UE NO EXISTÍAN. A ESO VENGO.
MARTES, 26 DE ENERO DE 2016
Asambleas en las nubes
Los estorninos son unos pájaros fascinantes. Solos, de uno en uno, apenas son visibles -diminutos, anónimos- pero cuando vuelan en bandadas se adueñan del cielo gracias a una asombrosa capacidad de unanimidad colectivapara la reacción súbita; una necesidad vital, aparentemente arbitraria, que les induce a dibujar en el aire las formas más caprichosas, plásticas y sugerentes que se puedan contemplar.
Los ornitólogos no han hallado el motivo biológico por el cual estos pequeños seres se ponen de acuerdo para organizarse en abigarradas nubes danzantes que, por su dimensión y espectacularidad, en algunos lugares del mundo consiguen arrebatar el protagonismo a la belleza de la luz crepuscular.
Los físicos, esos seres extraños que viven entre nosotros y que ven en una parábola de Messi coordenadas, asíntotas y tangentes, se han aproximado al fenómeno con algo más de éxito. Parece ser que la sincronización perfecta de movimientos repentinos, esa inteligencia comunal que permite a estos pajarillos moverse de ese modo tan sorprendente sin entorpecerse recíprocamente el vuelo, se debe a la existencia en la bandada de líderes espontáneos capaces de detectar algún tipo de amenaza. Cuando algún individuo cree identificar el peligro, cambia radicalmente el ángulo de vuelo, y esa decisión se propaga como si el eco de su acción provocase una interacción en toda la asamblea. Nadie sabe cómo y de qué manera interactúa cada congénerecon su vecino. Sin embargo, existe una transmisión de información que el grupo detecta, traduce y resuelve en milésimas de segundo.
Es decir, que a lo largo del largo viaje migratorio de una bandada de estorninos surgen tantos líderes como presuntas alarmas, y tantos cambios en la dirección de vuelo como caudillos de efímero gobierno. Ante tal estrategia el resultado se antoja desastroso pero, gracias a ello, finalmente la mayor parte de sus miembros llega a su destino.
Lo realmente sorprendente de este insólito sistema de organización y defensa colectiva es que su belleza es deudora de su eficacia, su plasticidad es producto de su anarquía, y el origen de su valor estético surge de la más pura y efectiva acracia asamblearia. Aquí no hay líderes que valgan. Todo movimiento individual es susceptible de ser seguido por la colectividad y en ese aparente gregarismo reside la supervivencia de la especie , y también el gozo y la admiración que provoca en la mirada humana.
La verdad es que me he contagiado del movimiento casi espasmódico y presuntamente desgobernado de los estorninos, porque al iniciar la redacción de esta entrada pretendía hablar de otro tema. Pero ahora veo que las letras se han ido organizando ellas solas, alarmadas quizá ante el rumbo que yo había previsto, lo cual ha dado como resultado una nube sobrecargada de signos y frases, emancipada de todo gobierno, que dentro de unos segundos danzará sobre el espacio virtual, dirigida paradójicamente por todas y cada una de sus palabras y por ninguna de ellas. Es la panacea de todo escritor. Saber a donde uno quiere ir. Para llegar no queda más remedio que volar y volar, escribir y escribir, sin más regla que la confianza en el instinto y en las capacidades de vuelo adquiridas en el nacimiento, o después de haber padecido unos cuantos aterrizajes forzosos. Porque... ¿Existe entre la especie humana algún comportamiento semejante al de los estorninos? (La CUP no vale. Estamos ante un presupuesto de liderazgo genérico, espontáneo y fugaz, que lleva a sus congéneres a un destino unánime)
Recuerdo que hace un par de años asistí a un experimento muy particular. En él participaron trescientos estudiantes del último curso de la ESO. El científico que lo organizó compró trescientas pequeñas linternas en un bazar chino, que repartió a cada uno de los estudiantes. Frente a la platea donde se encontraban sentados, se instalaron dos cámaras de circuito cerrado de televisión que registraban todo lo que allí acontecía. A ambos lados del escenario se instalaron dos grandes pantallas y frente a ellas dos proyectores, de manera que los asistentes podían observar en todo momento lo que ellos mismos hacían.
Apareció el físico en escena. Sorprendentemente, su aspecto era el de un tipo normal; incluso resultaba simpático. Nos habló de los estorninos, de las luciérnagas, de cómo esos bichos nocturnos son capaces de sincronizar la frecuencia de su luz a metros de distancia, sin decirse ni mu. Nos habló también de los aplausos; de cómo, de manera espontánea, el aplauso caótico de una muchedumbre enfervorecida de repente puede llegar a convertirse en una sonora palmada única, masiva y colectiva. Y finalmente llegó el momento esperado. A su orden se apagaron las luces; cada uno de los estudiantes tomó la linterna en sus manos y después de su señal, todos los allí presentes levantaron la mano, encendiéndola y apagándola arbitrariamente.
Unos segundos después ya podíamos ver en las dos pantallas que un nutrido grupo de estudiantes se había puesto de acuerdo para encender y apagar su linterna al mismo tiempo, sin decirse nada entre ellos y, antes de que transcurriese un minuto, la mayor parte de la sala ya se había convertido en una gran lámpara compuesta por pequeñas bombillas de linterna, que se encendía y se apagaba rítmicamente al unísono, de un modo totalmente sincronizado. Nadie supo jamás qué estudiante de los allí presentes fue aquel cuya cadencia de encendido y apagado contagió la de todos los demás. Sin embargo, era un hecho incontrovertible que la voluntad arbitraria de trescientas personas había confluido espontánemente hacia una misma solución.
Todo acabó con una sonora interjección admirativa y el aplauso unánime y desordenado del respetable que, como por arte de magia, se transformó en una ovación única, simultánea y cadenciosa. Ante el éxito de su experimento, al físico no le quedó más remedio que doblar el espinazo para saludar y, aprovechando su momento de gloria, consciente de que tenía al público rendido a sus pies, encendió una última y definitiva frase, y dijo: “amigos míos…el caos es el orden”. Después nos fuimos a comer.
Foto de MarianoFernández. Con su permiso
PUBLICADO POR EL POBRECITO HABLADOR DEL SIGLO XXI
interesante manera de ver la vida
ResponderEliminarAbrazo desde el otro lado de la vereda