domingo, 15 de febrero de 2015

MARTA......................COMO ME PONGA FURA, EL BLOG.



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Mamá, no leas este post. Y si lo lees, no pongas comentarios. Y si los pones, no me digas que tú también te has leído el libro. Porque este post va sobre Cincuenta Sombras de Grey.
Pues sí, mis queridos/as inexistentes lectores/as. Sucumbí al sunami promocional, caí en la tentación, me convertí en masa acrítica y me leí el primer libro. Y después el segundo. Estoy en lista de espera para el tercero y cuento los días hasta que llegue mi turno.
Esto es como las telenovelas, ni más ni menos. Sabemos que son un bodrio, que representan una sociedad clasista,  machista y desigual, que trasladan un arquetipo femenino infame, casi tan malo como el masculino, pero llegado el caso improbable de que te pierdas un capítulo lo miras por internet porque no puedes esperar a saber qué pasó con Luis José.
Aunque las críticas a Grey están mal enfocadas. No es que sea una mala novela sino que es en realidad literatura del género fantástico. Porque  ojito con la señorita Steele, que no había visto hoja verde en su vida y de pronto es un festival de orgasmos explosivos haciendo añicos todas las estadísticas, la experiencia y el sentido común. Y ya no os cuento el señor Grey, lo que le cunde a la criatura, se debe de alimentar a base de Ceregumil y sabe más que los ratones coloraos. Estos dos son inasequibles al desaliento ¿Que te encuentras en el salón de casa a una perturbada apuntándote con una pistola? Pues orgasmo al canto. ¿Que es tu primer día de trabajo y vuelves agobiada porque tu jefe te está acosando sexualmente? Pues orgasmo múltiple. ¿Que vas a conocer a tus suegros y la ex-amante de tu novio te monta una escenita del quince? Pues nada, para celebrarlo, orgasmo, orgasmo y orgasmo. Vamos hombre.
Una cosa os voy a decir, a mí las escenas de sexo (aproximadamente 3/4 del peso de cada libro) me resultaron como el sexo en sí: que al principio las coges con muchas ganas y todo te parece extremadamente ¡ouaf! pero al poco tiempo te acomodas, todo te resulta previsible y acabas mirando las manchas que tiene el techo.
El libro debería venir con un plumero, hay polvos en todas las superficies. Hay a quién le ha recordado un catálogo de tuppersex.  Pero a mí lo que me resultó realmente obsceno no fue el sado ni los juguetitos sino que un niñato de 27 años sea una belleza griega, virtuoso del piano, piloto de helicóptero, patrón de yate y, para colmo, un self-made-man que gana 100.000 dólares al minuto gracias a un emporio de empresas que él mismo creó y que, a más a más, son ecológicas, sostenibles, tecnológicas y socialmente comprometidas. Aún le da tiempo de enviar comida a los niños pobres de Darfur. Vamos hombre no me jodas.  Ante esto es una mera anécdota que su novia acabe un viernes la carrera (Literatura inglesa, que tiene unas salidas que te cagas), el lunes entre de becaria en una editorial y a la semana siguiente ya la hayan ascendido a editora junior, previo paso por un episodio de acoso sexual frustrado gracias a sus habilidades con las artes marciales y la defensa personal.
Y ya, para fantasía, que tu novio te llene un vestidor (¡un vestidor!) con un montón de ropa y zapatos caros, que todo te quede fenomenal sin probártelo primero ni cogerte el bajo y que encima también haya acertado con la talla del sujetador. ESO NO HAY QUIEN SE LO CREA.
Así que ante tanta fantasía, decidí relajar mi espíritu crítico y limitarme a disfrutar de la novela. La voz de mi conciencia, vestida con toquilla y gafas de ver de cerca, se sentó a descansar con los pies en el brasero de una mesa camilla mientras la diosa que llevo dentro simplemente daba saltitos de alegría.

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