martes, 10 de febrero de 2015

POBRECITO HABLADOR DEL SIGLO XXI

LUNES, 9 DE FEBRERO DE 2015

Innovación

La semana pasada asistí a una jornada protagonizada por la innovación. Un centro tecnlógico catalán reunió a los alcaldes y alcaldesas de 5 poblaciones que han merecido una prestigiosa etiqueta ministerial con la que se les distingue por su labor en pro del perfeccionamiento y la mejora dentro de sus municipios. 

Los alcaldes y alcaldesas, a su vez, se hicieron acompañar de cinco empresas, con las que ejemplificaban y provaban su merecida mención. En total participaron  25 empresarios innovadores junto a 5 alcaldes ejemplares, dinamizados por una conocida presentadora de televisión, rubia, guapa e inteligente.

La cosa no tuvo desperdicio. Hubo innovación para parar un tren. Un empresario joven, elegantemente vestido, peinado como Aznar en sus buenos tiempos,  salió a la palestra y dijo que no estaba casado (c a s a d o ) porque cada día dormía con su idea, porque era lo que realmente le ponía, aunque, eso sí,  "mi empresa es mismamente [sic] como una mujer, porque hay que controlarla mucho, pero  no se deja dominar".

A mi lado se  habían sentado dos mujeres jóvenes muy bien vestidas, con traje  caro,  pero mal calzadas. Me acordé del bueno de Hannibal Lecter cuando recibe la primera visita de la meritoria Clarice Starling  en lo más oscuro de la cárcel del estado.

Las dos ejecutivas estuvieron riéndole gracia al empresario durantes unos minutos. Incluso vi en las pantallas de sus tabletas cómo twiteaban el chascarrillo.

Después de algunas intervenciones más, le llegó el turno a un empresario que hablaba con un ostensible e identificable acento argentino. Era ya veterano. Lucía un simpático y característico  bigote de morsa rubio y  aunque representaba a una gran multinacional de aceites lubricantes, su estilo era desenfadado, sin corbata, aderezado de americana de pana y camisa a cuadros. El viejo gaucho tomó la palabra y se escusó por no poder hablar catalán. "El catalán es como mi mujer: la amo, la adoro, pero no la domino". 

Mis dos compañeras de butaca no pudieron contener las carcajadas. Ahora se doblaban literalmente, una y otra vez, sobre el asiento, como si alguien les hubiese atado una goma a la cabeza y tirase de ella. La carcajada, por otra parte, fue generalizada, igual que la que se produjo a continuación del requiebro anterior que pronunció el joven emprendedor.

Después de explicar su proyecto innovador con un seductor acento porteño, el viejo empresario argentino confesó al auditorio que mantenía una enconada lucha con el alcalde de la localidad donde se ubicaba la compañía,  porque necesitaban unas hectáreas más para poder hacer realidad su sueño. Sin embargo, el Ayuntamiento en cuestión se resistía a recalificarlas y a cedérselas. El alcalde, presente en el escenario, sonrió con la llamada sonrisa del teleférico, que no es otra que la que esbozan los pasajeros que viajan en él  mientras el habitáculo se  descuelga de los cables con intención de precipitarse hacia el vacío.

Algunas intervenciones más dieron por concluída la primera parte del programa. Sin duda, por lo que pude escuchar en los corros que se formaron en la sala contigua a la que salimos a relajarnos, el emprendedor argentino y el joven talentoso catalán  fueron  los triunfadores de la mañana. Entre cafés, dulces y zumos, no se habló de otra cosa, es decir, de mujeres, esposas, innovación y control.

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