viernes, 20 de febrero de 2015
Abuelita Hombre Araña
Me gusta la velocidad que han tomado los días para volar y desaparecer sin darme cuenta. Las horas no hacen nido en estos tiempos. Nacen muriendo.
Hace unos días hablaba sobre la brillante idea que tuve para comprar las pastillas para la caminadera. Pues nada, los días han pasado y las pastillas también. Se han acabado, ¡dios me acoja en su santo seno!
La buena noticia es que me quedó algo de dinero de la vez pasada, con otro poco que ponga Barry las podremos comprar, ¡alabado sea el Señor y su santo nombre!
La mala noticia es que tengo que ir por ellas. Por una sencilla razón que no sabría explicar, sólo yo -por esta vez- puedo comprarlas.
Han pasado casi doce horas desde la última toma lo que quiere decir que... ¿A ver díganme qué quiere decir? ¿Alguien sabe? Levante la mano el que sepa. ¿Nadie? Bueno se los voy a repetir, pongan atención, no quiero parecer disco rayado. Quiere decir niños que no puedo caminar.
Y eso qué, se preguntarán algunos. Fácil es. Si no puedo caminar ¿cómo diantres voy a ir por la medicina? Olvídense de sillas de ruedas, de andaderas y de otra maldita cosa. Cuando digo no puedo caminar es literal. No puedo hacerlo. Ni modo que me carguen, vaya espectáculo daríamos. Ni hablar de eso.
La vez pasada Barry y yo fuimos a la farmacia casi a la media noche. Había poca gente, sin temor a miradas curiosas me moví como pez en el agua. Los parkinsonianos tenemos la facultad de movernos como peces en el agua, como hojas sin rumbo, como nubes gordas viajando en el infinito cielo azul sin que nada coarte nuestra movilidad. No señor. Si algo se nos puede alabar es que los parkinsonianos siempre estamos en movimiento. Y el que diga lo contrario es porque no sabe de lo que hablo.
Volviendo a lo que me ocupa, esta vez tendremos que ir a la farmacia en el día. ¡Awww! ¡gente! ¡gente! ¡horror!
Sin medicamento ya he dicho que me debo agarrar de las paredes y del brazo de Barry porque en estos casos extremos el bastón no sirve. Me gustaría tal como el Hombre Araña ir colgándome de las paredes. Disparar la telaraña de mis manecitas, ¡piuff! ¿Qué? Así suena cuando la telaraña sale de sus manos. ¿Nunca lo han oído? Blah, como se ve que ustedes tienen una vida.
Decía, disparo por aquí, ¡piuff!, disparo por alla ¡piuff! y listo, llegaba a que me atendieran. A las señoritas dependientas les daría el supiritaco viendo llegar colgada de techos y paredes a una abuelita de muy buen ver y mejor tocar. Si fuera de verdad Abuelita Hombre Araña, no me pondría los calzones arriba de la mallitas como lo hacen los superhéroes. Yo me pondría una faldita muy cuki. En fin, equis como dice Laura.
Después del susto, las señoritas dependientas acomdándose el chongo me atenderían muy monas. Y es que no sería para menos, ver llegar por los aires a una Abuelita Hombre Araña -como dice Natalia- es para morirse.
En caso de que no murieran, yo creo que hasta me pedirían autógrafo.
Titulares de los periódicos: Abuelita Hombre Araña de compras por las farmacias de descuento más baratas de la ciudad, ¡siii!
Poniendo de nuevo los pies en la tierra, tengo que idear la manera para trasladarme sin tanto lío.
Primero iré del brazo de Barry, después en el coche, después, ay ¿de dónde me agarro? No hay manera, la gente me va a ver cuando empiece a tantear que no tontear las paredes. Eso me vale madre, lo que pasa que si me ven menos puedo caminar. Los parkinsonianos tenemos la facultad de convertirnos en estatuas cuando alguien nos mira.
¡Ya sé!
Voy a hacer como cuando se me quedan viendo: les lanzo la mirada fulminadora de gente babosa y sanseacabó. ¡Voilá! como dicen los nice, prófugos del no ser lo que ven.
Resuelto el primer problema tengo que pensar en la forma de enterar a Barry que las cápsulas verdes hacedoras de sueños artificiales también se acabaron -razón por la que estoy despierta a esta hora- para que me las compre porque no me alcanza con lo que tengo. ¡Diosito ven a mi!
Tengo a mi favor que cuando no puedo caminar me veo desvalida, soy un perrito mojado, ángel de alas estropeadas. Sapo en lodo. Estando así muevo el corazón de Barry sin yo proponérmelo, que conste ante dios y el mundo. Lo que menos me gusta es mover a ternura, nomás con él porque así lo quiero. Lástima no. ¡Al carajo la lástima y sus cansinas palabras alentadoras!
Convertida en medio ser humano -digan lo que digan, hablen lo que hablen soy mitad humana, mitad robot- logro lo imposible. Acogiéndome bajo su brazo protector y mesando mi pelo dirá: ¿para qué estoy entonces aquí sino para ayudarte mi linda ?
Otro problema es cómo decirle que ya no tengo cápsulas. Y todavía me falta preguntarle si me puede llevar a terapia porque Laura va a trabajar. No quisiera ser Barry. No quiero ser yo sólo por hoy pero soy. Se va a querer morir.
Si me convirtiera en Abuelita Hombre Araña lo amarraría con mis hilitos de seda para que me escuchara sin aspavientos pero no hay manera. Supongo que hacerse cargo de dos niñas no es fácil. Ya pide esquina y yo no puedo hacer más. Ojalá tuviera -como el Hombre Araña- una tía May.
¿Y si lloro? Nel, ya está muy choteado. ¿Y si me pongo seria? A ël no le gusto con el gesto adusto, entonces no, no es buena idea, puede ponerse de malas. ¡Y si...? No, eso es terreno acotado. ¿Y si le doy besos?
Virgen de las interrogantes haz que se me vuelva a prender el foco, ándale no seas así.
Lo que tengo claro es que el hilo siempre se rompe por lo más delgado y esta vez el más delgado es la terapia.
¿Y si le digo otra vez a Bruno?
¡Dios, qué difícil ser yo!
Tengo media hora para llegar al calentador antes que Barry despierte sin tener la menor idea de lo que le espera en este bendito día.
Amén
¡Virgen de los esposos consecuentes Barry ya despertó!
¡Virgen de los esposos consecuentes Barry ya despertó!
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