domingo, 8 de marzo de 2015

LA MONSTRUACIÓN

SÁBADO, 07 DE MARZO DE 2015
Demasiados días sin publicar dejando el blog en estado comatoso, con menos actividad en él que conciertos de rock en el infame Valle de los caídos. Pero no había otra: estaba decidido a acabar con el último volumen de la trilogía del profuso y enciclopédico Ken Follet. Y es que una centuria de manos de este maestro da para horas, horas y horas de enajenación lectora. Cierro el libro una vez finalizado, doy un profundo suspiro y me quedo pensando varios minutos en el mundo que acabo de abandonar. Ahora me creo ciego ante un teclado que me resulta desconocido, palpándolo a tientas para dar con la combinación precisa para plasmar, por ejemplo, un punto y seguido. No sé si tendrá que ver con el camino hacia la decrepitud, pero he olvidado los libros de mi juventud y enterrado los errores; he aprendido a no avergonzarme de mi reflejo en los cristales y a metaforizar sin grandilocuencias y edulcorantes. Letras, letras, letras, letras, letras... Cada vez creo menos en ellas, y paradójicamente, cada vez las necesito más. Antaño, apreciaba con deleite el talle elegante y presumido de una Georgia y de una Times New Roman, o la claridad sobria y estilizada de una helvética y de una arial.  Pero ya no me interesa lo inmediato; si tienen atrevimiento y desparpajo o equilibrio en el párrafo; si tienen el pie fino y alargado o cuello de cisne.  Ahora solo me interesa qué pueden contarme, cuando me las encuentro o llegan hasta mí, una vez que cruzan por la puerta de donde nacieron. Y vuelvo y salvo pocas y honrosas excepciones, nada ha cambiado: sigo siendo un idiota engreído, asomando el mentón entre muertos sin imaginación que hacen, de lo que podría ser un Elíseo, un paisaje desolador. ¿Dónde han quedado las buenas historias?




Regurgitado por Cabronidas @

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