martes, 7 de junio de 2016

las teivoleras también lloran


para pagarse un curso de periodismo en la universidad
-una vez concluido el cual, dentro de 3 años
obtendrá un puto diploma para colgarlo en la pared-
samantha baila tres noches por semana
en el teibol danse "la petit princess",
un jodido tugurio de putas borrachas y venidas a menos
frecuentado por pelafustanes y sabandijas de medio pelo
donde en ocasiones termino instalado en alguna mesa a pie de pista
dedicado a ingerir bebidas de exótico nombre
compuestas en su mayoría por una mezcla fifty fifty
de alcohol adulterado y refresco de soda coloreado con pigmento fosforescente,
y a mirarle fijamente el culo
a las tipas que, al ritmo de canciones ochenteras de dona sumer y los bee gees
se van encuerando por partes y en cámara lenta
mientras se menean con la gracia de una vaca mal parida,
encaramadas sobre zapatos de tacón de 25 centímetros,
en un torpe remedo de danza sensual de reminiscencias orientales
(o alguna mierda por el estilo)
a través de lo cual -el meneo, el encueramiento, la sensualité desbordada-
se supone que habrán de ponérsela tiesa como cable de puente colgante
a todos los mirones allí presentes

"si tú supieras cuánto me caga la verga, pinche villa
tener que rebajarme a enseñar el culo en este puto congal
para poder pagarme los estudios y aspirar a una vida mejor..."
"claro, samantha, mija, yo te entiendo:
¿quieres tomarte otro pinkie dream on the sunset?"
(no sé qué mierda le echan al pinkie dream on the sunset
pero he comprobado que con dos que se tome,
hasta la teivolera más remilgosa y apretada
termina dejándose meter el dedo allá por donde tú ya sabes)
"tú lo que quieres es llevarme a tu puto carromato
y que me deje coger de gratis en el asiento de atrás, cabrón"
"te equivocas, sami; mi amor, mi cielo, mi capullito de alhelí:
a mí sólo me preocupa que tú te sientas bien
que te prepares para tu futura carrera periodística
y que al final termines dejando esta vida y consigas
salir adelante y triunfar tanto en lo profesional como en lo personal:
anda, tómate otro de estos pinkie dreams"

entre cada ronda para salir a encuerarse a la pista
las ya un tanto maltrechas petit princeses del susodicho congal
disponen de alrededor de hora y media
para deambular entre las mesas y alternar
con los habituales que conforman la honorable concurrencia del local
-albañiles, taxistas, meseros y poetas fracasados entre otros-
donde por cada trago que se hacen invitar por uno de estos
fichan 40 pesos y retribuyen al estúpido de turno
diciéndole que lo quieren, que les gusta su forma de ser
y que en su siguiente actuación
se van a venir a parar frente a su mesa
para agacharse delante de sus narices de manera que él pueda
deleitarse mirando hasta el punto más recóndito e inexplorado
de la misteriosa gruta en que reside la turbadora esencia
de lo femenino y toda esa cuestión

"¿es cierto que eres poeta, pinche villa?"
"escribo algún poema ocasionalmente, sami;
cuando me asalta la melancolía, cuando la soledad me aprieta el cuello;
poesía romántica, sobre todo"
"¿has estado enamorado alguna vez?"
"creo que ahora mismo estoy enamorado de ti, pequeñuela"
"eres un puto mentiroso y un cabrón, pinche villa
pero voy aceptar que me invites otro pinkie dream"

a la tenue luz de la triste bombilla
de 60 watts que ilumina la callejuela que discurre por detrás de la petit princes
surcamos samantha y yo la soledad nocturna
a tambaleantes pasos rumbo al asiento trasero
del jodido nissan del 87 que,
primero por falta de recursos y después por desidia,
dejé abandonado a escasos metros del congal hace ya un par de años
y que desde entonces, cada vez que la combinación
de mis ganas de coger y el efecto de los pinkie dreams
me llevan a la feliz y más bien esporádica coyuntura
de siquiera una vez -allá cada 3 o 4 meses-
disponer de un buen culo donde aliviar mi calentura
-sin quedarme por ello en bancarrota para las siguientes dos o tres semanas-
me sirve como cuarto de hotel donde llevarme a coger
a señoritas de costumbres desordenadas como samantha
que ni baila, ni es periodista, ni tiene un puto brillante futuro frente a sí
pero que en cambio tiene la mamada pronta, el timing preciso para abrirse de piernas
apenas termino yo de empinarme el vaso
con los últimos restos de una sustancia color azul ultravioleta
que el creativo barman de la petit princes ha bautizado
como "el último vuelo de aeroflot a kiev"

"yo no soy puta, villa, no te confundas conmigo;
yo sólo trabajo como bailarina artística"
"claro, mi vida, por supuesto;
y yo soy el poeta más cabrón y eyaculatorio de jalisco"



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