gran debilidad se apoderó de mis miembros
tuve que sentarme en las baldosas, recargado en la bañera
me llevé las manos a la cabeza, haciendo presión sobre los parietales
traté de recordar alguna puta oración para pedir perdón a dios por mis pecados
y rogarle que se apiadara de mí, que me regresara mi identidad de siempre
pero solo me vino a la mente el principio de un corrido de los tigres del norte
luego me comenzó a embargar una especie de difusa apatía
-incluso llegué a decirme: bueno, tampoco es el fin del mundo
en el aspecto físico no puede decirse que haya empeorado
y además podré cogerme a todas esas mamonas que veneran a este pendejo-
el frío de las baldosas empezó entonces a infiltrarse en mis huesos
me incorporé y salí del baño evitando mirar el espejo
regresé a la cama y me eché encima las mantas
y volví a quedarme traspuesto hasta la tarde del siguiente día
cuando desperté no recordaba nada de la pesadilla de allí arriba
pero mientras extendía la espuma de afeitar sobre mi cara, pensé

con lo que me han crecido los pelos, ya podría recortarme una barbita de candado





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