domingo, 8 de febrero de 2015

LA MALQUERIDA



domingo, 8 de febrero de 2015

Hoy es buen día para escribir

Hoy es buen momento para escribir. Tengo claras las ideas. La neurona sobreviviente labora de forma normal. He estado reflexionando sobre el hecho que me conflictúa. Aunque no lo quiera porque así lo veo tiendo a pensar en la forma de no ser un lastre para mi familia. Y no, no no no no me estoy haciendo la víctima. Me doy cuenta que le robo mucho tiempo a Laura en los días de terapia. Ella es casi casi mi mano derecha por tanto con la que paso mucho tiempo. Siempre estamos en contacto. Me cuida, provee las medicinas, me escucha cuando lo necesito. Más que una hija es mi confidente. Sabe casi todo de mi, sé casi todo de ella. El casi nos lo guardamos como salvoconducto para el yo perfecto que como madre e hija deseamos ser pero como humanas no lo somos. No quiero que sea de esas hijas que dedican su vida a la madre enferma y cuando esta muere se quedan solas. No quiero eso para ella. Por eso desde aquí le digo ¡suéltame Laura! voy a estar bien. Quizá los que le dicen que sus papás o sea nosotros la enfermamos estén en lo cierto. Nuestra cercanía no la deja avanzar. No nos quejamos con ella de lo que nos duele o deja de doler. ¿Cómo podríamos nosotros, tanto que la amamos, hacerle daño? Tal vez no entiendo la connotación de esa frase que se me quedó grabada en el primer instante. Barry la ama más que a nada en el mundo. Yo la amo tanto que fui capaz de hacer un gran sacrificio anoche por ella. Y sin embargo fuimos muy felices. No encuentro la forma de que se desatienda un poco de mi. Que no piense tanto en nosotros. ¿Cómo puedo hacerlo? Me gusta mucho estar con ella. Desde que voy a terapia nos hemos acercado más. Ella tiene mi mismo carácter, chocamos mucho pero hemos aprendido a tolerarnos. Somos amigas para siempre come dice La Bella. Tú y yo abuela somos amigas para siempre. Si me pongo a ver quién puede cuidar de mi para que Laura descanse, me quedan Bruno y Barry pero son hombres. Dios sabe que me muerdo el puño para no pedir a Bruno que me cuide un poco. No sabría qué hacer conmigo. Quizá pondría la televisión, veríamos los programas que le hacen tanto reír -Bruno es un niñote despreocupado- nos compraría comida chatarra y dejaría que el tiempo con nosotros caminara sin prisa. Pero yo necesito a veces un poco más que eso y Bruno no me lo puede dar. Luego está Barry. El buen Mister Barry, si él no estuviera ya me habría muerto. Sé de lo que hablo. A pesar de todos sus defectos es un buen hombre pero tengo que concientizarlo. Hacerle ver lo que viene -es innegable dejarlo de lado- y a lo que se va a enfrentar junto conmigo. Lo veo cansado, necesita distraerse aunque su distractor me ponga de nervios junto con la imaginación haciendo el resto. Ojalá fuera una señora normal pero sólo soy yo. ¿Qué voy a hacer? Tengo que buscar que la enfermedad no interfiera en la vida de mis hijos. Barry es mi tabla de salvación y me aferro a él porque en el mar donde navego no hay nadie más. No hay un faro que me guié. Y ni siquiera sé nadar. Tal vez necesite cortarme el pelo y todo se vea diferente.




sábado, 7 de febrero de 2015


Búfalo en estampida

Mire usted yo es que no entiendo a la gente. Toda la vida le recitan que no, que una no puede andar con el ceño fruncido. Hay que vivir contentos. Duro y dale todo el bendito -¿ya vio que no dije maldito? Bien ¿no?- decía -no me distraiga- que mi problema problema problema es el carácter de los mil diablos que me cargo. Si hubiese sido menos amargosita la vida habría sonreído conmigo. Pero ¿cambiar? -dije yo- ¿dije yo es pleonasmo? Si digo dije es porque fui yo. En fin deje de distraerme por favor. La cosa es simple. Mi carácter es mi castigo. Igual nunca será mi redención. ¿Sabe lo que pienso? no entiendo ni jota a la gente. Dejo a un lado el mal carácter. Visto de alegría mis días -¡Por dios que cursi me leo!- Me armo de lugares comunes, digo de paciencia. Los celos los boto al cuarto de trebejos. No los tiro, los conservo por aquello de las malditas dudas. Olvido las blusas autóctonas -mi sello personal- y las botas de gamuza café. Soy otra ¿no? Doña vestida de cordura. ¡Uyuyuy tú las trais! Queda en el fondo del alma algún vestigio del Yo que fui. Fíjese usted. Un día me levanto en buen plan. Saludo a todos. Hola Señor Sol. Buenos días estrellita mañanera. Hola perritos. Buen día gatito. Hola plantitas. Hola mesa. Hola silla. Hola escaleras perdonen que las pise. Hola dulce amor mío digo, hola Barry. Y así. Esto de ser feliz y amable es un poco cansado. Corto corto, largo largo. Mi manecita enjoyada con pulsera del 0.720 y un anillo con escasas pretensiones de querer ser envidiado, es agitada a diestra y siniestra. Mi carácter es afable. ¡Viva la felicidad! ¡Viva tres veces! Un buen día -¿se fija? no digo mal día- sucede algo de lo que muy pocas pueden vanagloriarse de salir airosas y no hablo del pp ¿eh? no. Tampoco es que me sienta heroína, soy una señora x. El carácter adoptado para que los demás dejen de sufrir mis amarguras sigue dormido. No grito ni lloro. Ah si lloré poquito, ai cualquier cosa. Dos-tres lagrimitas pasan desapercibidas para quien acostumbrados a verla fuerte no les cabe la idea de que los fuertes también sienten. Entonces reacciono como nunca se esperó lo hiciera. Me sorprendo de mi misma. Y mire, aquí viene con lo que empecé: no entiendo a la gente. Tanto cambiar para que ¡maldita -¿ya vio? dije maldita- maldita la cosa me salgan con que "prefiero a la de antes" "la que gritaba y se enojaba y nos mandaba al carajo, a esa la quiero de vuelta". ¡No mamen! Por eso le digo como amiga suya que no soy, si le dicen que es amargosito como un limón no se preocupe, usté sea como quiere ser. No se deje convencer. De todos modos nunca se es del todo como quieren que sea. Igual me dirá que a usted nadie lo ha cambiado, que es aceptado en todos lados con ese carácter de perro rabioso y que usted ni maíz palomas, acéptenme como soy y patatí patatá. Todos ocultan un poco de vergüenza para hacer creer a los demás que uno es gallo en cualquier lugar. Blah. Después de todo, a mi ese carácter de búfalo en estampida -así me siento cuando me enojo- poco menos que abominable me salvó de haber perdido la razón. Cierto que me llevó a terapia pero pus ya sabe, los locos necesitamos que nos inyecten un poco de cordura para soportar tanta lucidez abyecta. Exabruptos en ocaso. Celos nomás pa' los amigos. Fortaleza, amigo mío que no es. Esquivo placer de no ser lo que quiero. ¿Qué quiero ser si no es que ya soy? Bienaventurados los hombres ecuánimes porque de ellos será el reino de los desjuiciados. Game over.

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