martes, 24 de febrero de 2015

POBRECITO HABLADOR DEL SIGLO XXI

LUNES, 23 DE FEBRERO DE 2015

Un mes después


“Cuando tú vienes airada,
todo lo pasas de claro
                con tu flecha

Jorge Manrique
 
Se marchitan las rosas; la rosa blanca y la rosa roja que rescaté de las cenizas la tarde de tu partida.
Han agotado el aroma y la seda de sus pétalos. 

Ahora  son púrpura y cera; vino añejo y nieve antigua.

Llegué  a casa  ebrio, mordí el tallo para acortarlas y  las introduje en un cilindro de cristal. Me pareció un objeto mágico, el espacio infalible de la vida eterna donde se conservaría  siempre el símbolo del cariño  que recibí de tu existencia.

“¡No quiero perderte!”-grité.
Te  he llorado en lágrimas y día a día  derramo mi duelo en silencio.
A veces busco y ambiciono consuelo invocando recuerdos.  Entonces, con la misma brevedad con que nos castiga la vida,  consigo verte sin verte, apenas unos instantes, regalándome  tras la ventana tu saludo de amor.
Porque creo en la memoria, y en la huella evocadora que se hunde en lo vivido. Me dicen, incluso -seguramente con buena intención- que si te guardo aquí  y consigo conservarte dentro de este espacio de piel que cubre mi  pecho, entonces -me dicen-  no habrás desaparecido.
Por eso estaba convencido -ingenuo discípulo de tu bondad- que las flores fúnebres podrían encarnar tu rostro; tu rostro sonriente tras la ventana de cristal luminosa, despidiéndome cada día que llegaba, y te besaba, y escuchaba tu voz, y me decías sin decirlo ¡Cuánto te quiero, hijo!.

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