miércoles, 25 de febrero de 2015

LA MALQUERIDA


miércoles, 25 de febrero de 2015

El diván de la marmota

Llevo varios días buscando un motivo lo suficientemente fuerte que me haga levantar del diván de marmota valemadrista y retomar el ejercicio olvidado en la apatía del día a día.
Digo Natalia -es una muy buena razón- esa niña logra todo de mi. Ha hecho que corra dos veces, ¡dos!, yo que grabado llevo en la mente a fuerza de repetirlo que no puedo hacerlo, ella lo logra con su hermosa sonrisa.
¿Cómo lo hace? npi. Cuando me doy cuenta estoy corriendo tomada de su manecita.

¿A quién quiero engañar? me da flojera subir a la caminadora y darle duro a llegar a ningún lugar.
Ya ni siquiera me preocupo por ir a dejar a La Bella a la escuela.
-¿Vas a ir a dejarme, abuela?
-Hoy no preciosa, mañana.
Así todos los días. ¿Cuánto tiempo de esto? npi. No llevo la cuenta, mejor me quedo a dormir. Echémosle la culpa a la depresión que como maga aparece en mi ser, pero oh oh, no estoy deprimida hoy.

Hace tiempo decir ejercicio era decir vida. Hace un tiempo hacer yoga, correr, bailar, lo que sea era vida. En este hoy rebelde es sacrificio y de eso estoy completa. No más. Ni siquiera por mi. Si por mi fuera hace mucho habría elegido quedarme tumbada en el sillón, moviendo mi dedo tirano para hacerme obedecer sin yo hacer nada más que ser reina del ocio.

Pienso en motivarme por Barry pero nah, ahorita me cae un poco gordo de tal manera que queda descartado.
Laura y Bruno son suficientes motivos pero toca dejarlos aparte -nunca de lado- por esta vez. Quiero dejarlos descansar incluso de ser la razón para hacer algo.

En este cielo medio nuboso se asoma una luz. El señor cartero virtual ha llegado muy tempano, dejando un aviso para la próxima carrera de pasos lentos. Eso sin menospreciar nada ni a nadie puede ser una buena razón para volver a poner en movimiento voluntario a estos pies míos. Y yo que ya quiero vender mi armatoste de pasos.

Correr no para demostrar nada sino porque toca salir de aquí y hacer algo diferente como el ir a terapia. Algo no cotidiano para volver a sentir que vivo.

Tal vez lo haga, tal vez no, lo pensaré, hoy toca enfrentarse a la gente y sus miradas. Voy acompañada de Natalia, Barry y Laura -¿quién más?- ella me ayudará un poco con la niña mientras los médicos hurgan en mis adentros para ver si sigo sana en ese sitio tan peculiar.

No quiero ir pero para qué me hago tonta si de todos modos debo estar ahí. 

Toca rebelarse -como es costumbre en mi- contra lo de hoy porque es lo único que me queda. Rebelarme contra todo lo que no quiera y con lo que si -hay que ponerle sazón a la vida- es lo único que me queda porque al final cual borrego, voy con la cabeza gacha rumbo al matadero.














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